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Durante todo el trayecto al hospital, Hana no soltó la mano del rubio. Él tampoco hizo mucho escándalo por ello. Parecía estar tranquilo, pero, en realidad, estaba bastante preocupado.
Miró por la ventana del auto hacía el cielo y aquella nube negra los venía siguiendo desde la academia.

Llegaron al estacionamiento y Mitsuki se adelantó para dejar a Hana tranquilizarse.

Estaban ambos todavía en la parte trasera del auto cuando Bakugo quiso soltarla, pero Hana lo retuvo.

— Es solo un maldito hospital. Nada puede hacerte— le dijo. Ella apretó su mano y lo miró con una triste expresión.

— Dentro de cuatro paredes blancas veía día a día como arrebataba la vida de mi padre, la última vez que estuve aquí fue cuando el cuerpo de mi padre rechazó el corazón, y eso que parecía que estaba mejorando, simplemente dejó de funcionar y no pude hacer nada— Bakugo tragó saliva. Su voz suave y ligeramente apagada lo hizo sentirse extraño.

— Nada podías haber hecho de todas formas, eras solo una niña— el dar apoyo nunca había sido el punto fuerte del muchacho, pero su madre si supo que decir. La mujer le sonrió desde la ventana y volvió a hablar—. Ahora, en cambio, puedes ir con tu madre. Te está esperando.

Hana sintió que estaba por romper en llanto, pero no quería hacerlo. Tomó aire y apretó el agarre del muchacho.

— ¿Quisieras acompañarme hasta la entrada?— le preguntó con la voz temblando.

— ¿Solo hasta la entrada?— el muchacho dudó un momento. No creía que fuera capaz de ir sola desde ahí. Pero al verla asentir, soltó un suspiro. Era su batalla, no la de él.

Bajaron del auto y caminaron tomados de la mano hasta la entrada del hospital.

— Gracias— le susurró cuando le soltaba la mano suavemente. La vio caminar hasta la recepción y luego de recibir indicaciones la vio marchar hasta perderla de vista.

— Fue un gran gesto de tu parte, hijo— su madre le demostró su apoyo posando una mano en su hombro.

— Yo no hice un carajo—apartó bruscamente la mano de su madre y apretando los puños con frustración caminó hasta el auto y se recargó en el.

— Piensas que no fue mucho lo que hiciste, pero para Hana, puede que haya sido lo que necesitaba— habló caminando hasta él para terminar por revolver el cabello de su hijo—. Mi hijo se siente frustrado por no haber podido ayudar más a la persona que le gusta, que hermoso poder ver esto— Bakugo lo tomó como una burla y comenzaron a discutir, pero extrañamente pelear con su madre lo devolvió a su humor de siempre.

Mientras esto ocurría Hana llegó al cuarto donde estaba su madre.

— Hana, hija— su madre la recibió con una sonrisa. Tenía una venda al rededor de su cabeza con una gasa, del lado derecho, ligeramente manchada de sangre.
Los ojos de la muchacha se llenaron de lágrimas y se acercó cuidadosamente a ella.

— Ma-má—susurró antes de llegar abrazarla.

La mujer la tomó en sus brazos y acarició a su hija que estaba hecha un despojo de lágrimas.

— Todo está bien, todo está bien— repitió mientras frotaba su espalda.

Hana se separó de su madre un momento después, porque pareció caer en cuenta de algo.

— Mamá, ¿el bebé...— no pudo terminar de hablar porque su voz se entrecortó.

— Tranquila, hija. Los dos estamos bien— la sonrisa de la madre le devolvió el alma al cuerpo, pero aún así le tomo bastante tiempo recuperarse.

— Oh, lamento interrumpir.

— Para variar eres inoportuno, cariño— dijo la mujer en tono de burla.

— Eso es cruel, ¿sabes lo preocupado que estaba cuando te vi resbalar por el piso mojado? Casi me da un infarto cuando caiste de las escaleras, creí que iba a morir— las palabras que el hombre pronunció hicieron que la piel de Hana se erizara.

— No seas tan extremista, fueron solo tres escalones, fuiste demasiado exagerado— la charla entre los dos adultos contiuó un rato más.

Luego de ver a su madre de tan buen humor, y de escuchar de boca del doctor que tanto la madre como el niño en su vientre estaban bien, pero que por las dudas los tendrían un par de días en observación, fue que Hana se sintió un poco mejor.

— Yo me quedaré a cuidarlos, tu puedes volver a casa, se que no te gusta estar aquí— el hombre le sonrió.

— Gracias por cuidar de ellos— susurró. El hombre le revolvió el cabello y volvió dentro de la habitación.

Soltó un suspiro y miró sus manos. Estaban aún temblando, pero con menos intensidad que antes.

— ¿Cuánto tiempo más tendremos tendremos que esperarte eh?— la voz de Bakugo la hizo voltear.

— No tenían que quedarse a esperar— ladeó la cabeza. Bakugo hizo una mueca.

— Vámonos rápido, ¿todo está bien, verdad?— Hana le sonrió y esa fue respuesta suficiente para Bakugo.

Llegaron a casa y Mitsuki la hizo quedarse con ellos, pues no era bueno dejarla sola.
Hasta arregló una habitación para que durmiera ahí.

Cenaron y se fueron a dormir.

Pero a mitad de la noche un ruido despertó a Katsuki.

— ¿Qué mierda quieres?— dijo al verla del otro lado de la puerta vistiendo solamente una remera grande. Hana no dijo nada, ni siquiera lo miraba. Bakugo soltó un suspiro— Si no quieres nada vete.

Estuvo por cerrar la puerta pero Hana no lo dejó.

— ¿Puedo...pasar?— susurró mirándolo con ojos tristes.

Yo seré tu número 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora