XVI

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En casa, pude relajarme y darme una ducha. En la calle tenía muchísimas ganas de romper a llorar, y había hecho mi mejor esfuerzo para evitarlo, y ahora que podía hacerlo sin preocuparme, simplemente las lágrimas no salían. Me duché rápido y con la mente en blanco.

Sequé mi pelo con lentitud, mirando a un punto fijo. Estaba estático y de pie en medio del baño, sin saber bien en qué pensar ni si en me encontraba mejor ya. En el momento que encendí el secador de pelo para quitarle el resto se la humedad, su sonido opacó el de mi llanto que ya estaba tardando mucho en salir. Después de volver a sentirme sucio aunque acabara de ducharme, decidí que irme a dormir temprano era lo mejor que podía hacer, así que vi la televisión hasta que empezó a hacerse de noche, y me fui a la cama sin siquiera cenar.

Al día siguiente, también me desperté tarde, por lo que dormí mucho más de lo que normalmente dormía, o incluso de lo que estaba recomendado hacerlo. No desayuné. Tomar un simple café solo lograría recordarme lo idiota que era, y me haría pensar en Jeno, así que salí de casa directamente.

Fui a la guardería, y allí podría relajarme aunque fuera por un rato y desconectar la mente del mundo que me rodeaba. Hasta dejé el teléfono móvil en casa, algo que en cualquier otra situación ni se me ocurriría hacer. Los niños jugando y riendo me ayudaban a ignorar el hecho de que probablemente tenía numerosas llamadas perdidas y mensajes sin leer, pero, de todas formas, no quería verlos.

—¿Estás bien profe?— Me preguntó tomándome por sorpresa el niño que siempre reiteraba en mis descansos. No sé cuánto tiempo llevaba sentado en una silla que no era mía, y mirando hacia el suelo perdido en ningún pensamiento concreto.

—Sí, ¿tú que tal, pequeño?— Le pregunté de vuelta, esforzándome en esbozar una sonrisa. Al niño le pareció creíble.

—Ya sabes, mucho estrés. El colegio es muy cansado.— Respondió, y mi sonrisa se volvió real, además de salir se ella una carcajada pequeña. Tampoco era mi intención que pensara que me reía de él, pero semejaba no importarle que me riera. Incluso se alegraba por ello.

—Sí... Ojalá pudiéramos jugar sin preocuparnos todo el tiempo.— Divagué en voz alta, con ojos soñadores y un poco cínicos mirando, como hace un momento, a la nada. Quizás había otro pensamiento real dentro de la metáfora que había creado sin querer.

—Exacto. Tú si que sabes, profe.— Respondió emocionado por mis palabras, y visiblemente animado. Yo era como su cómplice desde el profesorado, y a la vez un amigo que de vez en cuando sabía escucharle y al que ayudaba a mejorar mi humor, aunque había uno de los términos que estábamos usando un tanto erróneo.

—No soy profe todavía.— Suspiré, no triste ni melancólico, sino con la esperanza de que pronto eso cambiaría, y ganas de que lo hiciera. Tomé aire de nuevo y recordé disfrutar de ese preciso instante sentado junto a un niño que sería en mi futuro el niño que me impulsó a mejorar, probablemente. Al menos, esa era la sensación que me daba al estar con él.

—¿Y eso por qué? Tú me enseñas muchas cosas y eres muy bueno.— Dijo, aumentando mi ego y soberbia. De nuevo, reí, pero esta vez parecía no entender el motivo de mi diversión. Era tan dulce e inocente que me abrumaba.

—Pronto seré profe, y a lo mejor hasta puedo darte clase a ti.—Dije para no cortar el hilo de emociones de esperanza y visión hacia un futuro mejor. Ahora, en vez de desesperado o asustado, sentía que todo podría recuperarse y que con el paso del tiempo se arreglaría.

—¡Genial!— Gritó en emoción, y justo después sonó el timbre del patio. Le había robado al pobre pequeño todo su tiempo de descanso, y ahora volvería cansado a rellenar fichas con colores o hacer sumas simples. Casi me sentía mal por él.

𝓁𝑜𝓋𝑒 𝒸𝑜𝒸𝓀𝓉𝒶𝒾𝓁 ~ 𝓃𝑜𝓂𝒾𝓃 𝒻𝒶𝓃𝒻𝒾𝒸Donde viven las historias. Descúbrelo ahora