No quiero.

6 1 0
                                    

–Bro, es hora de que regreses a casa, siempre haces lo mismo.–

–Por favor, sólo un rato más–

Así, ella y él pasaron varios minutos, él mataba el tiempo, ya que él no quería regresar a casa.
Y es cierto, siempre era lo mismo, él iba a su casa, pasaban tiempo juntos, se maquillaban, decían chistes, comían juntos y hacían una que otra cosa aleatoria, ver una película, por ejemplo.

Unos diez minutos transcurrieron, y ella se levantó, y lo obligó a levantarse también.
Las cosas cada vez se volvían más tensas y apresuradas, mientras él ya no podía contenerse, y poco a poco, las lágrimas comenzaban a bajar por sus ojos.

–Tienes que irte, es tarde, y el regreso a casa es peligroso–

–Ya lo sé, lo entiendo perfectamente, pero simplemente... Quiero pasar un rato más contigo.–

–Si, no lo digo por correrte, me gustaría que estuviésemos juntos mucho más tiempo, pero, me preocupo por tí, e imagino que tu madre también–

Y fué ahí cuando el rompió en llanto, y se abrigo en su pecho, buscando cobijo en su calor y en su cariño.

–Es que tú... No lo sabes, mi madre tiene no una semana sin venir a casa, si no dos, si no fuera por mi trabajo, no tendría comida en casa-.–

–Oye, yo...–

–No sabes lo que es vivir de esta manera. No sabes que se siente saber que cuando llegues a casa, vas a estar sólo, y que si un día no llegas, nadie lo va a saber, y nadie se dará cuenta. Saber que si no te esmeras por tí, y no vives para tí, no habrá nadie ni nada el día de mañana listo para amortiguar tu estrepitosa caída, ¡por eso no puedes permitirte ni siquiera tropezar! Porque... Si es que lo haces... Vas a caer a un vacío, y no vas a tener la esfuerza para escalar hasta la cima en la que estabas.–

–Bro... No lo veas por ese lado, mira, puedes cocinarte rico, y atenderte solo a tí... Mataría por estar sola en mi propia casa aunque sea un sólo día.–

–Lo se, he intentado no ver esto de la peor forma posible, pero simplemente tengo miedo–

–¿Miedo de qué?–

–Yo... Bueno, tú conoces mi historia, sabes que me forje bajo la flama de la soledad y la autonomía, y me temple en las brasas que salían de mi propio calor, sin ningún herrero que corrigiera mi mala forja. No puedo quejarme de que no tuve padres, o comida, o familia,porque si que la tengo. Y perdón por la analogía de forja que no entiendes, pero es como si toda mi vida la hubiera pasado sólo.

–Desde niño, despertaba, hacía el desayuno y caminaba al colegio, solo, esperando que por lo menos una de esas mañanas, mis padres me despertaran, me dijeran buenos días y me llevaran al colegio. Aunque eso nunca pasó.
Y las cosas empeoraron cuando ellos se divorciaron. Y... Yo... No quiero más esto.–

–¡CARAJO, TENGO SOLAMENTE DIECISÉIS AÑOS! – Dijo el joven, casi gritando. –No tengo por qué ser el adulto en mi propia casa mientras mi madre se encuentra semanas enteras entre casas de novios y amigos. Yo no debería estar haciendo esto.–

–tu sabes que hasta hace dos años, nunca tuve amigos, y menos pareja, y mucho menos algo como lo que tú eres para mí, que es... Simplemente mágico.–

–Actualmente la mejor parte de mi vida eres tú, y creo que sabes que tú eres una de las cosas por las que despierto cada mañana y vivo dando lo mejor que puedo. Yo no sé si lo que tú sientas por mí sea similar a lo que yo siento por tí, ni estoy seguro si en realidad me amas, porque... Siendo sincero, a veces parece que no lo haces. Pero estoy muy seguro de lo que yo siento por tí, y de que sin tí, yo no sería quien soy, entonces, por favor... Déjame quedarme un rato más.–

No pasó un segundo de silencio después de las palabras del joven, cuando la chica se lanzó contra él, con un abrazo que pasó a ser un beso, un beso que tomaba el melancólico sentimiento de abandono del chico, con el eufórico amor de la joven, formando así una sensación que solo se puede describir como el cielo mismo.
Sus labios, unidos por un beso se negaban a separarse, mientras sus ojos lloraban. Era un beso con tantos sentimientos juntos que era difícil saber qué es lo que sentían incluso para ellos.

Si bien era cierto que el joven estaba más enamorado de lo que ella de él... En ese momento su amor mutuo era casi igual.

Así estuvieron unos cuantos minutos, entre besos, abrazos y unas pocas lágrimas. Al terminar, ambos estaban sin aliento y sin palabras, y más rápido de lo que pensaron, era hora pra que el joven se retirara.

El joven tomó sus cosas mientras la chica se preparaba para salir a acompañarlo para su pronta despedida. Una vez listos, el joven se despidió y agradeció a la familia de la chica, mientras ésta tomaba su mano cuando se retiraba. Al bajar las escaleras, una charla emergió.

–Sabes que esta es mi parte menos favorita de la historia, pero, cuídate mucho, espero poder volver a verte pronto.-

–Ay, cosita, tampoco me agrada que te vayas, pero es lo mejor, todavía no podemos vivir juntos–

–Lo sé, es sólo... Desearía poder pasar mucho más tiempo contigo–

–¿Desearias o deseas?–

–Esta bien... Lo "deseo", ¿Cuál es la diferencia?–

–El "desearía" es un sentimiento más lejano–

–Creo que es el momento de irme– dijo el muchacho mientras veía el último de los transportes acercarse a él.

–Nunca olvides lo que yo siento por tí–

seguido de esto, un beso aterrizó en los labios de la joven, quien no dudó un segundo en corresponderlo.

Unos segundos después, el joven se separó e hizo la parada al transporte, y con una última mirada hacia los hermosos ojos cafés de la chica, se despidió. Para subir a su transporte, y retirarse, con todos esos sentimientos dentro de él.




Diario Del Amor Y Otros SentimientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora