De puños y bebidas calientes.

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Un golpe. Y otro. Y otro más.

Eso era lo que se escuchaba en aquella sala, y llevaba al menos diez horas sonando.

–Hey, damian, llevas horas ahí, deberías parar–

Aquellas palabras salieron tan rápido como entraron en los oídos del chico, quien las ignoró por completo.

El suelo de neopreno estaba lleno de sangre, sudor y lágrimas. El saco estaba a unos cuantos golpes más de ceder ante la fuerza de su agresor y parecía que tenía unos 20 años en uso, a pesar de que había sido comprado hace unos meses.

El chico que entrenaba sobre ese suelo, y golpeaba ese saco, estaba iracundo, y no pretendía parar la masacre del pobre saco hasta que perdiera la consciencia, aunque sus brazos y piernas estuviesen temblando del esfuerzo, y sus nudillos estuviesen sangrando por los golpes.

–Bien sabes que eso ya pasó, otra pelea tendrás, descansa por hoy–

*Tic, tic, tic*

Apenas había cabida para el incesante sonido del reloj entre las pisadas, los golpes y la pesada respiración de Damian, que en ese momento parecerían casi tan perpetuos y continuos como el mismo reloj.

El hombre que lo llamaba, Octavio, se sentía más culpable que nadie por el estado de damian. Y si bien no era su culpa, sabe perfectamente que a ojos de damian el es un héroe, y la derrota de hoy es para Octavio como si hubieran destrozado el pedestal en el que estaba en la mente de damian a golpes.

¿Pero que fué lo que pasó?
Esa es una historia muy larga, pero si quieres, te la puedo contar.

Ellos, damian y Octavio, se conocieron hace ya 5 largos años, 4 de los cuales llevan siendo alumno y mentor. Octavio tuvo en sus días una exitosa carrera como boxeador, y se retiró cuando la fama y fortuna era más de la que buscaba.
Entonces Octavio se quedó sin un motivo para vivir, y un día, se topó con damian en una cafetería.

Damian es, por profesión familiar, el barista de una cafetería llamada "Cafeína humeante" que destacaba por sus conocidas mezclas energéticas, yacía escondida entre las calles de málaga, en España.

Y Octavio siempre ha sido un cliente recurrente, desde que el padre de damian era el barista.

Un día entró un demente con un arma a robar a la cafetería.

Octavio no podía hacer nada, unos puños de un boxeador retirado son débiles comparados con la potencia de un arma de fuego, por lo que se resignó a mantener la calma y no ponerse en línea de tiro.
Pero a Damian esto no le importó, sus puños, su destreza y su preparación para la muerte eran suficiente para evitar cualquier pérdida.

El asaltante disparó dos veces, ambas dieron a Damian, una sólo le rozó la pierna, y la otra se alojó en el hombro izquierdo.
Pero la adrenalina y la ira dieron alas a Damian, quien no dudó un segundo en saltar del mostrador y asestar un puñetazo en el abdomen del asaltante quien sorprendido vacío el cargador del arma, esta vez sin acertar en otro lugar más que en el mostrador y la pared.
Pero ya era muy tarde, Damian soltó un puñetazo, y otro, y otro más hasta que el asaltante llevaba una cara irreconocible y ensangrentada mientras yacía en el piso, apenas consciente.

Y todo esto mientras Octavio observaba el espectáculo, el chico tenía potencial, nervios de acero y más agallas de las que él podría tener en 10 vidas.

Una llamada a la policía, a una ambulancia y tres meses de rehabilitación para Damian después, quién tuvo mucha suerte de conservar la movilidad de su brazo, llegó Octavio a la cafetería, un jueves por la tarde, con una propuesta para Damian.
El se había dado cuenta de que su propósito era entrenar al chico, quién tenía un talento nato para el camino de los puños y los guantes rojos.

Y así, Octavio lo entrenó durante 4 largos años, y damian cambió drásticamente.

El chico, con apenas 24 años, de cabello rizado pelirrojo y tez blanca, se había transformado en uno de los mejores luchadores de su generación.

"El martillo", así es como pasaría a las historia Damian, apodo que le puso uno de sus primeros contrincantes, quién vió cierto parecido en la técnica de cada uno de sus puñetazos con el movimiento de un martillo neumático.

Y Octavio, la leyenda, quién ya había marcado la historia bajo el alias de "león" por su fiereza en combate y su entonces larga melena, se volvió famoso una vez más, por convertirse en el mentor de "el martillo".

Como cualquier equipo, tuvieron sus altos y bajos, su relación era comparable con la de Anakin y Obi-wan, con la excepción de que Anakin no se volvería Darth Vader.

Para ser un barista, Damian siempre tuvo un temperamento explosivo y poca paciencia, que desataban ráfagas de puñetazos en cada pelea.

Y, regresando al presente, Damian estaba horriblemente frustrado, no por haber perdido la pelea, si no por saber que ganarla habría sido aún más fácil.

Una pelea arreglada, fue lo que destrozó al chico. Octavio se vió obligado a arreglarla, o de lo contrario él y el chico correrían grave peligro.

Octavio estaba metido en sus pensamientos, en la culpa y en el arrepentimiento de haberle fallado así a Damian, aunque en el fondo hizo lo mejor para ambos, cuando vió finalmente caer el cuerpo inconsciente del chico sobre el suelo de neopreno.

El amanecer saludaba a un nuevo día mientras Octavio arrastraba al ahora inconsciente Damian hasta un sofá, donde duró todo el día tumbado.

Diario Del Amor Y Otros SentimientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora