«Del Horrocrux, el más siniestro de los inventos mágicos, ni hablaremos ni daremos más datos».
Introducción de Historia del Mal
Los días se funden en semanas y las semanas en meses. Harry pierde el control del tiempo, todo su alrededor envuelto en brumas difíciles de disipar.
Ha dejado de atender a las reuniones del Wizengamot y hace años que abandonó el curso de aurores, así que no tiene mucho que hacer además de mirar el techo e ignorar las lechuzas de sus amigos.
—Deberías hablar con ellos —le dice Tom Ryddle un día, sentado en la butaca de terciopelo verde de la esquina—. Si sigues ignorándoles vendrán a ver qué sucede y dudo que quieras que te descubran así.
Harry da una calada al cigarro de hojas de mandrágora, tirado desnudo sobre la cama.
—No eres real —murmura entre el humo. Tom Ryddle responde con una risa hueca, y es tan apuesto que a Harry se le encoge el corazón.
—Puede, pero tengo razón.
Tiene razón. Hermione y Ron acuden a su casa, y lloran (la primera) y gritan (el segundo) ante lo que encuentran allí.
Hermione hace desaparecer los polvos de pixies que estaba esnifando y lo obliga a ser internado en San Mungo para rehabilitarse. Harry no opone demasiada resistencia; no le queda mucho por lo que luchar, o al menos eso cree al principio. Desintoxicarse es más duro de lo que pensaba.
—Eres patéticamente débil —le informa Voldemort una noche. Han atado a Harry a la cama para que deje de intentar morderse las muñecas.
El mago oscuro se encuentra apoyado en la pared del pequeño habitáculo, cubierto por su túnica oscura. Sus ojos rojos están llenos de desprecio.
—No tanto —masculla Harry, delirante y febril—. Te vencí, ¿recuerdas?
Voldemort bufa.
—Gracias a la suerte y los planes de gente mejor que tú, Harry. Ambos sabemos que esa victoria no te pertenece.
Harry ríe sin aliento, incapaz de pensar en otra cosa que no sea en necesidad, hambre, droga.
—Oye —siente el sudor en la frente y la ansia en el estómago, pero no puede moverse—, ya que estás aquí te importaría... ¿ya sabes? ¿Hacerme una paja? Con las manos atadas es un poco complicado.
Voldemort se separa de la pared y se acerca a él con movimientos sinuosos. Harry tiembla de excitación mientras Voldemort llega a la cabecera de la cama y se inclina sobre él, pero no lo toca.
—Mis pantalones están más abajo —dice Harry, impaciente. La boca de Voldemort se inclina hacia la derecha en lo que casi parece una sonrisa.
—¿No es esta una actitud demasiado patética para El Elegido? —Se mofa, todavía sin intentar tocarlo para desesperación de Harry.
—Vamos —masculla este—. No es como si importara lo que te diga. Estás muerto, no eres real.
Voldemort se endereza rápidamente y lo mira pensativo.
—No —reconoce con calma. Harry gime por lo bajo; le arde todo el cuerpo—. Pero tú sí, Harry, no deberías actuar así.
—¿Por qué? —La cabeza le da vueltas y solo quiere correrse, drogarse y llorar—. ¿Qué más da?
Los ojos de Voldemort relucen como ascuas encendidas.
—Porque eres la última parte viva de Lord Voldemort, y no consentiré que te rebajes de esta manera.
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Alias Harry
HorrorLord Voldemort muere, Harry Potter vive. Esa es la historia convertida en leyenda. La verdad, sin embargo, es infinitamente más complicada. Portada por @0nixperado en Twitter