Caída

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«—¡NO HA DESAPARECIDO! —bramó Snape, muy cerca de ellos—. ¡UNO NO PUEDE APARECER NI DESAPARECER EN ESTE CASTILLO! ¡POTTER TIENE ALGO QUE VER CON ESTO!».

Harry Potter y el prisionero de Azkaban

La guerra termina para los vencedores, y se alarga para aquellos que no estuvieron en el bando correcto. La muerte y la tortura se eternizan para los perdedores, interminable en su seguridad de ser lo correcto, aunque los periódicos aseguren un periodo de paz y reconciliación.

La pobreza cubre las calles como un manto feo y despiadado. Los héroes recogen premios y dan discursos desde lo alto, mientras los perdedores chillan de dolor en sus celdas y los menos afortunados se pasean por las calles como un recuerdo de lo que fueron, pidiendo limosna para poder existir un día más.

Desafortunadamente, Severus vive.

Es un milagro más propio del Elegido que de un traidor en las sombras, y Severus lo resiente. No quiere vivir. No le queda nada por lo que vivir, una vez cumplida su misión. Que el maldito fénix de Dumbledore (desaparecido desde la muerte del director) decidiera aparecer en el último segundo para llorar sobre la herida infligida por Nagini y salvar su miserable vida no deja de ser el «jódete» final que le va a dedicar el anciano mago. Severus lo desprecia.

Estaba preparado para morir, una vez le dejó sus memorias a Potter. Había cumplido su misión, no tenía más por hacer. ¿Por qué necesitaba seguir respirando?

—Te queda vivir. Vivir de verdad —le había recordado con amabilidad el retrato de Dumbledore cuando se lo había echado en cara, meses después. Severus tuve que resistir las ganas de vomitar allí mismo.

Malditos Gryffindor.

Tras la victoria, Severus fue encerrado a la espera de juicio. Recuerda todo con absoluta claridad, como siempre le pasa con sus peores memorias. Se le clavan dentro como una espina envenenada que echa raíces y crece hasta obstaculizarle los pulmones, dificultando respirar. Recuerda desde las palizas de los aurores demasiado contentos consigo mismos hasta la pobre comida que le agriaba la boca y le hacía desear no tener papilas gustativas.

Pero lo peor, sin duda, fue el juicio en sí.

Potter se alzó como el paradigma de la justicia y habló sobre Severus como si hubiera sido su caballero de brillante armadura y no su detestado profesor de pociones.

—Severus Snape es un hombre valiente y bueno que trabajó siempre de nuestra parte y que fue fundamental para la victoria —dice Potter como el pequeño imbécil que es, con esos horribles ojos suyos brillando de emoción, como un cachorro a la espera de aprobación. A Severus se le revuelve el estómago—. Puedo afirmar sin lugar a dudas que merece el título de héroe mucho más que yo.

Nunca, en toda su vida, había sentido tal deseo de maldecir a alguien.

Sirve su propósito, al menos, y Severus queda libre y sin cargos. Minerva le recibe con los brazos abiertos en Hogwarts, y allí se queda. Odia enseñar y odia a los niños, pero no tiene otro sitio a donde ir y es consciente de sus opciones.

El niño de oro puede hablar maravillas de él, pero un mortífago siempre es un mortífago, al final. Sobre todo si no tienes dinero y eres el responsable de la muerte de Albus Dumbledore.

Por supuesto, Severus no ha tenido suerte ni un solo día de su vida, así que la paz no llega con facilidad.

Pocos días tras el juicio, Potter llama a la puerta de su recientemente recuperado despacho. Slughorn se ha vuelto a retirar y Severus ha aceptado el papel de profesor de pociones sin rechistar. A estas alturas, solo quiere que lo dejen en paz. Hogwarts todavía no ha abierto, pero todos los profesores están ayudando con la reconstrucción y, para ser honesto, Severus prefiere no pisar su casa por el momento.

—Hola —lo saluda el niñato con cara desear estar en cualquier otro sitio menos allí.

«Ya somos dos».

—Potter —responde Severus con la voz más desagradable que puede conjurar—. Así que apenas has podido esperar unos días para venir a restregarme tu papel como salvador en mi juicio. Es evidente que ser injustamente nombrado el héroe del mundo mágico no ha ayudado a reducir tu engrosado ego.

Harry Potter siempre ha sido simple, emocional y propenso a la ira, lo que lo convierte en una persona fácil de manipular. Severus sabe por qué el ridículo chico está aquí; lo puede leer en sus ojos suavizados (Potter nunca antes lo había mirado con algo similar al cariño) y en su pasional defensa en el juicio. Entiende que sus memorias han cambiado la perspectiva de Potter, y entiende que, como el inepto que es, quiere hablar de ello.

Pero Severus prefiere volver a enfrentarse al Señor Tenebroso desarmado que hablar sobre sus memorias con nadie. Especialmente Potter.

El mordaz ataque funciona, como siempre, y Potter frunce el ceño y se sonroja, molesto y perdiendo de vista su objetivo. El rubor le sube por el cuello hasta incendiarle las mejillas, dándole un aire injustamente favorecedor, y a Severus le pican las manos al contemplarlo.

«Es casi insultante que alguien tan estúpido haya vencido al Señor Tenebroso cuando tantos otros fallaron».

—¡No! —Exclama Potter—. ¡No he venido aquí por nada de eso! Solo hice lo correcto, no tienes que darme las gracias ni nada.

—Vaya, me quitas un peso de encima —replica Severus con un tono que podría secar el Amazonas—. No podía dormir por las noches pensando en cómo agradecer al gran Harry Potter por usar su diminuto cerebro por una vez y descubrir que, de hecho, el mundo no gira a su alrededor y su cantada victoria no le pertenece.

Potter vuelve mirarlo con el odio con el que Severus está tan familiarizado, y le tranquiliza regresar a un terreno que conoce.

—¿Por qué siempre eres tan desagradable? —Pregunta el chico con los dientes apretados. Tiene la mandíbula cuadrada de su padre y Severus piensa vagamente que sería satisfactorio rompérsela con un maleficio—. Solo venía a tener una conversación como dos adultos civilizados y tú...

Severus bufa.

—Para tener una conversación satisfactoria primero tendrías que aprender a pensar, Potter —le dedica una sonrisa maliciosa y Potter se tensa como si volviera a ser un alumno siendo insultado por su profesor. Tiene los hombros anchos para su enclenque figura y Severus se pregunta si serán hombros musculosos o se le marcará el hueso bajo la piel—. Y tras seis años tratando de enseñarte la más simple de las pociones puedo afirmar que ese nunca ha sido tu fuerte.

Potter aprieta los puños en los costados y lo mira con tanto orgullo herido que Severus siente ganas de reírse en su cara. No lo hace, porque tiene una repetición que mantener, y Potter parece a punto de estallar y empezar a gritar sobre su injusta vida.

Para su sorpresa, no lo hace.

—¿Ah, no? —Dice en cambio, con voz fría y curiosamente calmada, a pesar de su evidente rabia. A Severus no le gusta—. ¿Cuál es mi fuerte entonces, según tú?

La pregunta le pilla un poco fuera de juego, pero no llega a desestabilizarse. Después de todo, lleva manipulando a Potter desde que el chico tenía once años.

—Sobrevivir como una cucaracha a cambio de sacrificar a otros en tu lugar, evidentemente —contesta con crueldad, antes de cerrarle la puerta en las narices.

Potter no vuelve a buscarlo.

NOTAS

Snape no llega a pisar Azkaban porque fue perdonado de todos sus cargos gracias a la declaración de Harry. Mientras esperaba el juicio estuvo encerrado en una celda de alta seguridad, pero lejos de dementores. Tras la guerra, además, Azkeban sería desmantelado (los dementores se unieron a Voldemort, después de todo), y no se volverían a emplear dementores para vigilar presos.

Fleur Delacour es contratada como profesora de Defensa Contra las Artes Oscuras y trabaja en Hogwarts unos pocos años (acaba dejando el trabajo para montar su propia línea de productos de belleza). A Severus no se le ofrece el puesto porque, después de todo, fue un mortífago y espía y nadie se siente seguro con él en esa posición, así que se queda como maestro de pociones.

Alias HarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora