«—¿Te suena por casualidad que os haya mandado practicar hechizos no verbales, Potter?
—Sí —contestó fríamente.
—Sí, «señor» —lo corrigió Snape.
—No hace falta que me llame «señor», profesor —replicó Harry impulsivamente».
Harry Potter y el misterio del príncipe
En los años posteriores a la guerra, Severus Snape hace un gran trabajo ignorando a Harry Potter.
Es más difícil de lo que parece, pues la cara del Elegido decora bastantes portadas del Profeta:
«El Elegido, el miembro más poderoso del Wizengamot».
«Harry Potter abandona el curso de aurores y se da a la fuga; es encontrado tres días después en Albania borracho como una cuba».
«Harry Potter se hace con el parlamento mágico para defender el derecho de los elfos domésticos de portar varita: ¿venció a un dictador para convertirse en otro?»
«¿El Niño Que Vivió o El Que Perdió el Rumbo? ¿Se le ha subido la fama a la cabeza a Harry Potter?»
Tras casi quemar su despacho tratando de prender fuego a una edición del Profeta donde Potter le guiñaba un ojo en la portada descaradamente, Severus toma la firme decisión de dejar de comprarlo. Ya no necesita estar al tanto de lo que sucede en el mundo mágico, después de todo (no es como si El Profeta hubiera sido alguna vez una fuente muy fiable, de todas formas); cumplió su trabajo, por él como si sufren una invasión de centauros y todos los magos son brutalmente asesinados a su alrededor.
No le interesa.
Pasa sus días gritando insultos a los alumnos que hacen explotar calderos y gruñendo ante la nueva comida que sirven en el Gran Comedor (tras el decreto de prohibición para la esclavitud de los elfos, Gregory Goyle es contratado como Jefe de Cocina de Hogwarts gracias a un proyecto de Integración de Mortífagos, y Snape tiene muchas opiniones sobre su trabajo, ninguna particularmente positiva).
Sus pesadillas no se van, y las migrañas solo aumentan, pero Severus se las arregla para vivir un día tras otro odiando su vida con energía. Es ridículo, pero siente que es la única venganza que le queda hacia el antiguo director. Dumbledore le obligó a vivir, pero él no piensa disfrutar ni aprovechar los años que le quedan de ninguna manera.
Es patético hasta para él, pero Severus no se para a reflexionar sobre ello.
(A veces, los viernes por la noche cuando ha acabado sus clases y se encuentra descansando en su despacho, el picor que le escuece todo el rato bajo la piel se intensifica y se vuelve imposible de ignorar. Severus siente la ansiedad en el sudor de la frente y la necesidad de comprobar que el hijo de Lily Evans sigue vivo.
No lo hace, por supuesto.
—Es mero condicionamiento pavloviano —se dice entre dientes meciéndose sobre su sillón, solo y a oscuras, como siempre—. Eres más fuerte que esto.
Proteger durante siete años al inepto de Potter acaba dejando secuelas en cualquiera).
Por desgracia, todos sus esfuerzos por mantenerse al margen y vivir en tranquilo desprecio son burdamente truncados siete años tras la guerra, y cinco sin ver a Potter.
Severus, por una vez, es completamente inocente. Es sábado por la noche y se encuentra vigilando los pasillos del segundo piso con la actitud de un buitre hambriento, esperando cualquier excusa que le ofrezcan los estudiantes para quitar puntos y adjudicar castigos. No encuentra a ningún alumno, por desgracia.
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Alias Harry
HorrorLord Voldemort muere, Harry Potter vive. Esa es la historia convertida en leyenda. La verdad, sin embargo, es infinitamente más complicada. Portada por @0nixperado en Twitter