Capítulo 25: Alexis (2/3)

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No sé cuánto tiempo llevo caminando, pero tengo frío, varias veces me he planteado salir a buscar un abrigo y volver, sin embargo estoy segura que si me devuelvo, no entraré otra vez.

Mis oídos humanos captan un sonido metálico, me detengo. El sonido es casi imperceptible, pero lo suficiente para mí. Dudo en si ir a ver o no. Mi teléfono marca la hora, ya es tarde y a fuera está anocheciendo, no tengo la necesidad de usar algo que alumbre mi camino debido a que hay lámparas a cada cierta distancia. Otra vez oigo ese sonido, metal chocando.

Vamos, que no eres una cobarde.

Me digo armándome de valor, camino sigilosamente en la dirección del sonido y cada vez que me acerco más fuerte de hace ese sonido, junto a ese sonido que parecen ser cadenas chocando se escuchan quejidos. Me oculto detrás de una pared, porque no quiero que lo que sea que esté haciendo ese sonido me descubra.

—Sé que estás ahí —Una voz fría, ronca y aterradora me hace estremecer— ¿Christopher eres tú? —preguntó aquella voz y pude distinguir un poco de esperanza en su voz.

Respire profundo, me pare recta y acomode mi careta dispuesta a enfrentar quien sea que este ahí.

—No soy Christopher —Me felicite porque mi voz salió justo como quería, ruda y firme.

Salí de mi «escondite» para ver a un hombre de rodillas, con fachas realmente deplorables, todo su ser está impregnado de sangre y mugre. Sus brazos están llenos de heridas cicatrizadas y otras aún abiertas, sus manos están alzadas en extremos opuestos, sujetadas por cadenas. Un collar le aprieta el cuello enrojecido, su pelo cae sobre sus hombros y una especie de bozal impide que le viera el rostro.

—¿Y quién eres? —pregunta en el mismo tono de voz, su cabeza sigue agachada.

—Aquí las preguntas las hago yo —digo firme y una risa brota de su garganta, para luego soltar un quejido de dolor— ¿De qué te ríes?

—Eres una niña —Escupe esas palabras, yo ruedo los ojos y di un paso más cerca de él, pero aún estoy a mucha distancia.

—¿Una niña? —pregunto intrigada.

—Sí, se nota en tu voz, no pasas de medio siglo de edad, eres una licantropa que probablemente no ha encontrado a su loba, o no se ha transformado.

Joder, tiene razón.

—Puedo escuchar los latidos de tu corazón —Continua diciendo—, aumentaron levemente lo que significa que estoy en lo cierto. Pero eres astuta y al parecer tienes experiencia, tus latidos no aumentaron drásticamente y te has mantenido serena.

—¿Lo que significa? —pregunto burlona.

—Que eres una niña, con experiencia.

Las cadenas vuelven a sonar haciendo que las mire, las veo tomar un color rojizo, mi ceño se frunce.

—¿Te gustan? —pregunta el desconocido— Son de plata.

Eso explica porqué no puede soltarse. Su cabeza se levanta y yo veo sus ojos, dos filosas pupilas rojas me observaban, su mirada me recorrió de arriba a abajo.

Nghmm —Ese quejido es de...

—¡Riana! ¡Por la Diosa! Estas bien —Hubiera sollozado de no ser por la persona que tengo al frente—No hagas esfuerzos Riana, recupera tu fuerza —digo emocionada, claro que no se notó nada por mi careta.

—Linda careta —dice forzosamente.

—Gracias —musito viendo como sus cadenas estan agarras a la pared— ¿De dónde conoces a Christopher?

Mi ladrona (Versión Antigua)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora