Capitulo V. La cara de la sombra.

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Tenía la llave en la mano, faltaba sólo un movimiento de mi mano para abrir la puerta... mi decisión estaba firme, pero la puerta no. Cuando giré la llave, el pomo de la puerta cayó. Se deshizo enfrente de mí, pasó de ser oro y ornamentos a sólo un montón de cenizas. Un montón de cenizas que pronto serían arrastradas por el viento que se soltaba mientras la puerta del almacén de vinos se abría con violencia. 

Mis deseos de entrar se desvanecían poco a poco. Y aún así tuve el coraje de entrar. Entrar a mi perdición. 

Hallábame en un estado de soberbia y enojo, y fue ese mismo estado quién me tiró un cataclismo encima. Una verdadera sorpresa me llevé al encontrarme al dar el primer paso en el fondo de la bodega, a por lo menos 50 metros de distancia de la tenue luz de la puerta que daba fuera de la bodega. 

En un santiamén la puerta se cerraba con estrepito y la bodega se iluminaba con antorchas al unísono, develando una terrible figura en el centro, la misma figura que corría en los pasillos cuando recién había llegado al castillo. La misma que mató a mi abuelo y a Tom. 

Al principio, lo que parecía ser un hombre con dagas en ambas manos se movía lentamente en su lugar, hasta que se reveló como era en realidad. De la nada, dos pares de piernas reemplazaron a sus piernas, sus brazos que aparentaban sujetar dagas revelaron en otro ángulo que en realidad eran dos brazos como de mantis que tenían el filo integrado. Y su cabeza era alargada, como una luna en cuarto menguante, con los ojos saliendo de lados opuestos... una cabeza plana y alargada, con un par de ojos felinos como pelotas de tenis. 
Me miraba. 
Me tenía en la mira, esperaba solamente el momento adecuado para atacarme. 
A lo lejos, detrás de la criatura yo podía ver una puerta, que me llevaría más adentro en este misterio. Di el primer paso hacia ella. En el momento yo podía notar como esta se perturbaba, giraba la cabeza cuarenta y cinco grados y parpadeaba rápidamente. 
Yo trataba de alejarme entonces, pero fue en ese momento, en el momento en que decidí dar un paso rápido, cuando esta monstruosidad abrió su boca, gruñendo como lo haría un gato, enseñando las largas hileras de dientes afilados y largos que apenas si cabrían en su boca. Dio los primeros cuatro pasos hacia a mí. Y se detuvo. 
Pero seguía enfocado en mí. Me tenía en la mira. 

Di cuatro pasos. Y no pude moverme más. 
Entonces la criatura dio cuatro pasos más. Y se detuvo. 
Di cuatro pasos hacia ella. Y no pude dar más pasos. No me era físicamente posible, era como si después de los pasos una fuerza pegara mis pies al piso, sin que yo pudiese despegarlos. 
Entonces comprendí que cada uno tenía un turno. Y me vi forzado entonces a ceder en el juego. 
La cosa se movía cuatro pasos directos hacia mí. Y yo cuatro hacia ella, con cada movimiento mío la mantis se mostraba cautelosa y tranquila y fue así, siguiendo este juego pronto ambos estábamos a ocho pasos de distancia; di entonces un giro al asunto y me moví cuatro pasos hacia la puerta donde ya nada me detenía de ir. La mantis se percató. Y una vez enterada de mis intenciones demostró la ira en su mirada y en su andar, dando los cuatro pasos con tanta energía que dejaba temblar el suelo. Yo traté entonces de dar pasos más largos. Pero mis pasos medían lo mismo siempre. La criatura estaba sólo a cuatro pasos de distancia de mí todo el tiempo. Yo llegaría primero. Pero una vez en la puerta nada me aseguraba que no sería perseguido. 

Vino TintoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora