Efectivamente, cuando los padres de Mateo regresaron a casa, traían pizzas, y la noticia de que en tres día iba a empezar terapia con un psicólogo: el doctor Anderson.
Esa noche, Mateo lloró de esperanza.
Su madre también lloró, pensando que había hecho algo mal.
Al día siguiente, al verse, se sonrieron como habían hecho incontables veces antes, fingiendo que todo estaba perfectamente.
— ¿Te hicieron muchas preguntas, Mat? — preguntó Oliver, mientras se dirigían al instituto —. Cuando me fui.
— No muchas. Solo me preguntaron si tenía ganas de hacer eso.
Oliver bajó la cabeza, no muy convencido de qué significaba esa pregunta. Mateo desvió la mirada, sin tampoco mucho convencimiento.
— Pero bueno — reanudó Ollie, convencido de no dejar a su amigo venirse abajo —, dentro de poco estarás bien.
— Sí. La verdad no sabes cuanto te agradezco todo es...
Se detuvo, en ambos sentidos. Dejo de hablar y caminar, con la vista fija en el otro lado de la carretera.
— ¿Mat? ¿Pasa algo? ¿Llamo a alguien? —. Su vista se dirigió hacia donde miraba Mateo, donde una chica pelirroja estaba paseando a su perro —.¡Eh! ¿Es esa la chica que conociste?
— No — contestó al tiempo de darse cuenta de lo decepcionado que estaba —, ella no tenía perro.
— Da igual, Mat — Ollie estaba súper alegre por las ganas de Mateo de ver a alguien mas —. Puede haberlo adoptado después de esa noche.
— No. No. Me dijo que era alérgica —. Eso, claramente, era una mentira. La verdadera razón por la que sabía que no era Catrina fue por los calcetines blancos que sobresalían de sus zapatillas —. Anda vamos. Hoy será un gran día.
Escuchar eso por parte de Mat animó tanto a Oliver que casi se tropezó al coger carrerilla.
Después de las tres primeras clases, a la hora del recreo, Mateo y Ollie se fueron al sitio donde siempre se sentaban para almorzar.
— Venga, Mat. Dímelo. ¿Te gusta esa chica?
— No me puede gustar, estuvimos juntos unos veinte minutos.
— Eso no importa, Hummel — continuó Oliver —. Al menos... dime de que hablasteis.
Mat soltó una risa cansada.
— De ansiedad.
— Que romántico — bromeó.
— Pues que conste que me ayudó mucho. Ella fue por lo que me decidí a pedir ayuda.
— Uy, Mat — dijo Oliver, mirándolo con desaprobación y decepción. Como si le hubiera molestado lo que acababa de decir —, eso de ir al psicólogo solo por alguien que no seas tu...
— No. No me refería a eso. Ella también tiene ansiedad social, y sus padres la apoyan mucho y la llevan al psicólogo. Simplemente lo que dijo me animó para ir yo también y mejorar como ella.
— ¿Ella ya esta bien?
— Por lo que me pareció, sí — contestó con la campana de fondo, mientras se levantaban para ir a la siguiente clase.
Pero Mateo no podía llegar a imaginar en ese momento la mentira tan grande que había dicho sobre Catrina Bries.
Las tres siguientes clases pasaron con calma. Ninguno de los dos amigos prestaban atención, pues Oliver estaba dando vueltas a su lápiz en la mesa, mientras pensaba — ¿quién va a suspender esta asignatura? — y se deprimía cuando el lápiz se paraba apuntándolo a él.
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La Desconocida De Los Calcetines De Colores.
Teen FictionCuando Mateo Hummel, un chico con ansiedad social, conoce a Catrina, parece que ha descubierto todos los secretos que el universo le escondía. Sin embargo, un secreto que Catrina no compartió con Mateo la noche en la que se conocieron, estaba a punt...