— Estás nervioso, es normal.
Mateo cerró los ojos, y comenzó a hablar:
— Esta semana no ha ido tan mal, en comparación con otras.— ¿Qué es lo peor que te ha pasado?
— Pues... supongo que lo del examen. Suspendí un examen, otra vez — soltó una risa apagada —. No se me da bien la asignatura, y aunque reconozco que esta vez no he estudiado nada — miro al Doctor Anderson, para ver su reacción, para su sorpresa, no parecía enfadado. Kurt lo miraba con una sonrisa sincera en el rostro —, suelo estudiar muchísimo, pero las notas ya no son lo que eran, supongo que es por el curso, pero bueno.
— Déjame adivinar: te pones a estudiar pero no te concentras.
Mateo bajó la cabeza, murmurando un "sí" casi imposible de oír.
— Tranquilo, es un síntoma de ansiedad. Bueno, no digo que eso sea tranquilizador — se disculpó el hombre al ver la cara que puso Mat —, solo me refiero a que ya lo sabías, que tienes esa enfermedad, al menos no es algo nuevo.
Mateo torció el gesto para hacerle ver al Doctor que lo entendía.
— Ahora cuéntame más anécdotas.
— ¿Cómo cuales?
— Todas ellas en las que te hayas sentido triste, o cansado, o, cómo no... cansado.
La alarma sonó cuando mateo todavía no había terminado de hablar, esto preocupó a Mateo, ya que se estaba sintiendo genial hablando con el Doctor Anderson, pero este hizo un gesto con la mano para tranquilizarlo y que siguiera hablando.
Terminó quince minutos después de que la cita se acabara, cuando salió, sus padres estaban fuera, visiblemente nerviosos y preocupados. Cuando lo vieron se levantaron de las sillas donde estaban sentados.
— ¿Qué tal ha ido todo, cariño? — preguntó su madre.
— Sí, ¿qué tal todo? — corroboró su padre, pero no lo miraba a él, sino al Doctor.
— Todo genial, mamá.
— Es cierto, todo ha ido genial —, afirmó Anderson —. Ha sido un placer, Mateo, hasta la semana que viene.
— Sí, doct... — se detuvo al ver la mueca divertida que estaba haciendo el psiquiatra — Kurt, hasta la semana que viene , Kurt.
Salieron de la clínica.
Las únicas palabras que se escucharon en el coche, fueron las que salieron de la boca del señor Hummel:
— Esta noche te quedas en casa de Oliver, ¿vale, chico?
Chico, la palabra sonó tan forzada que Mateo no pudo evitar hacer una mueca.
Ya en la casa de Oliver, Mateo le contó todo lo que había hablado con el médico.
— Vaya, Mat. Que suerte, ese tío parece fantástico.
— Lo es — confirmó —. Lo que me tiene un poco preocupado — confesó —, son mis padres, me encantaría saber de que han hablado.
— Eso déjamelo a mí — le tranquilizó su amigo — ¡mamáááá! ¡¿Puedes veniiiir?!
la madre de Oliver, en pijama y con la coleta despeinada, se asomó por la muerta.
— ¿Qué?
— ¿Podrías preguntarle a los señores H de qué han hablado con la Doctora Anderson?
— Oh, claro, pensaba hacerlo — se volvió hacia Mat y le dijo: — te lo contaré todo, pero — se puso el dedo en los labios, mientras susurraba unas eses.
— Tranquila, no diré nada.
— Lo sé, cielo — dijo antes de irse.
— Problema resuelto, supongo —, le dijo Mateo a Ollie.
— Problema resuelto —, confirmó su amigo.
A Mateo le encantaba esa escena: los padres de Oliver hablando entre ellos, ambos con sonrisas en la cara, a un lado de la mesa. Ollie y Rory al otro lado, hablando con él y chinchándose el uno al otro. Cada vez que estaba allí sentado, se sentía bien, como estar en un sitio donde perteneces, como si el sentimiento que sentía en el pecho fuera suyo. se sentía, en términos más comunes, en familia.
— Eh, chicos — susurró el padre de Oliver a los tres chicos, que estaban sentados en el sofá —. ¿Podéis subirle la cena al abuelo? Se alegrará mucho de verte, Mateo.
— Claro que podemos —, dijo Rory, poniéndose en pie.
— Hola, chicos — dijo el anciano cuando vio aparecer a sus nietos —. ¡Oh! Mateo, que agradable sorpresa.
— Hola, Alden — Mat y el abuelo de Ollie habían pasado tanto tiempo juntos que ya no tenía razón para no tutearlo, y lo más importante, al amable anciano le gustaba que lo hiciera.
Le tendieron el plato de sopa que los padres de Oliver y Rory habían preparado solo para él.
— Muchísimas gracias, muchachos — dijo Alden.
— Dentro de una hora vendremos a ponerte la máscara, abuelo — le informó Oliver dándole un beso en la frente.
Luego su hermano hizo lo mismo y Mateo se inclinó para darle un abrazo. Después, salieron de la habitación.
Los tres chicos sacaron unos sacos de dormir al salón, convencidos de que se iban a quedar toda la noche despiertos, sin embargo, dos horas después el padre de Ollie se levantó de la cama para ir al baño y les apagó la televisión, pues llevaban hora y media dormidos.
A la mañana siguiente la madre de Mateo le despertó.
— Cariño, nos vamos ya a casa, recoge tus cosas.
Oliver y Rory ya estaban despiertos, y metían las cosas de Mateo en su mochila.
— Ha venido a desayunar con mi madre — empezó Ollie —. Se lo ha contado todo.
Mateo sintió un regusto incomodo y familiar en la tripa.
— Esta tarde quedamos y te lo cuento, ¿vale?
— Sólo diem si hay cosas malas, Ollie.
Pero este, alzando la voz para que todos los de la caso lo oyeran y así hacer inevitable la espera de su amigo, dijo:
— ¡Hasta esta tarde, Mat!
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La Desconocida De Los Calcetines De Colores.
Teen FictionCuando Mateo Hummel, un chico con ansiedad social, conoce a Catrina, parece que ha descubierto todos los secretos que el universo le escondía. Sin embargo, un secreto que Catrina no compartió con Mateo la noche en la que se conocieron, estaba a punt...