~ 𝚂𝚒𝚗 𝚌𝚘𝚗𝚝𝚛𝚘𝚕 ~ Payton Moormeier

~No es real~

Pon la música cuando te indique.

Al día siguiente, me despierto y lo primero que pienso es en el espléndido despertar que pensaba que tendría, pero cuando me doy la vuelta para encontrarme con ese hermoso chico tumbado al lado mío, con la boca entreabierta mientras respira suavemente, me doy cuenta de que no está, me ha dejado sola. Así que, decido quedarme unos minutos más a ver si por casualidad solo había ido a hacer el desayuno, pero no pasa nada más que me he quedado con una cara de payasa.

Ya decidida bajo las escaleras de manera entre confundida y molesta, para mi sorpresa hay alguien abajo, pero no es Payton es Joanne.

-Buenos días querida- dice relajada tomándose un café.

-Hola Joanne, ¿por casualidad no sabrás dónde está Payton verdad?- pregunto sentándome junto a ella.

-Oh, claro que sí, está trabajado- yo frunzo el ceño.

"¿Trabajando?" Pienso. En qué momento Payton trabaja y en qué momento no me lo ha contado, ni siquiera lo había notado.

-Esta mañana se despertó tarde y no le dio tiempo a despedirse de ti- prosigue ella. Lo que hace que relaje los músculos faciales.

-Está bien, creo que debería irme- estaba algo desanimada.

-No! Quédate un rato- dice sonriéndome con esa simpatía que transmite.

-Es que...- Joanne levantó una ceja -no sé si es lo mejor que me quede, mejor me voy- dije desanimada para salir de su casa.

Ahora pon la música

¿Qué era tan importante como para dejarme sola, para ni siquiera despedirse? No lo entiendo. Además, desde cuándo tiene trabajo nunca me había hablado de ello y mira que hablamos continuamente de absolutamente todo, excepto temas muy muy personales.

Estaba cabreada. Ese sentimiento que cualquier otra chica lo tomaría como tristeza, para echarse a llorar toda una tarde, a mí me surgía ira y no ira de la sana, sino la que me daba ganas de patear todo lo que estuviera en mi maldito camino.

-Estúpido Payton- maldigo mientras le doy una patada a una piedra tan fuerte que se clava en un árbol próximo a mí, dejándola incrustada en este.

No quiero llegar así a mi casa, si mis padres me ven de esta manera me preguntarán una y otra vez lo que me pasa hasta que explote y acabe gritando y perdiendo los papeles. Me conozco de sobra como para saberlo. Por eso, decido quedarme en el parque que está algo cerca del bosque al que voy a tranquilizarme.
Te preguntarás, ¿por qué narices no vas a el lago?, bueno simplemente porque he estado con él hace poco allí y si llego y me tumbo en la misma hamaca en la que hemos estado juntos abrazándonos y dándonos mimos —sé que suena asqueroso— pues como que me enfurecería más.

De pronto, recibo una llamada de Payton.

-Buenos días- dice él, será gilipollas.

-¿Qué coño quieres?- digo lo más fría que puedo sonar.

-¿Qué te pasa?

-Ah enserio, nada que no sepas idiota- digo apretando la mandíbula a modo de rabia.

-Elena, mira sé que no ha sido lo más correcto, pero te juro que te llamaba para darte los buenos días- dice Payton con todo de culpabilidad.