Algo es diferente

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ELENA DALLAS

Me despierto con una extraña sensación que, sinceramente no tengo ni puta idea de qué es. 

Es la primera vez en estos 5 mese que llevo aquí encerrada en este infierno en el que me despierto por la mañana con algo de buen humor. Algo bastante raro como ya he dicho antes.

- A todos y todas los internos les ruego que salgan de sus habitaciones en 10 minutos -anuncian por megafonía.

Nada, a la mierda mi buen humor mañanero.

Me visto con mi ropa, como siempre hago, aunque se supone que me debería de poner una ropa específica, y salgo de habitación como todos.

- Buenos días a todos -comienza Antoni hablando en voz bastante fuerte para que todo lo podamos oír- como supongo que algunos ya sabréis, todos los años hay un día en que los internos e internas pueden salir a su elección propia del internado, pero con la total supervisión de uno de nosotros. A continuación, tendréis que ir diciéndonos de uno en uno si queréis salir y os iremos asignando un supervisor si esto es así.

Comienzan a nombrarnos uno a uno y mi mandíbula se cae cuando los 30 primeros que llevan por lo menos nombran la palabra no sin pensárselo dos veces.

Esta gente está sin ninguna duda drogada.

- Elena Dallas -nombra uno de ellos.

- Sí -pronuncio con determinación.

Todos se quedan asombrados con mi respuesta como si ahora mismo acabara de hacer un calvo en medio de todos.

- Bien, sal del salón. Te asignaremos a tu supervisor en cuanto terminemos.

Asiento y salgo de este con total tranquilidad, mientras noto todas las miradas puestas en mí.

[...]

20 minutos más tarde, Antoni sale y se dirige a mí.

- Bueno, visto que eres la única te tendrá que supervisar... -deja en el aire mientras revisa su libreta- Payton Moormeier.

Mi cara cambia drásticamente, pero prefiero no objetar ante ello y solo me quedo en el sitio sin decir nada, incluso cuando este se a marcha a lo que supongo que será traer a ESE.

 [...]

Vale, mi paseo no está siendo para nada como esperaba. 

Yo me limito a mantener en silencio mientras ando y me pongo lo más lejos posible de Payton, mientras él se mantiene igual de callado que yo e intenta no mirarme mucho a pesar de que se supone que me tiene que supervisar.

- Elena, ¿te puedo preguntar algo? -dice, aunque no recibe respuesta de mí y suspira irritado.- Me lo tomaré como un sí. ¿Por qué te portabas así?

La verdad, me deja totalmente descolocada. Esa pregunta sería la última que me esperaría de él, y más en estas circunstancias.

Dudo en responder, pero no tiene caso que siga enfadada con él, al fin y al cabo estaba haciendo su trabajo.

- No lo sé. Supongo que mis padres eran demasiado mierdas para pararme los pies simplemente.

No responde, solo me mira fijamente haciendo que inconscientemente me ponga nerviosa. Le sostengo la mirada intentando que esa sumisión que muchas tienen no florezca en mis expresiones.

- Podríamos volver ya. ¿No crees?

- Todavía me queda un sitio que enseñarte, si no te importa -niego con la cabeza en respuesta y él me dirige.

- Aquí es.

Miro detenidamente y me asombro al darme cuenta que es un pequeño acantilado. 

Es precioso. Tiene unas vistas increíbles a la parte baja de la ciudad en la que está el internado y está todo completamente florado y de todos los colores, rosas, lila, celeste, amarillo, verde... 

A pesar de mi asombro no digo nada, no sé si por orgullo o por regla de mi carácter.

- Como tú me llevaste a tu lugar seguro, yo he decidido traerte al mío. Ajustándome a las circunstancias de dónde nos encontramos claro.

Se forma silencio por unos segundos y vuelve a hablar, pero esta vez se respira un ambiente melancólico en su expresión y sus movimientos ralentizados y mucho menos bruscos.

- Cuando era pequeño, mis padres ya estaban separados y nunca lo conocí del todo a él, así que en vez de ir a casa de mi padre, venía a casa de mi abuela que está aquí. Siempre veía  a mis primos y tíos que tenían una familia perfecta y me daban real envidia, pero no de la mala, sino de la que dices ojalá. Después de 2 horas solía estar como ahogado y asfixiado y ahí es cuando venía aquí. Con 10 años decidí que si era un lugar muy especial para mí, debería de poder serlo para los demás y comencé a cuidar todo lo que ves. Desgraciadamente, planté un árbol con toda mi ilusión y cuando volví 4 años después ya no había presencia de él, así que no volví, porque al fin y al cabo eso era lo que me hacía sentirme como en casa, mirar toda la ciudad apoyado en ese árbol. Hasta hoy.

Me quedo callada. Sinceramente no sé que debería añadir. 

Parece desilusionarse por eso y algo de pena recorre mi cuerpo al notarlo.

- Ya nos podemos ir.

Se levanta y yo le sigo hasta el internado de nuevo.

[...]

Nuestro regreso no es tan esperado como el que pensaba, todos están en los pasillo expectantes de vernos más juntos que cuando nos fuimos, y sobre todo sabiendo cómo somos ambos y cómo nos llevamos.

No me permito pensar en eso y me dirijo rápidamente a mi habitación, pero comienzo a emparanoiarme un poco. 

Por qué me ha dado la ilusión de que se estaba abriendo a mí.

Por qué se veía tan vulnerable.

Por qué he sentido pena y de él.

Y, la más importante, por qué ya no siento ese odio perforante por él.







~ 𝚂𝚒𝚗 𝚌𝚘𝚗𝚝𝚛𝚘𝚕 ~ Payton MoormeierDonde viven las historias. Descúbrelo ahora