Encuentro

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Todo empieza con un cartel color azul colgado en un gigantesco tablón de universidad, escondido entre cientos y cientos de panfletos, pósteres y anuncios.

Todo empieza cuando dos pares de ojos son capaces de descubrirlo entre la inmensa marea de colores y texturas.

Dos llamadas.

Dos veces la voz de una chica.

Eyre: ¿Sí? Soy Eyre, ¿llamas por el anuncio del piso?

Dos citas para arreglar el contrato de alquiler que terminan siendo una sola.

Un viernes, once de setiembre, a las seis de la tarde, en el café de la plaza mayor, un chico alto y atractivo se acerca a una mesa ocupada por una sonriente chica pelirroja y un chico pálido de ojos azules.

Keith: Buenas tardes, soy Keith, el de la llamada, tú debes ser Eyre, ¿no? ¿Y él? ¿Tu novio?

Eyre: Sí, soy yo, pero él no es mi novio.

El joven sentado sonríe en silencio.

Por el contrario, el rubio de ojos también azules, de un azul brillante y vivo, suelta una carcajada mientras se sienta con ellos.

Keith: Entonces, ¿tu hermano?

Noel: Tampoco.

Eyre: Es la otra persona que llamó por el piso, Noel.

Keith mira a uno y a otro en una mezcla de sorpresa y enfado.

Keith: ¿He venido aquí para discutir sobre quién alquila la habitación y quién no?

Eyre: No.

Noel permanece en silencio.

Keith: ¿Entonces?

Eyre: El piso tiene tres habitaciones, una para cada uno. Nunca dije que buscase a una sola persona.

Se crea un extraño silencio en el que casi se pueden leer las mentes de cada uno mientras una camarera se acerca para traer los tres cafés que Eyre ha pedido previamente.

Una vez se va, Keith esboza una insinuante sonrisa.

Keith: Si él no es tu novio, ¿puedo pedirte yo que vayamos luego a por unas copas y cerramos el contrato de una forma más íntima?

Noel sonríe, pero Eyre no hace más que tomar un sorbo de su café, al tiempo que su expresión se hace fría.

Keith: No te creas tanto, era una broma.

Eyre sigue en silencio.

Noel desvía la mirada hacia su café.

Keith: Lo que sea. ¿Podemos ver el piso?

Eyre recompone de la nada su mirada amable de ojos castaños.

Eyre: Sí, en cuanto me termine el café.

Keith: No me gusta el café negro.

Eyre: Entonces no lo bebas.

Su voz es dura, cortante a pesar de tener esos ojos tan alegres.

Por ello parece que su personalidad y su aspecto están en completa discordia, y no solo para los dos chicos, sino para casi cualquiera que la conoce.

Los minutos pasan, silenciosos.

Noel tampoco toca el café.

Cuando Eyre termina, se levanta y les indica que la sigan.

Keith: ¿Y los cafés?

Eyre: Has tenido todo este tiempo para beberlos.

Keith la mira indignado.

Keith: El dinero. ¿Es que vas a irte sin pagarlos?

Eyre: Estaban pagados desde el principio.

Y los tres, en silencio, marchan.

Eyre delante, con semblante tranquilo, seguida de Noel, con una media sonrisa en su rostro, y por último Keith, que va guardando las distancias, aún con expresión irritada.

Sin ellos saberlo, está a punto de empezar algo que convertirá sus vidas en la más típica comedia romántica de todos los tiempos, una que jamás olvidarán.

Desayuno para tresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora