Primera noche

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Eyre abre la puerta con sigilo.

Son las tres de la madrugada del ya domingo.

Las luces están apagadas y ella las enciende sin miedo, dando por supuesto que Keith y Noel deben estar durmiendo en sus habitaciones.

Hace menos de dos días que se conocieron, y hoy empieza su convivencia.

Según los mensajes de texto que se fueron enviando, Keith se instaló la mañana del sábado, Noel, en la tarde del mismo día, y Eyre, que tuvo que ocuparse de unos trámites de matrícula a la universidad, llega ahora, con una gran maleta de un morado oscuro y dos enormes cajas de cartón que tiene que transportar por turnos, dejando siempre una atrás.

Coge una de las cajas y se dispone a subir las escaleras con ella a cuestas.

Pero, al llegar a la puerta de su habitación, la de Keith se abre casi al instante.

Keith: Buenas noches, niña de papá.

No la había llamado así desde ese momento en el balcón, aunque tampoco hayan hablado mucho más desde entonces.

Eyre: Buenas noches, Keith.

Su voz suena tan fría como siempre, pero sus ojos sonríen, sus ojos parecen decirlo enserio.

Keith: ¿Quieres ayuda?

Eyre se le queda mirando, dudosa.

Por lo poco que le conoce, nunca se habría imaginado que fuese capaz de una proposición tan amable.

Pero, no piensa rechazarla solo por las primeras impresiones.

Van a estar viviendo juntos por, en principio, tres años, así que les conviene conocerse y llevarse bien.

Eyre: Claro.

Sonríe con una preciosa sonrisa, siempre tan en contraste con esa voz seca.

La cara de Keith enrojece sin que pueda ocultarlo.

Quizá por la sorpresa de tan inesperada expresión en una chica a la que tenía por fría y soberbia, quizá porque verdaderamente se ha quedado prendado de esa curvatura rojiza y ese brillo almendra en sus ojos entrecerrados.

Eyre se ríe sutilmente, acostumbrada a esa clase de reacciones.

Ambos bajan en silencio las escaleras, yendo, incómodamente, uno al lado del otro, a veces acelerando ella para no entorpecerle, a veces acelerando él porque Eyre ha vuelto sin querer a quedar a su lado.

De algún modo, ese pequeño tramo se hace eterno.

Y en el pecho de Keith late algo, algo que quiere apaciguar, sin lograrlo.

Eyre, por el contrario, está completamente tranquila, como siempre, aunque mantiene viva esa sensación que le provocó el encuentro con los dos chicos ese viernes.

Al llegar abajo, ella carga con la última caja, y él, con la maleta.

Antes de volver arriba, se miran, como decidiendo quién debería empezar a subir.

Al final, con burlesco gesto de caballero, Keith le indica que se adelante ella, a pesar de que en el fondo no tiene para nada ganas de resultar gracioso.

Keith: ¿Qué cojones pasa conmigo?

Pero lo susurra, y ella ya ha empezado a subir, así que no hay respuesta alguna.

Una vez lo han dejado todo en la habitación de ella, Keith no puede evitar invitarla a fumar al balcón.

Eyre: ¿Fumas?

Desayuno para tresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora