Distancia

5 1 0
                                    

Si en una semana tantas cosas habían ocurrido en el amplio piso del octavo donde los tres conviven, el mes que sigue es totalmente carente de eventos. No más competiciones, no más miradas y sonrisas, no más cigarrillos compartidos en el balcón, y por supuesto no más sexo.

Keith sigue con su rutina de escaparse por la madrugada y pasar el día en la universidad o la biblioteca, ligando con chicas de todo tipo pero lo más alejadas posibles de todo lo que Eyre representa.

Eyre a su misma manera, yendo con amigas, yendo a bares, utilizando y dejándose utilizar. No se siente ya capaz de hacerle frente tampoco a Noel.

Eyre sabe que llevaba razón cuando dijo que los hombres eran muy simples hasta que les conocía fuera del sexo.

Las confesiones de esa mañana un mes atrás la habían descolocado por completo. Ni Keith ni Noel son ya nada parecido a lo que ella les había creído. Keith carga con mucho más dolor del que ella habría pensado. Y Noel con mucha más experiencia y madurez, para bien o para mal, como él mismo había señalado.

Estos dos nuevos desconocidos la aterrorizan ahora. Rehuye de ellos ya no por enfado sino por verdadero miedo de la complejidad que una relación con sinceridad representa. Esa pequeña muestra bastó, no se siente capaz de más.

Noel por su parte lleva la misma vida de siempre. Va a clase por la mañana, vuelve justo terminan, y pasa la tarde solo en el piso vacío. Algunas noches intenta llamar a las puertas de Keith o Eyre, pero nunca responde nadie. Quizá no están, quizá fingen no haber vuelto aún.

Noel no sabe qué quiere que ocurra. No sabe si quiere que se disculpen e intenten volver a ser un piso normal, o si quiere que le den una oportunidad a ese tipo de vida que tanto miedo da a Keith. Él solo quiere complacerles a ambos, volver a verles sonreír. Le da rabia no saber qué preferiría él, pero sabe sin duda que esto, esta soledad, este silencio, este rencor, esto no lo elegiría ni aún si supiese mirar por su propio bien.

No tiene ningún plan para lograr que las cosas cambien, pero sí tiene la esperanza de que algo se le ocurrirá sobre la marcha. Si algo se le da bien es no perder la esperanza.

Hoy, un nublado día de octubre, recibe una llamada de su hermana Courtney.

Courtney: ¿Cómo va todo por la gran ciudad?

Noel: Voy haciendo. ¿Y en casa? ¿Están bien papá y mamá?

De todas sus malas costumbres, la que Noel más odia es la de preocuparse por sus padres, dos personas que le habían abandonado cuando él más les había necesitado. ¿Por qué siguen importándole y sigue incapaz de olvidarse de ellos? Que sean familia no es una excusa suficiente. Noel no cree en esos lazos de sangre que tanto importan a la sociedad. Una familia son experiencias, es amor, es apoyo. Y él nunca ha tenido de eso salvo por parte de Courtney. Courtney es su única familia de verdad.

Courtney: Te llamo por ellos... Le han encontrado cáncer a mamá. No tiene buena pinta, dicen que tiene metástasis. Sé que te hicieron daño, pero te conozco, y también sé que no querrías que te lo escondiese. La semana que viene empieza con la quimioterapia. Lo siento mucho, Noel...

La voz de su hermana suena apenada, pero no por el cáncer de su madre. Es una pena dirigida a su hermano mayor. Sabe que le está poniendo en un compromiso contándole eso, sabe que le está obligando a preocuparse una vez más por personas que no se preocupan por él.

Noel no sabe qué responder. Pasan largos segundos de silencio.

Courtney: No te sientas obligado a nada, Noel, puedes colgar, si quieres. Simplemente, no me gusta esconderte nada.

Desayuno para tresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora