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El chico de cabellos dorados se armó de valor y se dirigió a la dirección que aparecía en el correo, supuestamente en aquella localización sería el intercambio de mercancía; no podía creerse ese correo a no ser que lo viese con sus propios ojos.

Por otro lado, el joven sicario de ojos escarlata se infiltró en aquella casa en la que su madre entró y siguió de forma sigilosa y prudente a aquellos guardias. Cuando giró en un pasillo notó que ambos escoltas se habían parado en frente de una puerta, probablemente la mujer había entrado en aquella sala.

El joven debía pensar en alguna vía de entrada, esos dos guardias protegían la puerta por la que había entrado su progenitora, por lo que no era una opción. Dirigió su mirada a una de las ventanas más cercanas, esta daba a la calle, cuando se dispuso a encontrar otra entrada vio por aquel cristal algo que no se esperaba, a un chaval de cabellos rubios y ojos dorados.

El chico de dieciséis años había llegado a la localización indicada por el correo, había tardado mucho en llegar tomando en cuenta la distancia y las veces en las que se perdió, su navegador en el móvil no era un muy buen guía.

Finalmente llegó a una gran casa, probablemente la casa más grande que el chico había visto en persona. ¿Ahí se haría algún tipo de intercambio? ¿En un lugar tan llamativo? Sonrió aliviado pensando que seguramente habría malinterpretado alguna palabra y solo se trataba de algún intercambio de trabajo, y que sus teorías solo eran paranoias afectadas por su situación. Cuando llegó a esa conclusión, simplemente asintió hacia sí mismo y se dio media vuelta para regresar a casa.

El de ojos carmesí observaba esa escena horrorizado, no entendía que hacia aquel niño allí, se relajó un poco al ver como el chico cambiaba de opinión y se retiraba del lugar. Pero no tardó en volver a entrar en pánico.

Unos pasos se escucharon detrás del joven rubio, este se giró para observar de donde provenían, un guardia del lugar se acercaba a él.

—Perdone, ¿puede identificase? —interrogó aquel Guardia que esperaba algún tipo movimiento del contrario para desenfundar su arma.

—Ah, perdone, soy Zenitsu Agatsuma, pero ya me —el joven fue cortado en medio de su explicación —.

—¿¡Agatsuma!? ¡Perdone señor, no le reconocí! Supuse que era alguien con más edad —susurró esas últimas palabras —.

Antes de que el chico pudiera explicarse o negarse a nada, el guardia ya le estaba arrastrando al interior de aquel edificio.

Los nervios eran visibles en el rostro del joven con cabellos plateados, se estaban llevando al chico de orbes dorados sin motivo aparente para él.

Ahora tenía dos opciones, tratar de encontrar la forma de entrar a la sala donde se encontraba su madre o encontrar al niño que había sido arrastrado al interior del lugar.

Hired AssassinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora