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El joven de ojos carmesí estaba bastante nervioso, el lugar donde acordó quedar con su padre era la dirección de una casa, probablemente se habrían mudado.

Su rostro estaba totalmente tapado por una mascarilla negra y gafas de sol, no iba a dejar que su padre le reconociera, no al menos hasta que se aclarara todo y pudiera volver a casa tras pagar el dinero correspondiente.

Caminaba a paso apresurado por las calles de aquella ciudad, no tenía tiempo para perder. En cuanto llegó al fondo de una calle, en la cual solo había un casa de piso único, se paró en seco y sacó su teléfono móvil para observar nuevamente la dirección, no se había equivocado, ese lugar era el correcto.

Se acercó más y abrió la pequeña puerta de metal, que al parecer estaba oxidada ya que hizo un chirrido de forma exagerada, que conducía al jardín de aquella aislada casa. Se aproximó a la puerta que conducía al interior del hogar y la golpeó dos veces con sus nudillos.

No pasó mucho tiempo hasta que aquella puerta se abrió dejando ver a un hombre de unos sesenta años aproximados, este la abrió de par en par y se quedó frente a frente con el joven.

El de mayor estatura evitó la mirada contraria, no quería que averiguara su identidad, no por el momento al menos.

—¿Quién eres y qué es lo que quieres de mí? —comenzó a hablar el hombre de mayor edad después de fallar a la hora de intentar identificar al otro sujeto.

—Soy de 'los pilares', específicamente uno de los sicarios, he venido a hablar acerca de un encargo que realizaste recientemente —sentenció el otro aún sin hacer contacto visual, sus manos estaban en los bolsillos de su pantalón y su mirada estaba fija en las plantas trepadoras que había por las paredes de la casa —.

El hombre que se encontraba dentro de la casa mostró una mueca de confusión en su cara, nada de lo que decía el contrario tenía sentido para él.

—Ya os debo mucho dinero, no sería tan bobo de contratar a uno de los tuyos —dijo mostrando enfado en su expresión —¿Para qué lo haría? ¿Para deber más? No gracias —comentó sarcásticamente —.

Ahora el asesino era el que estaba confundido, conocía perfectamente a su padre y sabía que no estaba mintiendo, además de que en sus palabras no faltaba la razón, no querría deber más a aquella mafia.

—¿Su mujer quizás? —cuestionó el joven tratando de descartar, su madre nunca a tenido que ver nada con aquellos negocios, pero era su única familia aparte de su padre.

—¡A ella no la metas en esto! —gritó, asustando levemente al contrario —¡Ya os dije que no metáis a mi familia en esto, y aún así os llevasteis a mi hijo! —exclamó nuevamente con toda la rabia que no había soltado en años.

El chico estaba bastante sorprendido por aquella reacción, aunque la comprendía perfectamente. Cada vez todo tenía menos sentido para él, ¿en verdad aquel sicario le mintió?

Sin decir una palabra el mafioso se dio media vuelta y comenzó a caminar dándole la espalda a aquella casa y a su padre. Su vista estaba clavada en el suelo, lo único que podía ver era el asfalto y sus propios pies.

El chico de ojos dorados aprovechó que su abuelo se había marchado al hospital para aclarar el tema de la autopsia y del velatorio para entrar en su despacho.

Una vez dentro de este, comenzó a buscar cualquier tipo de información que pudiera conectarle a alguna mafia o algún tema ilegal. Sacaba documentos de todos los cajones que había y los miraba rápidamente por encima, sabía que su abuelo tardaría en regresar, pero también había muchos papeles en aquella sala.

Encontró un documento que le llamó la atención, este estaba sellado con el nombre de su banco y se podía ver como una gran cantidad de dinero había sido transferida a su cuenta. Zenitsu continuó leyendo, pero no encontró nada que pudiera darle una pista de donde era ese dinero.

Al no encontrar más información en papel decidió encender el ordenador e investigar ahí. La contraseña no fue muy difícil de adivinar, su fecha de nacimiento.

Entró en el correo y comenzó a revisar cada uno de ellos en busca de algo que le diera un hilo del que tirar. Muchos de estos eran correos del Instituto informando acerca de retrasos o faltas de asistencia del rubio; otros eran de páginas y aplicaciones en los que se había registrado, nada especial.

Pasó por su mente buscar en la parte de correo basura, solo para comprobarlo al cien por cien que no había nada. Pasó un buen rato bajando y bajando en aquella pestaña, todos los correos eran spam, anuncios y propagandas.

Entre la multitud de basura resaltó un mensaje, el nombre del remitente y el asunto eran lo que parecía ser un código que él no lograba descifrar. Ante la curiosidad que le provocó aquello, abrió el correo.

Hired AssassinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora