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Pasó la noche en vela esta vez sin que ningún recuerdo le devolviera el sueño. Estaba tumbado en su cama con su antebrazo apoyado en su frente mientras miraba al techo.

Deseaba con todo su ser que su abuelo no se diera cuenta de aquella falta de dinero.

No lograba calmarse por lo que, sin hacer ruido, salió de su casa para dar un paseo en la noche.

Obviamente no iba a ir desarmado, cogió unas tijeras de coser que había en una caja de galletas en su casa para prevenir futuros lamentos.

Un abrigo negro, pantalón del mismo color y una bufanda amarilla con triángulos blancos eran las prendas que lo resguardaban de aquel frío de madrugada.

A pesar de que había salido a pasear para relajarse, no bajaba la guardia en ningún momento.

No consiguió calmarse en esos treinta minutos en los que estuvo caminando por su barrio. Por lo que, cansado de andar, decidió volver a su caliente y seguro hogar.

Caminaba con la vista en el suelo, sus manos comenzaron a enfriarse, por lo que las guardó en sus bolsillos. Al meter su mano derecha en ese bolsillo del abrigo, su mano hizo contacto con aquel frío metal de las tijeras, un escalofrío recorrió su espalda ante el contacto y al haber escuchado unos pasos detrás de él.

Los pasos eran bastante lejanos, pero el chico se puso en total guardia y empuñó aquella 'arma' aún dentro de su bolsillo.

Giraba levemente la cabeza para así intentar mirar de reojo a la persona que se aproximaba a él. Pero no logró verla debido a que no quería hacerse notar mucho a la hora de girar su cabeza.

Fijó nuevamente su vista hacia el frente y apresuró su paso. Los pasos tras de él también se apresuraron. El de ojos dorados, al haber vivido aquello antes, decidió comenzar a correr tanto como su cuerpo lleno de adrenalina le permitía.

Tras dos calles de carrera, se paró en una esquina a retomar aire, el oxígeno que pasaba por sus pulmones era extremadamente frío y le hacía sentir pinchazos en el pecho.

Al retomar de nuevo el aire y al no escuchar más pasos decidió caminar de nuevo. Seguramente no habría nadie que caminara detrás de él, seguramente solo era su imaginación jugando le una mala pasada.

No se escuchó nada, ningún ritmo cardíaco, ningún paso, ninguna respiración; pero aún así alguien tomó el hombro del rubio haciendo que este detuviera su caminar y su pulso se acelerara.

Sacó torpemente las tijeras de su bolsillo y, mientras temblaba, se giró hacia la persona detrás suya apuntándole con las tijeras mientras sus ojos se cristalizaban.

—Es un poco estúpido de tu parte, ¿no? —vacilaba la voz no tan desconocida para Zenitsu.

Al escuchar aquella ronca y divertida voz, todo el mundo de Zenitsu se le echó encima y, automáticamente, subió las tijeras que sostenía a la altura de la cabeza del contrario.

—No voy a dudar en usarlas —decía tartamudeando y temblando tratando de no llorar —.

—Relájate, no he venido a hacerte daño, solo a avisarte —decía riendo el mayor sosteniendo la punta de aquella arma —. ¿No te das cuenta de qué hay un conocido tuyo que ha contratado a un sicario para matarte? —dijo riéndose de la expresión de temor del menor —Esa persona podría contratar a otro sicario, o venir directamente a matarte, solo estoy aquí para avisarte. Después de que me des el dinero no tendré nada que ver contigo —añadió cambiando su expresión a una más sería —.

—¿Y por qué me estás avisando de esto? —dijo retirando el arma aún temblando.

—Porque sería un problema que te fueras al otro barrio sin que me dieras mi dinero —dijo riéndose de nuevo del menor —.

El rubio tragó saliva, si lo que decía era cierto, el mayor se encargaría de mantenerlo vivo hasta que le diera su paga correspondiente.

—¿Entonces estás diciendo qué serás como mi guardián hasta que te pague? —decía sonriendo tratando de ocultar su miedo a pesar de que sus ojos siguieran cristalizados.

El albino sonrió con irritación, aquel joven era astuto, más de lo que él imaginaba en un principio.

—¿Y qué harás con esa información, señor gelatina? —decía burlándose de la forma en la que temblaba.

El de ojos dorados se ofendió durante unos segundos por el mote, pero enseguida lo ignoró. Pensó en la pregunta que le hizo aquel sicario.

—Nada, de momento solo tengo seguro que no moriré ni por ti ni por otros —contestó mirando fijamente al rostro oculto del de cabellos plateados —.

El de ojos carmesí cortó el contacto visual con el joven, le dio la vuelta al menor y empujó su espalda.

—Te veo capaz de caminar por lugares peligrosos solo para hacerme las cosas más difíciles—comentó irritado empujando al de mechas anaranjadas —, te acompañaré a tu casa para asegurarme de que no te has muerto por el camino —añadió mientras caminaba a un lado del joven —.

Zenitsu no se preguntó el porque el contrario sabía su dirección, suponía que al ser un sicario sabría muchas cosas de él.

—Supongo que aunque te pregunte no me dirás quién te ha contratado, ¿verdad? —cuestionó el rubio mientras suspiraba en sus manos para intentar calentarlas.

—Soy como tu guardián, no tu sirviente, señorito —dijo irritado con ganas de golpear al menor —.

El rubio rió levemente ante el apodo que le puso el mayor, ya no temía por su vida al lado de aquel hombre, solo debía preocuparse de pagarle y nada le pasaría.

—¿De qué te ríes, mocoso? —preguntó mientras se comenzaba a enojar el asesino.

—No es nada, solo me recordó a un antiguo amigo ese mote —decía cambiando su sonrisa divertida a una nostálgica —.

—¿Antiguo, qué pasó, se murió? —preguntó tratando de sonar sorprendido.

—Bueno, algo así —respondió levantando los hombros —.

—Pues bueno uno menos, ya ves —comentó mirando hacia otro lado tratando de sonar indiferente —.

Aquel comentario enfureció bastante al rubio, pero sabía que a pesar de que el otro tratara de mantenerlo con vida, si lo enfadaba podría acabar con su vida allí mismo.

Apretó sus dientes y puños mirando al suelo mientras pequeñas lágrimas caían de sus brillantes ojos.

Uzui sintió un escalofrío recorrer todo su cuerpo. Pasó tantos años protegiendo a aquel niño y ahora era él el causante de sus lágrimas.

Los ojos carmesí dirigieron su mirada al cielo nocturno, ¿cómo había llegado a esa situación? Se preguntó el joven de 23 años.

Hired AssassinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora