Parte III: Hacer lo Correcto

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- Es una locura y lo sabes, es un viaje de más de diez horas hasta aquí – dijo Valentina sonriendo sobre sus labios mientras la morena hacía lo mismo. Ninguna se atrevía a abrir los ojos para no romper el encanto del momento.

- Lo tengo muy claro, pero por un beso como este iría a la luna mil veces – respondió finalmente abriendo sus ojos para buscar el azul de la mujer frente a ella. Conectaron sus miradas que se fundieron en un intento por entender que era aquel sentimiento que les atravesaba el alma como un rayo despiadado que les nublaba la razón y derrumbaba sus barreras. Aquella sensación en su ser no podía ser normal, nunca lo habían experimentado. Era abrumador, sorpresivo, distinto, inesperado. Era tantas cosas que no lo podían poner en palabras, solo escuchaban sus corazones martillándoles el pecho.

- Tampoco pude dejar de pensar en ti ni un segundo, no sé qué pasa con todo lo que provocas en mi – habló la castaña con sinceridad – Nunca me sentí de esta manera, es como si te conociera de toda la vida. Como si tuvieras un lugar en mi vida desde antes, es de locos esto la verdad – se apartó de Juliana y volvió su mirada al río en un fallido intento por calmar el nerviosismo que la invadía por tenerla cerca. Sus recuerdos más dolorosos hicieron acto de presencia en su mente lo que produjo en ella miedo e inseguridad.

- Me pasa lo mismo Valentina – reconoció con voz temerosa acercándose a ella nuevamente – Hasta hace unos días mi vida estaba normal, envuelta en mi trabajo y mis proyectos. Ahora todo está patas arriba – la ojiazul la miraba confundida intentando entender su comentario – no sé cómo encajar todo esto. Lo único evidente es que el pequeño demonio con alas tiene razón... – justo en ese instante Cupido hacía, hasta el momento, la más sorprendente de sus apariciones y el corazón de Juliana se sobresaltaba como nunca.

- Señorita, ¿sería tan amable de ayudarme a atar mis zapatos, por favor? – dijo Cupido con una encantadora e inocente sonrisa y mirando fijamente a Juliana cuyo rostro se tornó pálido ante la sorpresa. La mística criatura se hacía pasar por una niña en apuros que jugaba por los alrededores.

- Juls, ¿no le vas a ayudar a atar su calzado? – se escuchó la voz de Valentina que la sacaba de su estado perplejo.

- Si, por supuesto – respondió mientras se encaminaba unos pocos pasos hasta la pequeña- ¿Qué demonios haces aquí? – reclamó la morena en tono bajo, con los dientes apretados y cara de pocos amigos.

- Solo vengo a recordarte que no le puedes contar de mi existencia – dijo la criatura – solo tú me puedes ver con mis alas y saber que me encuentro desterrada de mi hogar – hablaba casi en un susurro para que la ojiazul no escuchara su conversación.

- No pensaba contarle nada, si lo hiciera probablemente llamaría a la policía y me encerrarían en un manicomio – dijo mientras terminaba de atar los zapatos de la pequeña.

- Más te vale – sentenció – Tenemos muchas cosas en juego y no podemos echar todo por la borda, así que controla tu lengua y lo que dices. Recuerda que ya Valentina te ama, lo ha hecho desde siempre, solo tiene que descubrirlo una vez más. Busca dentro de ti todas las respuestas, tú la conoces mejor que nadie – aconsejó antes de agradecer y despedirse con un gesto de sus manos.

- Muy simpática la pequeña, ¿no crees? – dijo Valentina mientras la veía regresar con el resto de pequeños que jugueteaba con las palomas alrededor.

- Si, un encanto de niña – respondió con sarcasmo, pero por suerte la castaña no pudo percibirlo.

- Antes de que la pequeña apareciera me estabas diciendo algo... - dijo la castaña intentado volver a retomar la conversación.

Flechazo de CupidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora