Flechazo de Cupido

Parte XI: El cuento de Amor Perfecto de Juliana & Valentina.

Los tres meses siguientes fueron una especie de luna de miel para Juliana y Valentina, pasaron la mayor parte de sus ratos libres juntas paseando por la ciudad, leyendo, visitando lugares emblemáticos, conociendo amistades de la modelo y acompañándola a sus compromisos sociales. Por las noches, se alternaban entre el hotel de la diseñadora y el departamento de la ojiazul, pero siempre juntas disfrutando del placer de dormir una en brazos de la otra. Y, obviamente, de satisfacer sus deseos sexuales que parecían no mermar en ningún momento.

Cada día se conocían más y mejor, se sentían más cómodas y completas. Empezaban a ser capaces de hablar de cualquier tema, personal o profesional, de aconsejarse y, sobre todo, de imaginarse un futuro juntas. Si bien la morena era la que iba un paso adelante en ese sentido, a la ojiazul no le parecía desagradable, muy por el contrario, disfrutaba de escuchar sus planes. Le resultaba tierno, y divertido a la vez, la manera en que cuidaba su selección de palabras como si tuviera miedo de asustarla por ir tan rápido. La verdad es que las cosas llevaban un ritmo exorbitante, pero ambas lo manejaban muy bien y lejos de sentir pavor, estaban contentas con el resultado. Se tenían y es lo único que les importaba.

Las palabras mágicas, te amo, llegaron una noche mientras hacían el amor. La morena no pudo contener sus impulsos y las dijo sin darse cuenta, solo salieron de manera inesperada lo que ocasionó que la castaña se quedara sin palabras y, nerviosamente, tuviera que recurrir a la pasión para no verse obligada a responder. No porque no lo sintiera sino porque tenía pánico de estarse equivocando y que la fueran a lastimar nuevamente. Esto dejaba mil dudas en el pensamiento de Juliana. Sin embargo, ella no quería presionarla, deseaba darle su tiempo y que las cosas fueran a su ritmo, lo cual no impedía que se sintiera tonta por haber confesado la profundidad de sus sentimientos de manera tan intempestiva.

- Tengo un plan que no puede fallar – dijo Cupido apareciendo junto a la diseñadora que aguardaba en el portal de su novia para ir a visitar algunos apartamentos pues había decidido que ya era hora de dejar su hotel y buscar donde residir de manera permanente.

- ¡No me interesa! – respondió la pelinegra de forma cortante.

- Pues debería porque es la estocada final para que Valentina te diga que te ama – dijo sonriente, estaba segura de que su plan no fallaría.

- Lo dirá cuando esté lista, no antes ni después – estaba convencida de esperar a que saliera de su novia expresar lo que llevaba dentro, solo necesitaba paciencia – Así que no hagas nada, por favor. O me veré obligada a arrancarte las alas y ya sabes lo que quiero hacer con ellas – se miraron fijamente, como desafiándose.

- ¡Como digas! – respondió y desapareció, pero por supuesto que no dejaría de lado su plan. De hecho, ya estaba puesta en marcha, de acuerdo con la premisa del amor si ves a tu ser amado en peligro tu primera reacción es decir que le amas así que el plan era precisamente que la vida de la diseñadora estuviera un poquito al borde.

Esa misma tarde, mientras caminaban por la ciudad, Juliana fue atropellada "accidentalmente" por una persona en una bicicleta que lejos de detenerse a ayudar se dio a la fuga. El golpe que recibió en la cabeza era fuerte lo que ocasiono que perdiera el conocimiento y tuviera que ser atendida por el SAMUR. Dos raspones en sus brazos, un fuerte golpe en el coxis y la espalda y siete puntadas en su frente fue el resultado del plan fallido de Cupido.

Y decimos fallido porque, a pesar de que Valentina sintió que se moría al verla desmayada sobre el pavimento no fue suficiente para decir las palabras que llevarían de regreso a la pequeña criatura a casa y calmarían la ansiedad de la morena dejándole saber que sus sentimientos eran correspondidos.

- Lo siento Juliana – se disculpó Cupido al verla toda golpeada, sintió culpable por lo que había ocasionado.

- No puedo creer que seas tan egoísta como para hacer algo así – respondió la pelinegra – Me pudieron haber matado.