Parte V: Primeras Citas...

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La velada entre la modelo y la diseñadora transcurrió de manera amena y, hasta cierto punto, divertida. Se hacía evidente para la castaña que la morena no disfrutaba del todo el ambiente en que se encontraban, sin embargo, eso no fue impedimento para que ambas degustaran una deliciosa cena mientras conversaban de sus vidas y próximos proyectos. Valentina intentó sonsacar a Juliana para que le revelara algunos secretos de su esperadísima nueva colección, pero la morena se negó alegando que solo se los diría si aceptaba modelar en su pasarela el día del lanzamiento. Desde allí empezó el flirteo descarado entre las dos, miradas sugerentes, sonrisas sonrojadas, mordidas de labios, frases provocadoras y con doble sentido. Las dos jugando con fuego, pero dispuestas a quemarse si fuera necesario.

Juliana sabía que, muy probablemente, de aquella noche dependía todo lo que ocurriría entre ellas. Estaba hipnotizada y fascinada por una Valentina desinhibida y coqueta que no hacía más que provocarla y disfrutar de verla sonrojarse. El corazón en su pecho se mantenía galopando a ritmos insospechados, repleto de esa sensación de plenitud que solo sientes cuando estás cerca de tu persona en la vida. Cupido tenía razón, eran almas gemelas que se pertenecían, pero cómo hacer para que la ojiazul lo entendiera, para que se diera cuenta que entre ellas había más que pasión y deseo. Había amor del bueno, del más puro, del que solo se vive una vez. Estaban conectadas por un pasado, por un presente, por un futuro.

Valentina estaba perdida en la belleza y la simpleza de la pelinegra, esa mezcla de niña y mujer le atraía y provocaba en ella el revoloteo de cientos de mariposas en su estómago. Parecía mentira que, en un mundo tan frívolo como al que pertenecían, Juliana conservara esa humildad e ingenuidad que demostraba en todo momento. Esa mujer era distinta a todas las que había conocido antes, era especial, tierna, sin pretensiones, directa sin dejar de ser sutil. Lo que generaba en ella tenía olor a locura, pero con sabor a gloria, a decisión correcta, a futuro. Aun en contra de todas sus alarmas y su doloroso pasado podía sentir en su interior que la pelinegra no mentía, que sus palabras provenían del alma. Sin embargo, no estaba preparada para confiar del todo, para entregarse, para arriesgarse.

Tras terminar la segunda botella de vino decidieron que era el momento de concluir la velada, empezaron a caminar hacia la limosina que aguardaba por ellas para llevarlas al departamento de la modelo y una vez dentro la castaña hablo con una divertida sonrisa dibujada en su rostro.

- Agradezco el esfuerzo que hiciste durante toda la velada – dijo ladeando su cabeza para encontrar los ojos de la morena guapa.

- ¿Por qué dices eso? – preguntó Juliana extrañada por el comentario y sintiendo como los nervios hacían acto de presencia en su cuerpo nuevamente – Ha sido maravilloso poder platicar contigo y conocerte un poco más. Era lo que deseaba hacer al venir aquí y pedirte una cita – se sonrojó ligeramente ante sus propias palabras.

- Tranquila Juls – quiso explicarse mejor. Colocó su mano sobre la de la morena que yacía sobre el asiento - No me refiero a eso – sonrió levemente – Quise decir que es evidente que tienes un estilo más sencillo, menos rebuscado, no te van los restaurantes repletos de personas adineradas y estiradas que parecen estar de mal humor todo el rato – ambas se carcajearon ligeramente antes de volver a mirarse fijamente con cierta ternura.

- ¡Perdón! Si eso te incomodó de alguna manera, no ha sido mi intención – se disculpó Juliana – Es solo que prefiero las cosas más simples, los espacios más libres donde puedes ser tu misma, sin poses y normas que le quitan la diversión a todo. Espero que no te molesten mis comentarios, respeto la manera en que cada uno disfruta la vida – una sonrisa se dibujó en la cara de la castaña lo que le dejo saber que le gustaba su manera de razonar.

- A ver señorita Valdés, si hubieras elegido tú ¿a qué lugar me habrías llevado en nuestra primera cita? – preguntó sonriente y con su mirada puesta en los ojos de la pelinegra.

Flechazo de CupidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora