Capítulo XXIII

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-Otra vez, levántate- dije enojada mirando a Melier que intentaba con todas sus fuerzas controlar los cuatro elementos en consonancia; desde aquel día en el que había creado y dado vida a una nueva criatura, un extraño vinculo fraternal empezó a c...

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-Otra vez, levántate- dije enojada mirando a Melier que intentaba con todas sus fuerzas controlar los cuatro elementos en consonancia; desde aquel día en el que había creado y dado vida a una nueva criatura, un extraño vinculo fraternal empezó a creerse con el hermano de Abadon; tenía esa absurda necesidad interna de siempre velar por su seguridad.

-Joder Cassandra no puedo- dijo él en medio de un suspiro de frustración- no sé cómo le haces- dijo mirándome fijamente y con mueca severa me acerque.

-Nadie dijo que sería fácil Melier- dije agachándome para quedar frente a su rostro y apartar las manos que lo cubrían- pasaran meses hasta que seas un guardián en todo el sentido de la palabra- dije con una sonrisa cómplice- no puedes rendirte sin intentarlo.

-No sé si lograre estar a tu altura algún día- dijo él con esa mirada triste- no quiero decepcionarte- me explico.

-Entonces no te rindas- le pedí- ya has trabajado mucho, ve, descansa y tomate este fin de semana para estar con Abadon- le dije- solo te falta aprender a controlar todos los elementos al mismo tiempo- dije para felicitarlo y que no se desanimara- deja de atormentarte.

Melier se había esforzado mucho, sus conocimientos de su vida anterior como ángel y demonio le habían ayudado a avanzar muy rápido en su entrenamiento, ya podía decirse que era un cazador en tan poco tiempo y solo sus nuevos y relucientes poderes con la naturaleza le costaban manejarlos.

Él asintió levantándose del suelo y despidiéndose de mi con un beso en la mejilla; yo había completado mi entrenamiento, y ahora me encargaba de entrenar al hermano de Abadon, de disfrutar de mi relación, mi trabajo y de cuidar de la pequeña Elisa, la pareja de mi padre Lucifer, en el mundo humano esto se consideraría como pedofilia, al un hombre estar enamorado de una pequeña niña.

Pero mi padre respetaba a la pequeña Elisa, estaba a su lado como si fuera un familiar más, respetaba sus etapas de crecimiento y jamás se aprovecharía de una pequeña, hasta que ella tuviera la edad correcta; de la misma manera yo lo había hecho con Travis y Connor, jamás me aproveche de su inocencia y a pesar de lo mucho que me había dolido su partida al mundo humano, hoy sentía que había sido lo mejor para todos.

-Buenas, buenas - dijo Travis apareciendo por la puerta del lugar con su uniforme de cazador, él había estado solucionando algunos problemas lejos de Azaurus y yo me había dedicado a cuidar de esta dimensión, de quienes la habitaban y de entrenar a mis pupilos- ¿Dónde está la mujer de mi vida? - dijo él con esa sonrisa moja bragas que hacía que mi cuerpo vibrara de felicidad, solté todo lo que tenía en mis manos y corrí para lanzarme a sus brazos.

-Mi amor- dije aferrándome a su cuerpo con felicidad- creí que regresarías la otra semana- dije apartando mi rostro de su cuello y mirándolo fijamente, él se acercó a mis labios y me robo el aire con sus insistentes besos.

-No pude estar más tiempo sin verte- dijo apartándose de mis labios y llevando su boca hasta mi cuello, en donde estaba su marca, sentí como dejo algunos besos y soltaba algunos gruñidos al escuchar mis silenciosos gemidos- debo detenerme o hare cosas que no debo en este lugar- dijo en un susurro sobre mi cuello, me reí de sus comentarios y me bajé de su brazos.

Tormentoso PasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora