cap: №2

1.3K 131 144
                                    

Iba completamente tranquilo a la tienda de convivencia, se había quedado solo en casa, y por desgracia, sus padres escondían las galletas y todo tipo de golosinas, así que, con todo su esfuerzo, sacó de sus ahorros y salió para calmar su hambre de galletas.

—¡Hey!, ¡chico cliché!— escuchó aquel llamado, él, por curioso, se dió vuelta y cruzó miradas con el pelinegro de la pista.  —Hola, chico cliché— saludó con una sonrisa. 

—Y-yo yo, eh ho-hola— a duras penas pudo saludar, ese chico lo ponía bastante nervioso.

—¿Cómo estás?— le preguntó mientras se unía a él su caminata.

—B-bien, ¿tú?— no sabía la razón, pero el chico le sonreía ampliamente.

—Excelente, ¿puedo saber tu nombre?.

—Soy Nakamoto Riki, pero no me gusta, prefiero que todos me llamen Niki— contestó algo nervioso.

—Lindo nombre y precioso apodo, te sienta bien, por cierto, soy Seo Sunghoon o, Moon Sunghoon, mucho gusto, chico cliché— bien, entendía que le llamara así al principio, pues no sabía su nombre, ahora que lo sabía, seguía con ese apodo.  —Me gustaría invitarte a patinar, pero por lo que vi, no sabes— se tapó la cara avergonzado.  —Puedo enseñarte si quieres.

—¿Enserio?— el alto asintió.  —Está bien, ¿tu novia no asiste allí?, podría ponerse celosa, pensándolo bien, mejor no, no quiero problemas— soltó una pequeña risa, Niki notó el pequeño rubor que se apoderó de sus mejillas.

—No te preocupes, no tengo novia, y jamás la tendría.

–así que eres de esos, puerco– pensó el bajito.

—¿Por qué?— cuestionó curioso.

—No me gustan las chicas— su corazón brincó de emoción por un segundo.

—Oh, pensé que eras heterosexual— se cubrió la boca luego de haberle dicho aquello.

—Me lo dicen seguido.  Sólo mis amigos saben lo gay que puedo llegar a ser.

—Mis amigos también— Sunghoon lo miró con una sonrisa.

—¿También eres gay?— se limitó a asentir.  —Tú tampoco tienes pinta de gay, más bien tienes pinta de bebé.

—¡Oye!, ¡no tengo pinta de bebé!— hizo un puchero y se cruzó de brazos.

—Si actúas así, más bebito pareces— Nakamoto, dejando su berrinche para más tarde, se adelantó y alcanzó al chico.  —Un segundo, ¿dónde vamos?.

—Yo iba para la tienda de convivencia, no sé tú— contestó el rubio.

—El destino quiere verte conmigo— se sonrojó violentamente al escuchar a Sung decir eso.  —Yo de igual forma debo ir, mí papá quiere hacerle un pastel a mí hermano por su cumpleaños. 

—Lindo detalle. Hey, ¿Cuántos hermanos tienes?— el alto hizo cuentas con los dedos y pensó bien.

—Mmm, cuatro— respondió al fin.

—Wow, yo tengo tres, y un sobrino— contó.

—Yo igual tengo mí sobrino, lo cuido como si fuera mí hijo cuando viene a mí casa, lo que no pasa muy seguido— desde el inicio, borró su sonrisa, su cara entristeció y bajó la mirada.

—¿Estás bien?— se paró frente a él y le tomó por los hombros.  —Sung, ¿te encuentras bien?— él levantó la cabeza, de su mejilla resbalaba una lágrima.  —No llores porque lloraré contigo.

—Hace más de un mes que mí cuñado no sale de su departamento y ni siquiera mí hermano puede sacarlo, por ello no veo a mí sobrino, lo extraño— Riki abrazó a Hoon, escuchó el primer sollozo y reforzó su agarre. 

—No llores, vamos por un helado, ¿sí?, prometo acompañarte a la tienda y luego a tu casa, incluso si quieres podemos ir a patinar, quizás así te sientas mejor— intentó tranquilizar y controlar las lágrimas.  Él lo entendía, hace más de dos meses no sabía nada de su hermano mayor, y luego de Chenle, él se fue hace ya más de siete meses a vivir en Los Ángeles con su pareja.

—Ya, no hace falta, es cosa de sentirme mejor, andando.

°°°

Niki insistió en ir a la pista, Sunghoon se negó, ya que por la noche sería el cumpleaños de su hermano, y cuando patinaba, perdía la noción del tiempo.

Pero, de todas formas terminó siendo arrastrado por el menor.

—Bien, un pie delante del otro, como si estuvieras caminando, tú no tengas miedo, yo estoy contigo— explicó extremadamente paciente el pelinegro.

—Okay, creo que lo tengo, ya me puedo soltar— Seo hizo caso, lo soltó.  —¡Mira Sunggie!, ¡lo estoy hac— rápidamente lo tomó por la cintura, justo antes de que impactara contra el suelo.

—Ibas bien— soltó una pequeña risita y le sonrió.  —Vamos de nuevo, sé que puedes, riki ricon.

—Cállate, no me llames así— calló el rubio mientras se separaba del cuerpo ajeno.

—Mierda— susurró Sung.  —Debo irme, no sé si llegaré, ¿hay alguien en tu casa?.

—No per—

—Andando entonces, vamos a celebrar el cumpleaños de mí hermano— lo cargó como princesa y patinó con él en brazos, hábilmente le quitó los patines, los guardó, imitó la acción con sí mismo y salieron rumbo a su casa.  —Lo bueno es que vivo cerca de aquí.

—Sí, pero te aviso que le tendré que decir a mis padres dónde estoy, o tal vez a Sungchan— apuró el paso, ya que el de piel lechosa lo dejaba atrás.

—Lo hablaremos más tarde— dijo.  —No llegaremos con tus piernas cortas, sube— frenó y se posó frente al bajito, este dudaba, pero subió de todas formas.  —De verdad que no pesas, y eso que traes una mochila con dos pares de patines.

—Calla y sigue— ordenó. 

—Te digo que soy yo el que manda en las relaciones, Nakamoto Niki— sin que lo supiera, se sonrojó de manera que un tomate quedaba pendejo. 

—¿Ah, sí?, pues fíjate que aquí no, Moon Sunghoon— habló firme.

—Me gusta como queda el Moon, ¿qué opinas?.

—Es uno de los apellidos más bonitos, no recuerdo de quién lo escuché.

—Pues de mi, obvio— el rubio jaló el cabello oscuro de Hoon, este se quejó y eso provocó la risa del chico.  —La risa más delicada que oí en toda mí vida.

—Cállate y sigue caminando.

—Te corrijo, baja que hemos llegado— él bajó y casi cae por el peso de la mochila.  —Bienvenido, es tu casa.

—¿¡Eres tú, Sunghoon!?— gritó alguien desde la cocina.

—¡Sí pa!, ¿¡te molesta que haya traído a un amigo!?.

—¡Corazón!, es la cosa más tierna y chiquita que vi, ¿cuántos años tienes?.

—Tengo catorce— en ese momento, su padre fulminó con la mirada al alto. 

—Que asalta cunas resultaste ser, Seo.

—¡Papá!— Niki rió ante la situación.

—¡Seo, ven a ver a tu hijito!— llamó, el que al parecer, le pertenecía el apellido Moon. 

—¿Qué hiciste ahora, hijo?— cuestionó con calma.

—Nada.  Sólo he traído a un amigo y tu esposo piensa que ya somos novios y soy un asalta cunas.

—Perfectos gustos, Sung, es un niño lindo, nomás no le hagas nada— se retiró tan rápido como apareció.

—Que familia de locos— chocó su palma contra su cara.  El menor sólo estaba ahogando una enorme carcajada.

Cliché Donde viven las historias. Descúbrelo ahora