cap: №11

549 84 18
                                    

—Niki, ¿cómo va todo?, hace demasiado no te veía— el menor seguía en shock, tenía a Lee HeeSeung frente suyo, después de más de cinco meses de no verlo.

—Woah, Heeseung, hace muchísimo no te veo y tampoco te hablo, pero todo muy bien, ¿tú cómo estuviste estos meses?— hablaba aún sorprendido.

—He estado de maravilla— contestó mostrando la bella sonrisa que tenía.    —Jungwon me ha dicho que lo haz dejado de lado por un tal Sunghoon, que cosas, y antes era él quien te dejaba por irse con Jongseong– Niki se sonrojó ante la mención de Sunghoon.    —Vaya, quizás Wonnie no me mintió, por tu sonrojo puedo asegurar de que te ha girado el mundo.

—Créeme que sí.  Así como Sunoo te lo giró a ti, sino aún peor— el de cabellos rojizos rodó los ojos con una sonrisa.

—No creo que se pueda estar peor que yo, realmente me enamoré de Sunnie.

—No estés tan confiado, yo también me estoy enamorando, Heeseung— sacó su teléfono para ver la hora, once y cuarto marcaba esta.  Aún tenía sueño.    —Oye, ¿por qué no quedamos otro día?.

—Me parece perfecto, tú sólo llámame, dime fecha, hora y lugar que ahí estaré— se despidieron con un pequeño abrazo y siguieron caminando por sus lados.

Cuando llegó a su casa, lo primero que hizo fue quitarse el calzado y el abrigo, luego fue a la cocina, el hambre iba a matarlo.  Encontró unas galletas, de quienquiera que sean, no las volvería a ver porque poco le importaba de quién fueran, su hambre podía más que su cabeza, además, tenía ahorros, podía reponerlas más tarde.

Agarró el paquete de la mesa y subió corriendo a su cuarto, ahí se acostó en su cama mientras seguía comiendo, se detuvo a mirar su pantufla como si fuera lo más interesante que el mundo podía brindarle en ese momento.  Luego su vista pasó a la computadora, de esta pasó a la ventana, después a su armario y por último, a sus pies que no se veían, ya que se encontraban cubiertos por una gruesa colcha.
Realmente comenzaba a aburrirse, no podía dormir.  El haberse levantado antes y salir, no lo dejaba volver al mundo de los sueños.

Golpearon su puerta, eso hizo que se asustara, pues sus padres ayer habían ido a la casa de sus tías que recién se mudaban a Corea, los mayores decidieron quedarse allá hasta la tarde del sábado.
Otra vez golpearon.

—Niki— oh, se había olvidado que su hermano vivía con ellos nuevamente.

—Pasa Injunnie— su hermano entró, estaba un poco ojeroso y algo despeinado.  Él se levantó y escondió el paquete de galletas bajo las colchas.   —¿qué sucede Jun?.

—Y-yo, yo quería saber si podrías llevar a Junhyuk a comer fuera— soltó entre dientes.

—Claro que puedo pero, ¿y tú?— el mayor bajó la cabeza y miraba el suelo.

—Jaeno me sigue buscando, no creo que sea conveniente salir para mi, pero Hyuk es un niño y debe salir afuera, no puedo encerrarlo y hacer que vaya únicamente a la escuela, por eso quería saber si podías— respondió mirando todo el cuarto.

—Está bien, lo llevaré al centro comercial y luego al parque, haré que duerma una buena siesta— le guiñó el ojo al castaño mientras sonreía, este se acercó y lo abrazó.

—Muchas gracias, Riki— se apegó más al cuerpo de su hermano, realmente lo había extrañado.

—Papi, tengo hambre— se separaron y voltearon, encontrándose con Junhyuk.

—Ven bebé, vamos que te cambio, el tío Niki te llevará a comer y luego al parque— él continuó sonriendo al ver la tierna imagen de su hermano llevando a su sobrino de la mano.

°°°

Había quedado muerto, eran las tres cuando regresaban, el niño tenía energía, y el que se había ganado la buena siesta, terminó siendo él, y obvio no iba a quejarse, estaba muerto.
Por lo que, cuando llegó, sólo subió las escaleras, se quitó los zapatos y se durmió.  Junhyuk le contaría a Renjun cómo les fue.

Sabía que estuvo durmiendo un buen rato, horas quizás, pero había algo que comenzaba a molestarlo, como si estuvieran haciéndole cosquillas o algo así.

—Ahh, Junnie, déjame dormir, volví muerto del parque, por favor, más tarde jugamos— dijo dormido y tratando de apartar al enorme cuerpo, un momento, ¿enorme cuerpo?, abrió los ojos algo asustado. 

—Hola— saludó entre risas el pelinegro.

—¡Me asustaste!— chilló Niki, golpeó el pecho del coreano y se dió la vuelta, dándole la espalda a este.

—Ya riki ricon, no es para tanto— se paró y apoyó una rodilla en la cama, agarró las manos del japonés y trató de levantarlo.    —Arriba, te dije que pasaría por ti para ir al cine— lo tomó en sus brazos y lo ayudó a levantar.    —Vamos, apura que Jay y Jungwon nos esperan.

—¿Qué?, ¿cómo que nos esperan?— preguntó y se acurrucó contra el alto.

—Pensé en hacer una cita doble, te mandé mensajes, no los leíste pero supuse que no tendrías problemas, como Jungwon es tu mejor amigo y así— contestó mientras apartaba los cabellos rebeldes de la frente de Nakamoto.

—Está bien— le sonrió mirándolo a los ojos, los de Sunghoon brillaban, parecía tener una galaxia dentro de ellos.

—Te quiero— se escondió en el pecho del mayor, podía sentir como su corazón latía sin control.
Había sido el primero en decir te quiero.  Si bien se habían dicho muchas veces un "gracias te amo" pero en forma de agradecimiento, por ejemplo, cuando se pasaban cosas o algo por el estilo.

Esta vez fue más significativo, pues sabía que era real, podía verlo en sus ojos.

—Yo también te quiero— volvió su mirada y chocó con la de Sunghoon.

Se quedaron en silencio por un corto tiempo, no era incómodo, al contrario.  Sólo eran ellos dos en un mundo donde sólo existían juntos.

—¿Y mí beso de buenas tardes?— cuestionó Sung.

—No me lavé los dientes— Moon se hincó de hombros y se acercó.

—Así como tú dijiste, no es muy importante— no le dió tiempo a reaccionar, ya que el coreano lo besó.

—Cuando te bese sin importarle que no te hayas lavado los dientes, ahí es— se separaron rápidamente, en la puerta estaba parado Sicheng.

—S-señor Dong, le podemos explicar, en rea–

—Lo sé todo.

—¿E-eh?.

—Lo supe desde que Riki empezó a salir seguido, no tienen que seguir mintiendo— ambos menores se vieron sorprendidos.    —Además, Riki siempre llegaba con una sonrisa tonta y con un perfume impregnado en lo que sea que llevara puesto, sinceramente, no fue difícil saber que se trataba de ti, porque la vez que viniste, supe que eras tú, Sunghoon, el perfume y la sonrisa tonta que ambos tenían los delató.

—Y Sicheng no es el único que lo sabe— Yuta, quien pasaba por el pasillo y no pudo evitar oírlo todo, entró a hacer de padre celoso.  Podía ser bajito, pero eso no quitaba que fuera muy intimidante.    —Se lo dije a tu hermano, es mí deber decírtelo también— se acercó a la pareja y se giró a su hijo, le guiñó con una sonrisa y miró a Sunghoon.    —Tú le haces algo a mí bebé y no vivirás para contarlo, lo lastimas o aunque sea haces que derrame una lágrima por ti, y te desaparezco, ¿está claro, Seo?.

—S-sí señor Na-nakamoto— los mayores y el rubio rieron a carcajadas de lo nervioso que se encontraba el chico.

—Relájate, no pasa nada— habló Yuta entre risas.    —Oí que tenían que ir al cine, vayan que no les quitamos más tiempo— ambos jóvenes asintieron, Niki entró al baño y Sunghoon fue a ver a su sobrino.

Iba aún temblando, pues la mirada del japonés mayor lo dejó convulsionando de miedo.

Cliché Donde viven las historias. Descúbrelo ahora