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Sonrió al verla saltar en el sofá, su corazón se llenó de alegría al escuchar sus risas. Esa adorable niña estaba haciéndolo cambiar, según le dijo Roy. Y tal vez era cierto, porque últimamente no lastimaba tanto a los criminales y siempre quería llegar rápido a casa después del patrullaje. Inclusive, había ido al supermercado como una persona normal a comprar todo lo necesario para llenar la alacena y que Grace estuviese comiendo más saludable. Y al parecer, el pelirrojo había visto a su amigo arriesgarse menos cuando tenía puesto el traje de Red Hood.

Su sonrisa se desvaneció por completo al verla sentarse en el sillón desanimada. Había notado que ella no podía correr y jugar como los otros niños, pues rápidamente perdía las fuerzas. A veces sus ojos azules se entristecían al ver como los niños en el parque jugaban sin miedo alguno, pero ella debía ser muy cuidadosa, porque estaba enferma.

—¿Qué ocurre? ¿Por qué esa cara? —preguntó el mayor tomando asiento a su lado.

—No es nada —contestó tratando de sonreír.

—Grace —dijo exigiendo saber la verdad.

Sus ojos azules lo miraron con un poco de temor. Sus labios se fruncieron, logrando así que Jason se preocupara más; la abrazó y besó su cabeza, para hacerle entender que estaba para ella.

—Estoy bien —habló después de unos segundos con una amplia sonrisa que dejaba ver sus dientes. El mayor asintió, un poco más convencido—. ¿Qué estás cocinando? —cuestionó acercándose curiosa a la estufa para ver eso que olía tan bien.

—Es solo pasta.

—Mmm, pasta —repitió sobando su estómago, iba a decir que ya quería comer, pero el timbre de la puerta la hizo callar.

Jason abrió y sonrió al reconocer de inmediato a sus visitas, se hizo a un lado para dejarlos entrar. Grace corrió a su lado para averiguar quien había llegado, frunció el ceño al notar a esa niña de su edad.

—¿Y quién es ella?

—Ella es Lian, hija del tío Roy —explicó sonriente el de mechón blanco, pero esa sonrisa solo duró unos segundos. Esa expresión de insatisfacción lo confundió.

—Lian, ella es Grace —dijo Roy mirando a su hija, que de igual forma que la otra menor, no se veía muy feliz —. ¿Qué ocurre? ¿Por qué esas caras?

Las niñas se acercaron para verse de arriba hacia abajo, con una mueca de desagrado.

—Estás muy pálida —soltó la pequeña Harper.

—¡Hey! Eso no se le dice a las personas que acabas de conocer, Lian...

—Y tú muy desaliñada —respondió la pequeña Todd.

Los más grandes se vieron entre ellos, tratando de entender que había salido mal en su plan. Habían acordado presentar a sus hijas, para que fueran mejores amigas, tal cual ellos. Tal vez lo habían calculado mal, ¿pero qué? Eso querían saber, ¿qué había salido mal? Se suponía que ambas niñas eran adorables, extremadamente dulces y para nada antipáticas.

—¿Qué es desaliñada?

—Es una palabra que mi mami usa cuando alguien no va bien vestido.

Por ella... Donde viven las historias. Descúbrelo ahora