Con mi familia he viajado a muchos lugares, pero ninguno era tan hermoso (con hermoso quiero decir que, al estar atardeciendo, lucía tonalidades rojas y doradas). Al verlo, recordé una hermosa imagen del desierto de Atacama en Chile, en el que se veía muy parecido al desierto que estaba mirando actualmente.
Anduvimos un rato hasta que encontramos unas murallas de piedra rojiza con muchos huecos lo suficientemente grandes para que cinco hombres duerman dentro bien cómodos.
Seguimos hasta que encontramos una cueva cerca de la base, en la que entramos y nos dormimos ambos al instante sin decirnos nada.
Cuando me desperté, todavía estaba oscuro, pero luego de un rato noté que tenía una sed terrible, y un hambre atroz. No podía seguir sin antes comer algo.
Me dí vuelta para intentar comunicárselo a Cherven, y al hacerlo, me dí cuenta que nunca, desde hacía mucho tiempo, lo observaba con detenimiento. De hecho, lamento no haberme dado cuenta de que había cambiado físicamente ya que estaba muy distinto. Las escamas del dinosaurio, antes del color gris verdoso, tenían una tonalidad como de corteza de árbol seca. La cresta, era más grande y llamativa. Sus garras, que habían crecido considerablemente en los últimos meses, parecían armas letales. Lo único que parecía no haber cambiado, eran los ojos, que seguían siendo verdes y brillantes como dos esmeraldas.
Me quedé mirándolo durante unos segundos hasta que mis tripas se quejaron de hambre y recordé por qué me había girado y le conté el pequeño problema de la comida. Al parecer él no entendió, así que intenté explicarlo de otra manera.
-A ver Cherven, como te explico... - dije exprimiéndome el cerebro. - Tengo hambre. - Me señalé a mi misma, intentando que mi amigo entienda. - y sed. - señalé mi boca, la cual la tenía seca.
Por suerte, él pareció entender, porque se dirigió a la entrada de la cueva, como esperando que yo lo siga.
Pasaron unas cuantas horas, no hablábamos, pues el hambre y la sed eran horripilantes.
Justo cuando pensé que iba a morir de sed en el desierto, Cherven dio un rugido de alegría y echó a correr. Yo miré en la dirección en la que él corría, y lo que ví me quitó el poco aliento que me quedaba.
¡Un oasis! ¡A pocos metros de mí había un oasis! Era verdaderamente hermoso: tenía un lago de aguas azuladas, árboles con frutas de todo tipo (frutas prehistóricas, obvio), y, lo mejor de todo, es que parecía deshabitada.
Corrí con todas las fuerzas que me quedaban. Sin pensarlo dos veces, me quité los zapatos y salté a las refrescantes aguas desde una roca como si esta fuera un trampolín. Las aguas me quitaron la fatiga del viaje, y me sentí relajada. En el Bosque Helado solo había un río del que sacábamos agua, pero sus aguas eran tan turbulentas y frías que uno no se metía ni loco.
Nadé hasta donde estaba Cherven, él no se había metido, pero bebía agua con tanto esmero, que parecía querer tomarse toda el agua del lago de una sola vez.
Me desplomé en las rocas de la orilla y cerré mis ojos. Si dormí o no, jamás lo sabré, pero lo que sí sé, es que me levanté sobresaltada después de lo que parecieron segundos. Cherven tuvo la genial idea de dejarme un pez (no del todo muerto) en mi regazo.
Estuve a punto de vomitar, no es que no me guste comer pescado, pero desde siempre odié ver a los peces medio muertos (y nunca entendí cómo es que los pescadores agarran a los pecados que atrapan), tengo razones convincentes para odiar a los pescados medio muertos.
1.- Por la manera en que se mueven, parece que quieren golpearte.
2.- Huelen a-s-q-u-e-r-o-s-o.
3.- Al tocarlo, es una mezcla de viscoso, resbaloso y escamoso.
Bueno, creo que ya se entendió, porque si sigo no voy a parar nunca.
Al pez tuve que destriparlo (ew), quitarle la cabeza (ew x2) y quitarle la piel con las escamas (aquí ya vomito).
Por suerte, cocinarlo fue mucho menos asqueroso, y no llevó demasiado tiempo. Más o menos a lo que sería la hora del almuerzo, el pescado ya estaba listo, y comimos el pescado asado, con frutas de postre.
Justo pensaba dormir un poco (porque, ya que había comido, tenía mucho sueño), cuando escuché un sonido como de pisadas.
Instintivamente, agarré un palo dispuesta a usarlo como arma, pero después me obligué a bajarlo, ya que una manada de Ouranosaurus, que, gracias a Dios (aunque no se si existía en esta época), es herbívoro.
Luego de unos minutos, los Ouranosaurus me dejaron acercarme y estudiarlos. En cuanto se acostumbraron a mi compañía, comencé a tomar nota de su comportamiento, mientras mi amigo jugaba con las crías.
Después de un par de horas los Ouranosaurus se fueron. Pero quedé satisfecha por la cantidad de información que obtuve sobre este hermoso dinosaurio.
ESTÁS LEYENDO
Atrapada con dinosaurios
AdventureA Sophie D' Angelo siempre le llamaron la atención los dinosaurios. Los consideraba fascinantes. Un día como cualquiera, Sophie se sube a una máquina del tiempo, aparentemente segura, con el propósito de viajar a los próximos dos meses. La máquina...