Yo podría haber sido una chica perfectamente normal, para pertenecer a la realeza no destacaba en nada especialmente, y no era particularmente bella. Lo peor era que estaba en ese limbo, en el que todo parecía ser vulgarmente normal. Quizá si hubiese pertenecido a otra familia, a otra línea temporal en la que yo tan solo era la hija de unos sosos granjeros, me habría dado igual. No habría importado la falta de claridad en mi pelo o mi poco interés para cualquier cosa que suscitase algo de admiración hacia mí. A veces me agobiaba, pensando que los demás solo me toleraban por mis raíces. Otras daba vueltas en mi cama, preguntándome si realmente todas aquellas inseguridades nacían de haber crecido toda mi vida bajo la sombra de mi madre. Cuando me miraba era incapaz de verme solo a mí, también la veía a ella, con su pelo largo, sus ojos grandes pero rasgados, su musculatura, y con ella, la historia de todas sus victorias. Era imposible no pensar en lo que todos habían esperado de mí. La hija de la que era la mejor guerrera en nuestra historia hasta aquel momento. Lo más retorcido era que todos habían esperado aquello incluso cuando aún no había nacido. Estando en el vientre de mi madre una völva visitó el poblado, compartió junto a mi familia una cena muy interesante que ninguno olvidaría jamás. Antes de marcharse le pidió a mi madre si podía tocar su ya enorme vientre, después de tan solo rozarlo la miró directamente, y articuló las palabras que condicionarían mi felicidad y mi historia para siempre. Esa información corrió muy pronto por nuestras tierras, una vez que aquella predicción incendió las mentes de todos, fue imposible apagarla. Según la predicción de aquella bruja, yo sería la única mujer que podría derrotar a mi propia madre, la única que superaría su fortaleza, la única que conseguiría cosas aún más grandes e inimaginables, la única que podría ser igual de recordada que ella. Todos estaban emocionados, incluidos mis padres. Ellos eran perfectos en todos los sentidos, eran bellos y listos, fuertes y astutos, y lo más importante, su amor era puro y real, era aquello lo que hacía que fueran diferentes. Estaban orgullosos de mí, ya suponían que yo solo podría ser aún mejor que ellos, con más oportunidades, con dos guías que me ayudarían a mejorar y a conseguir todo lo que desease, más seguridad. No habría matrimonios truncados, ni huidas por el bosque con miedo de ser capturada y vendida como esclava al mejor postor... Pero todos estaban equivocados. Cuando llegó el día y vi la luz por primera vez todos quedaron asombrados, aunque nadie dijo nada. Tan solo nació un bebé perfectamente corriente, con ojos oscuros y pequeños que nunca llegaron a ser parecidos a los de nadie y que por aquel momento no decían nada. No se intuía en mí ninguna grandeza.
Todo habría sido muy diferente, si yo hubiese sido normal, si no hubiese tenido las expectativas de un imperio sobre mí, cuando yo aún no conocía el significado de la palabra. Quizá todo habría sido diferente si después de mi nombre no hubiesen precedido los nombres del linaje que resonaba en cada eco de cualquier lugar, por lejos que estuviese de nuestro pueblo. La naturaleza de la historia de mi familia era tan diferente, que aunque en nuestra sociedad era costumbre que los hijos heredasen el nombre de familia de sus padres, en muchos lugares solo me atribuían el de mi madre. No importaba donde fueses, no importaba el tipo de economía que hubiese en un hogar, ni si era compuesto por más hombres que mujeres, daba igual... en todos ellos hablaban de mí, especulaban de cómo sería mi destino, se hacían conjeturas de que yo era la salvadora de las tierras nórdicas. Decían que mi pelo sería como el oro, que mis ojos serían la mezcla de los azules más hermosos, que mi belleza me sería otorgada por el poder de las diosas. El día de mi nacimiento hicieron ofrendas a cada una de ellas. A Freya, diosa de la fertilidad y el amor; el corazón de un potro recién nacido, a Jord, madre de la naturaleza, veinticinco tipos de flores diferentes, se araron tierras en honor a Gefjun, diosa de la videncia. También colocaron pociones para Eira, diosa de la salud, manzanas para Idun, diosa de la juventud, un arco para Skade, diosa del invierno... así hasta haber contentado a las quince.
Pero mi normal existencia se antepuso a todos ellos, una niña con aspecto corriente y algo debilucha se abrió paso en silencio en la hostil y fría vida del norte. Allí estaba yo, Dahlia. Pero no estaba sola, como si la historia estuviese condenada a repetirse, conmigo vino al mundo una maldición; la predicción maldita.
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Una predicción maldita 2 |EN PROCESO|
أدب تاريخيMi historia nació con la predicción de una bruja que aseguró que mi grandeza sería mayor que la de mi madre, Ylva la Inocente, reina de todos los hombres y mujeres del norte. Aquella predicción estaba maldita, pero no lo supe hasta alcanzar la madur...