Lo que precedía a la tormenta.

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Markus me miraba con menos respeto que Adam, pero podía ver una pequeña parte de fascinación, algo propio cuando conocías a alguien de una cultura lejana. Yo también la sentía por ellos, la fascinación y el rechazo eran compatibles. Me sorprendía como Markus se movía, decidido y elegante, la manera en la que se sentaba y como disponía sus manos sobre la mesa. Su forma de expresarse, que dejaba ver qué modo de vida había tenido. Markus podía ver una diferencia en mí, algo que no tenían las mujeres de sus tierras. Le inquietaba la pintura negra de mis ojos, la manera en la que mi pelo estaba expuesto y no cortado, como mi cuerpo se movía con más seguridad; la propia de haber sido libre. Miraba mi cuerpo sorprendido ante como dejaba ver mi silueta expuesta, sin esconder nada, sin capas y más capas.

-Tenéis a Adam Acker, y nosotros queremos recuperarlo -dijo Markus como si nada extraño hubiese pasado antes-. Es un poco descerebrado, pero le tenemos cierto aprecio ¿sabes?

Me crucé de brazos dándome cuenta de que la negociación había comenzado.

-Si, es agradable para ser un cristiano.

Markus frunció el ceño, parecía algo más agitado.

-¿Hablaste con él?

-No, Markus, nosotros los norteños no nos comunicamos con palabras ni tenemos largas conversaciones -comenté con ironía-. Estáis haciendo que perdamos nuestro tiempo y no logro comprender el porqué, ¿me lo explicas?

Se aclaró la garganta y sonrió de nuevo. Me molestaba lo seguro de sí mismo que parecía, cómo sentía que tenía la situación bajo control y la balanza de su lado.

-Adam es una persona con unas ideas pacíficas, él no comprende el peligro al que estaba sometiéndose.

-Hablas de él como si tuviese cinco años, es un hombre. A sus veintiún años debería conocer protocolos y balance de riesgos.

-Bueno Dahlia, él no se ha criado peleando en el fango como tú. Iba a ser un hombre de Dios.

Me había dejado sin palabras al escuchar cómo pronunciaba mi nombre, incluso me había hecho ignorar su intento de ofensa. A cada momento que pasaba más confusa me encontraba, estaba enfadada pero también intrigada. Detestaba cada momento que estaba allí, pero a la vez no quería marcharme.

-¿Y tú sí? -le pregunté mientras sentía como la sangre volvía a salir de mi labio.

Markus se quedo mirándome unos instantes, pero no hizo ningún intento de arreglarlo.

-Eh... ¿Tengo aspecto de monje?

Lo miré de nuevo. Observé las venas de sus manos y alguna cicatriz que podía divisar en su cuello y se perdía en su pecho.

-No sé, para mi todos tenéis el mismo aspecto.

Me miré las uñas con desinterés, no aguantaba mirarlo demasiado tiempo.

-¿Estás intentado herir mis sentimientos? -preguntó Markus fingiendo estar dolido.

Le miré de nuevo, sin evitarlo me pregunté qué tipo de persona sería realmente. A veces en aquel mundo tenías que fingir ser alguien que no eras para sobrevivir, hasta que te lo acababas creyendo tú mismo y terminabas en una realidad distorsionada de la que ya no eras dueño.

-Markus, dime por qué estoy aquí -dije al fin.

-Bien, deseas terminar cuanto antes porque detestas mi presencia, pero...

Una predicción maldita 2 |EN PROCESO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora