Capítulo 3. "Regreso y almas".

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—¿Nos estamos ocultando solo porque quieres que el humano quede como un loco? —vociferó con la voz cargada de molestia.

—Me sorprende que preguntes eso —con completo desdén habló.—Tienes que aprender a relajarte, Akutagawa. Jugar con los humanos es más divertido que pasar una eternidad aburridos allí abajo, ¿no?—lo codeó con fingida camaradería. El menor solamente oscureció su semblante, negando.

—A mí no me divierte tener que convivir con humanos.

—Créeme...esto promete ponerse muy interesante para nosotros.

El acompañante de negro lo miró con ligera confusión hasta que recordó el acto de estupidez cometido, ahora, no solamente tendrían a un humano gritón, sino que, se sumaba otro más.
Vio la mirada llena de malicia que a la vez denotaba destellos de diversión, aquellas esferas frías, oscuras, temibles... que miraban todo con aire calculador, y eso era muy malo. Él, a diferencia de Dazai, simplemente prefería matar y robarles el alma, no tenía la necesidad de convivir demasiado; sin embargo, el otro era un caso muy diferente. Le gustaba jugar con la cordura hasta romperla, quebrarlos desde el interior, tenía un nivel de manipulador y frialdad que eran inalcanzables, conseguía que los mismos humanos suplicaran para que tomase sus almas, arrastrarlos con él al infierno, sumergirlos en el eterno pecado, matarlos vivos poco a poco.
Era por eso que Akutagawa fielmente consideraba a su mayor como uno de los peores en el infierno, un demonio verdadero, uno atroz, y en secreto quizás lo admiraba, admiraba al infame ser oscuro. Aunque jamás lo diría en voz alta.

                          ⟦⁂⟧

Atsushi no podía dormir. Estaba dando vueltas en la cama desde las ocho de la noche y ya eran pasadas las once.

Luego de lo acontecido, no volvió a tocar el tema, quizás para evitar que Chuuya lo creyera un maniático, pero en el fondo él sabía que todo había pasado realmente, no producto de su imaginación, su mente seguía recordando, esas escenas no se irían. Aquellas voces, sus rostros... No, no tenía una imaginación tan vivaz para poder crearlo todo en su mente, simplemente imposible. 

Pensó, pensó bastante en alguna solución lógica, alguna que fuera la verdadera razón por la cual desaparecieron, porque ya habían pasado seis días desde que ese libro fue tirado. La única idea que no era tan fantasiosa como el resto era que, quizás aquellos seres se fueron porque su compañero estaba con él, pero no por tenerle miedo a éste, claro que no; vio varias películas de terror y se dio cuenta que a la mayoría de espíritus les gustaba torturar a una persona en concreto, ¿quizás se fueron porque en sus planes no estaba Nakahara? Todas las que vio eran de espíritus malditos, tal vez los espíritus y demonios trabajaban distinto, pero no quería ni darle vueltas al asunto, no los alimentaría con su miedo. Por eso también evitaba a toda costa tener que estar solo, evitaba con todo su ser no estar tanto tiempo en casa sin su compañero.

Si bien aquellos seres ya no habían aparecido, él se sentía mal, verdaderamente enfermo.
Sentía el aire pesado, como si cada paso que diera estuviera siendo observado por unos ojos calculadores, lo asfixiaba. Era como si alguien lo siguiera, pero no había nadie allí, ni el retumbar de los pasos, ni sombras. Nadie.
Al segundo día de haber tirado el libro, aquello le pasaba solamente en su hogar, pero ya al tercero, le pasaba cada vez que se quedaba solo, en cualquier lugar.

Tenía miedo hasta de cerrar los ojos, porque en la oscuridad todo parecía empeorar. Últimamente no estaba durmiendo lo suficiente, para completar su desdicha, también estaba teniendo sueños raros, no llegaban a ser pesadillas, pero sí sueños en los que una persona lo perseguía sin cesar, intentaba alcanzarlo en distintos lugares y cuando aquella mano fría estaba a punto de tomarlo, despertaba sobresaltado. 

BLACK BOOK (soukoku/shin soukoku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora