Me cago en todos los poetas que aman Madrid y odian el invierno.
Beben, fuman y escriben
y todo demasiado.
Tienen el corazón tan grande,
tan gilipollas,
que a pesar de tenerlo esparcido por distintas camas
les llega para fin de mes.
Me cago en todos los poetas que lloran amores pasajeros por unos versos
y son tan idiotas de dejar pasar a la poesía,
buscan vértices de los que suicidarse y lunares en los que ahogarse.
Frívolos, eso es lo que son.
Desdichados.
Enamorados de su fracaso,
corriendo de extremo a extremo de la herida con tal de que siga abierta.
Por
unos
versos.
Me cago en la poesía,
en Elvira,
en Diego,
en Carlos,
en Pablo
y en las putas de todas sus musas.