Somos la generación de la cuasi revolución,
creadores del postureo,
la de poetas medio malditos
y poemas best sellers,
también poetwitteros,
autoestopistas a 120,
tragicómicos,
patrocinadores del dolor,
amantes de Madrid.
Somos la mercancía
ovina,
corremos y nos corremos,
vendemos sentimientos,
innovamos significados tetes,
nos fumamos la distancia,
pagamos por sexo, follamos,
no lloramos.
La generación del para un rato y lo que surja,
la de los excesos, alcohólicos anónimos,
la del que no debe ser nombrado,
cuchilla, soga o pistola,
besas o follas,
en paro o en el extranjero,
políglotas, analfabetos,
los de la roja.
Somos la generación a la que nadie avisó
pero lo encontró por Internet,
herederos de los buenos tiempos,
crisis bursátiles, el crac de la decadencia,
a por la tercera,
la de las cañas sociales, del tardeo,
la del amor libre y de una noche,
el final de los valores tradicionales, ultrajantes.
Somos futuros libros de historia
aunque en el fondo condones rotos,
adultos pero demasiado jóvenes.
globales, mochileros,
del ahora y ya,
del sobrevivir fácil y la vida puta,
de todo lo que se fuma, bebe o pincha.
La generación de la diplomacia
yihadista,
la del zapping,
la de si muchos levantaran la cabeza
habría más corrupción,
la de dos siglos: dictadura, democracia
y anexión a Alemania.
Somos la generación de la cultura con IVA,
de la piratería,
de la censura,
del miedo al rock
y a las mujeres,
de los que buscan la clave y pierden las llaves,
los papeles
y las bragas,
luchadores de utopías, universitarios,
del Plan Bolonia, los másteres
en recortes.
La generación de a la puta calle,
la del Estado del malestar,
la de los enfermos de sociedad.
Somos la generación perdida resurgida
fieles en las borracheras y en las penas,
en el sexo y en la enfermedad,
todos los días de nuestra puta existencia.
Hasta que la muerte nos separe.