Me quedé mirando a todos beber, bailar y reír. Esperaba que Max regresara con mi segunda copa de aquella noche. Observé al grupo de chicas que reían en voz alta, segura de que todas ellas estaban completamente borrachas. Mis piernas comenzaban a quejarse del dolor. Una vez más, Max me obligó a ponerme unas botas de tacón suyas que acabarían con mis pies.
–Hola, preciosa –me dijo un hombre, devorándome con su mirada.
–Lo siento, no me interesa… –le contesté apartando la irada de él.
–Si ni siquiera sabes qué iba a hacer –dijo el hombre, insistiendo en ligar conmigo.
Max regresó con las bebidas y, comprendiendo la situación en la que yo estaba metida, me cogió la mano y dijo:
–Somos novias… así que lárgate.
El chico no tardó en dar media vuelta y probar suerte con otra.
Comencé a reír como si no hubiera un mañana. Max tenía una habilidad especial para atraer y espantar a personas. Observé a Max, que me sonreía, satisfecha de su comentario. Me guiñó un ojo y movió los labios, diciendo un “DE N-A-DA”.
–Vaya, Max, no sabía que ahora te gustaban las chicas.
–Yo tampoco… -dijo, bebiendo un buen trago de su bebida.
Estuvimos un buen rato riendo y charlando, comentando los modelitos de algunas chicas, y los pelos de algunos chicos. Aunque Max estuviera completa y absolutamente enamorada de Ben, siempre se permitía hacer comentarios del tipo: “Qué bueno que está ese…” o “Yo a ese le daba un repasillo”.
Finalmente, después de tanto reír no pude más:
–Tengo que ir al baño.
El baño estaba al fondo, y la cola para este era interminable. Pero debí hacer cola si no quería hacerme pis ahí mismo.
De nuevo, otra mano golpeaba impaciente mi hombro. Me giré, con mal humor. Mi copa golpeó el torso de aquel hombro, salpicando toda su camisa blanca del Jack con Cola que había en mi copa.
–¡Ay! ¡Mierda! –dije, contemplando aquel desastre. Alcé la vista, para observar la cara de aquel hombre que seguro que se veía indignada. ¡Jackson! – ¡Ay! ¡Mierda!
Dios. Estoy lista. Puedo morir ahora…
No sabía si gritar o llorar, tirar las cosas o colapsar en el suelo.
¿Cómo había ocurrido? ¿Por qué tuvo que ser Jackson?
–Asique lo de tirarme la bebida encima lo decías en serio…
–Madre mía, lo siento muchísimo. Deja que te ayude…
–Tranquila, sólo es una camisa. No es el fin del mundo.
–Me siento fatal. Si te hace sentir mejor, puedes tirarme tu copa encima.
Jackson comenzó a reír, negando con la cabeza. No parecía muy enfadado después de todo.
–Supongo que tendré que volver a casa y cambiarme de camisa…
O podías quedarte sin camisa. No harás daño a nadie, pensé.
–No sé cómo puedo arreglar esto… Te lo compensaré… ¡Te pagaré!
–Emma, no seas boba…
–Por favor, es lo mínimo que puedo hacer. No debí tirarte la copa encima –mi voz sonaba atacada, casi histérica. No como la de él, que sonaba relajada.
–Está bien… págamelo.
– ¿Cuánto quieres?
–No quiero tu dinero.
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Dreaming Out Loud
RomanceUna noche. Una noche de sexo increíble con un extraño al que nunca volvería a ver. Sin ataduras. Eso es lo que debería haber pensado Emma Shepard cuando se metió en la cama con Michael, un chico muy encantador (y atractivo) que conoció en una fiesta...