Jax
No podía apartar la mirada del cuerpo de Emma. ¿Cómo alguien podía volverme tan... insensato? Era absurdo lo que yo deseaba a esa chica. ¿Por qué? Ya he estado con muchas chicas rubias despampanantes como ella. ¿Qué hacía que me levantara cada mañana deseando volver a verla?
La respuesta era fácil: era auténtica.
Y lo descubrí la noche que me rechazó.
Envió la uña de su dedo pulgar a su boca y comenzó a morderla. Comprendí que estaba nerviosa. No hacía más que mirar de un lado a otro, buscando a esa tal Max y su novio Ben.
–Estás nerviosa –dije.
Me miró con desconcierto.
–No, para nada.
–No era una pregunta, era una afirmación –me acerqué a ella y le di un beso en la frente. Consideré apropiado pasarle la mano por la cintura, solo para ver su reacción. – ¿Tienes miedo de que no les caiga bien a tus amigos?
–Más bien es al revés. Tú no me preocupas, Chico Dorado. Son ellos los peligrosos.
Chico Dorado.
Me divertía el tono en el que lo había dicho. Me entraron ganas de largarme de allí y llevármela a mi apartamento para quitarle aquel vestido, en el cual se veía tan bien.
–Para –me dijo. ¿Qué estaba haciendo? La observé con el ceño fruncido.
–Emma, ¿estás bien?
De repente, Emma pareció asustada y confusa. Se dio la vuelta y miró a un chico que estaba a su lado. No me contó mucho sumar dos más dos. Aparté a Emma del lado de aquel cretino. Un millón de ideas se me pasaron por la cabeza. ¿Iba dejar que aquel gilipollas le hiciera algo a Emma? No, no delante de mí.
– ¿Qué le estabas haciendo?
–No le hacía nada que no le gustase –sus palabras me enfadaron aún más, si eso era posible.
Mi idea fue hablar pacíficamente con aquel cretino, pero hubo un plan de última hora. Algo de me desahogaría muchísimo más que las palabras. Y si algo odiaba en este mundo era a la gente que se reía en tu cara. Y él había hecho justo eso...
Así que... el impacto de mi puño en su cara fue toda una liberación.
– ¡Jax! –dijo Emma, agarrándome del brazo.
–Capullo. No vuelvas a acercarte a ella. ¿Lo has entendido? –le dije, señalándole con el dedo.
– ¿Quién te crees que eres? –dijo el borracho.
–Soy policía, y si quiero te llevo directamente a comisaría. Lárgate –quería decirle un par de cosas más, pero no quería que Emma me viera de esa forma. La cogí y nos apartamos de allí. Era consciente de que la mayoría de la gente que estaba allí nos estaba mirando...
Después de un rato, los amigos de Emma se presentaron. Aquella tal Max me sorprendió. Pude comprobar que tenía cinco o seis piercings en una oreja, más lo que tenía en la otra. Era una persona alocada, extrovertida... y parecía que a Emma le daba miedo lo que pudiera decir. Por aquella boca podía decir de todo. Y esta no tardó ni dos segundos en coger a Emma y llevársela a los servicios, dejándome solo con Ben. No era difícil hablar con él; prácticamente le podías preguntar cualquier cosa y él te daría una respuesta u opinión.
–¿Hace cuánto conoces a Emma? –le pregunté.
–Hará tres años más o menos. Ella fue novia de mi hermano.
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Dreaming Out Loud
RomansUna noche. Una noche de sexo increíble con un extraño al que nunca volvería a ver. Sin ataduras. Eso es lo que debería haber pensado Emma Shepard cuando se metió en la cama con Michael, un chico muy encantador (y atractivo) que conoció en una fiesta...