スター ❛ 𝐒𝐓𝐑𝐀𝐍𝐆𝐄 ❜
𝐍𝐀𝐑𝐔𝐓𝐎, 𝐍𝐀𝐑𝐔𝐓𝐎 𝐒𝐇𝐈𝐏𝐏𝐔𝐃𝐄𝐍 𝐅𝐀𝐍𝐅𝐈𝐂𝐓𝐈𝐎𝐍
────Uchiha Itachi fanfiction !
❝━━━las estrellas son mi guía
pero la que tienes en tu interior
es mi razón de vivir.❞
ㅤ ㅤ ─naruto, naruto shi...
スター Strange; capítulo treinta y cinco «pensamientos divididos»
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El Sol la saludaba con timidez, viendo desde en la lejanía como ella se veía sumida en un huracán de pensamientos mientras giraba con sosiego aquel anillo con sus dedos blanquecinos. El caos reinaba en su psique, dividiendo su mente en dos bandos que debatían entre sí mismo la idea de entregarle aquel objeto a su amado, planeando una larga lista de pros y contras que seguramente pasarían si es que se llegaba a hacer dicha acción.
Inquietud se había apoderado con parsimonia en su cuerpo, llevándola a la más oscura zona que habitaba en su ser, sumiéndola en ese basto mar oscuro que tenía emociones negativas que caían en esas aguas sombrías. Ayanami caminó con tranquilidad por las orillas del mar opaco, pensando y pensando mientras sentía la brisa helada colarse por sus ropas y calar sus huesos. Suspiró, se estaba arrepintiendo de solo pensar en eso, en verse a sí misma entregándole aquel anillo que significaba tanto para ella como para todo su clan.
—¿En qué piensas?
Miró a su costado, encontrándose a una figura oscura mirarla con esos ojos blancos que eran opacos, sin brillo, y le sonrió ligeramente retomando su caminata.
—¿Alguna vez haz querido permanecer para siempre con esa persona que amas tanto? —preguntó Ayanami.
—Soy la soledad y todos los sentimientos negativos tuyos, ¿crees que he amado a alguien? —la observó por breves segundos para sentarse en la arena gris y mirar las aguas—. Pero verte con Itachi... solo me da esa sensación de querer estar ahí, disfrutando de esa calidez.
—Nunca creí que alguien como yo, nosotras, pudiéramos ser capaz de ver que alguien nos amara —susurró la Hoshi copiando la misma acción de la contraria—. Es lindo, demasiado lindo.
—Ya veo...
Ayanami clavó su blanquecina mirada al frente y enterró sus manos frías en la arena, sintiendo varios sentimientos negativos recorrer su piel pero solo sonrió ligeramente, aceptando esas emociones como suyas. Ambas mujeres se mantuvieron en silencio, escuchando las olas romperse y el aire era tranquilo y cálido.
—¿Crees que sea correcto? —preguntó la que tenía colores vivos en su cuerpo, y su acompañante sabía a lo que se refería y frunció su ceño, dudosa.
—No sabría que decirte, dudo que seas aceptada pero también dudo que no seas rechazada, sabes que soy muy desconfiada —le respondió.
Asintió aceptando la opinión y agarró su mano, viendo como aquella bruma oscura se deslizaba por su piel blanca y apretó más el agarre sin sentir miedo que esa oscuridad se apodere de ella, porque ya sabía como lidiar con ésta desde hace varios años.
—Lo has hecho bien durante estos años, un poco más de felicidad no te vendría mal —susurró la oscuridad soltándose del agarre y yendo hacia el agua, entrando cada vez más en ese mar oscuro lleno de esos sentimientos que reconocía como la palma de sus manos.
—Gracias —regresó el susurro Ayanami.
Parpadeó rápidamente regresando a esa realidad a la que tanto quería porque ahí estaba él y se quedó mirando con un atisbo de duda el anillo que reposaba con tranquilidad en su mano, suspiró guardándolo y se paró para estirar sus piernas al estar toda la noche sentada recibiendo grandes cantidades de energía. Caminó por todo el claro en el que últimamente pasaba todo el tiempo ahí y frunció levemente el ceño parando su caminata para mirar sobre su hombro la carpa que estaba perfectamente armada, en donde estaba durmiendo adentro Itachi luego de haber pasado hasta tarde al lado de ella, pero su sueño terminó ganando y lo tuvo que llevar adentro de la tienda de campaña para que descanse.
Las tradiciones no se olvidaban después de todo.
Siguió disfrutando de las brisas mañaneras y entrenó un poco, ya que creía que estaba oxidándose. Comenzó haciendo flexiones de brazos, repitiendo en voz baja todos los nombres de los sabios que habían habido en su clan durante varias décadas, hizo lo mismo con los abdominales, sentadillas y corrió por todo el prado enumerando cada estrella que eran de su clan. Aunque de alguna manera, sus pensamientos nunca se disolvieron porque seguían torturándola hasta el punto de hacerla parar en seco.
Bajó su mirada, respirando un poco agitada y se sacó su ropa rápidamente hasta quedarse en ropa interior y lanzarse al agua, esperando que de alguna forma los pensamientos que atacaban constantemente las barreras que había levantando en su mente desaparecieran. Nadó hasta la superficie, tomando una gran bocanada de aire y llevó sus manos a su rostro para despejar esas gotas de agua que obstruían su visión. Se quedó flotando en el agua, hundiendo su cabeza en algunos momentos para que dejara de pensar en eso y, cuando notó que sus dedos comenzaban a arrugarse salió del lago. Se quedó mirando como el Sol mostraba aún más su presencia y dejó que su cuerpo se secara con la calidez que le brindaba esa enorme estrella de fuego.
Cuando terminó de ponerse su habitual pantalón negro se comenzó a sacar a las vendas blancas que tapaban parte de su intimidad, ya que las había utilizado por varios días y debían cambiarse. Ató su cabello en una coleta alta para que no le estorbase y agarró las vendas nuevas para comenzar a rodear esas partes con la tela. Mientras rodeaba lentamente su pecho con las vendas pensaba en diferentes situaciones que sucederían si hacía lo que tenía pensado hacer desde hace varios días, pero por cobardía nunca se decidía.
—¿Ayanami?
Se tensó y se apresuró a terminar su labor antes de que Itachi pueda ver algo pero sintió las grandes y tibias manos del menor posarse en sus hombros, dejando un beso en su piel desnuda logrando que sus mejillas se tiñeran de un color rosado. Sus manos temblaron deteniendo su labor y pronto vio los ojos negros de su pareja recorrer todo su torso e instintivamente puso un brazo sobre su pecho que tenía unas pocas vendas cubriéndolo.
—¿Qué miras? ¡Mis ojos están arriba! —chilló Ayanami, avergonzada por la barrida que le dio el Uchiha.
—Lo sé, es que las vendas cubren casi la mayoría de tus cicatrices —mencionó tocando suavemente una larga que estaba debajo del valle de los senos de la mayor, admirando las marcas de guerra que poseía la mujer.
—Itachi.
Lo miró por un largo rato, poniéndose por completo todas las vendas y, cuando lo hizo, pronunció su nombre con suavidad, temiendo que de esa manera esa aura que los rodeaba explotara y terminar de arruinar lo cálido que estaba el ambiente. Itachi clavó su oscura mirada que mantenía un brillo en sus ojos y la mujer tembló por lo que diría en lo siguientes minutos.
—Te quiero decir algo.
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