Capitulo 3

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Infierno

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Los chapoteos en el agua eran constantes, una obvia invitación para que se uniera a ella.

— Hola— entró Isshin, tratando de volver a presentarse con ella, pero Rukia se sumergió hasta el fondo cuando le escuchó hablar, aún insegura de su presencia. Él soltó una carcajada, divertido de cómo ella era tan esquiva, a diferencia de Masaki que nunca tuvo miedo de mostrarse—. Ven, hay que darle un poco de espacio... tienes que conseguirle algunas cosas para que... esté cómoda. Y yo tengo que ir por las niñas.

Ichigo casi había olvidado ese detalle, ¿cómo iban a reaccionar sus hermanas? Sería como una especie de sueño hecho realidad? ¿O una relevación demasiado grande? Él mismo aún no terminaba de entender cómo se sentía respecto a esto.

Lo único que parecía claro, era que no quería apartarse de ella.

Pero no podían vivir siempre juntos, no era como si se hubiera enamorado así de fácil, ¿verdad?

Cuando sus ojos, con su indescriptible color le vieron desde el borde de la piscina, con un brillo sobrenaturalmente atrayente deseó poder correr a ahogarse en ellos.

Huyó, ¿qué más debía hacer? Le fascinaba tanto como le aterraba.

— Es diferente a tu madre— le sacó de golpe de su ensoñación, había estado en piloto automático, ni siquiera supo cuando entró al auto.

— ¿Diferente?— si su padre iba a empezar a hablar, iba a aprovecharlo.

— Su cola lucía más como... la de un dragón de mar. Ella es un poco más sencilla, pero es brilla de muchos colores, Masaki no podía hacer eso.

Y si, su cola era blanca con un delicado patrón de color rosa coral que variaba a momentos, yendo de tonos suaves a mucho más intensos.

— ¿Serán muy distintas?

— Espero que no. Me gustaría que Karin y Yuzu puedan sentirse identificadas con ella.

— ¿Ellas pueden...?— en todo este tiempo ni siquiera se le hubiera ocurrido que sus hermanas pudieran ser como él. ¿La entenderían? ¿Podrían tener cola igual que Rukia?

— Aún son muy jóvenes. Masaki decía que podría pasar o no. Estaba preparada para decirles algún día, pero...— el tiempo no estuvo de su parte. Ichigo se preguntaba qué tantas cosas su madre dejó pendientes, y si eso le podría llegar a causar pena desde donde quiera que estuviera. Isshin trató de cambiar el rumbo de la conversación— ¿Puedes entenderla? De ser así es probable que las niñas puedan hablar con ella.

— Sí, aunque aún no sé cómo— Isshin asintió, como si ya hubiera intuido la respuesta, pero queriendo asegurarse de ello.

— Es bueno saberlo, yo ya estoy un poco oxidado.

— ¿Tú también... puedes?— aunque tenía lógica que pudiera si es que pudo comunicarse con su madre, pero no parecía algo muy sencillo de hacer.

— Es algo que pasa en la familia— e Ichigo sintió que tenía tantas cosas que quería preguntarle, pero su padre le interrumpió—. Era algo difícil de creerle al abuelo. ¿Sabes? Todos decían que estaba senil y se inventaba fantasías como que mi abuela había sido una sirena; se jactaba que había tenido muchas amantes que eran como ella; y contaba que ellas venían a la costa cada fin de verano para que les diera hijas. Yo, cuando crecí, igual le creí a la gente porque supe que, cuando aún era joven mantuvo silencio, y se concentró en ser un padre soltero de dos varones— parecía arrepentido, como si le pesara no haber creído en el hombre que fue una parte tan importante de su infancia—. Yo era igual que tú, un hombre de ciencia, ¿cómo iba a creer que éramos algo más que humanos?

Su padre siguió hablando, pero Ichigo dejó de sentir como si su padre le hablará de una anécdota, para sentirse de nuevo un niño escuchando un cuento moderno.

Su padre solía ser como él cuando joven. Un estudiante de medicina que se había visto forzado por su padre a pasar en el mar toda la noche con la única compañía del pequeño barco pesquero que había pertenecido a la familia desde hace tres generaciones.

No es que hubiera segundas intenciones detrás de la orden de su padre, que se encontraba enfermo y no estaba en óptimas condiciones para acompañarlo, sólo fue una coincidencia.

La más aterradora y bella coincidencia de su vida.

Se había quedado dormido, pero despertó por los gritos que rogaban por piedad y los llantos de infantes.

Isshin en su estupor creyó haber despertado en el infierno. Y quizá era así. Hoy, casi treinta años después, no tuvo el valor de decirle a su hijo qué fue lo que vio: La masacre que cometieron personas que hasta entonces consideró amigos, el como las aguas cristalinas de ese pequeño islote se tiñeron de rojo, fue tanta la sangre derramada que incluso llegó hasta la costa. Los pobladores dijeron que era una señal de mal augurio. Nadie pescó por dos semanas al temer que los barcos se fueran a hundir.

Se limitó a decirle a Ichigo que Masaki fue la única que confió en su llamado.

Y ella acabó en la tina, aquella que estaba en el baño contiguo a la habitación de su padre, tal y como Rukia con la suya.

—Fue amor a primera vista. La regresé al mar porque pensé que era lo mejor para ella. Aún así...— sonrío para sí— ella quiso quedarse.

— No puedo creer que se enamorara de ti.

— Yo tampoco— su padre rió, porque a veces, cuando despertaba solo, no podía evitar pensar que todo había sido una fantasía.


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Sirena [FINALIZADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora