Capitulo 4

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Digamos que se ve así solo que con cola



Hermanas

.

—Rukia— la llamó—, ven a comer.

Ella salió de las profundidades de la piscina, buscando de inmediato posibles intrusos, apenas asomó la cabeza y, cuando se sintió segura, se acercó mientras el agua salpicaba, creando una melodía feliz.

Cuando llegó hasta donde él, que estaba sentado en el borde de la piscina, con sus piernas por dentro del agua, Rukia se abrazó a estas, pegando sus pequeños montículos a su piel. Ichigo sabe que eso lo enrojece, pero acaba prefiriendo distraerse acariciando los cabellos que se encuentran obviamente empapados. Es tan largo su cabello que desearía poder trenzarlo.

— Debes estar hambrienta— Rukia asiente, a diferencia de cómo los humanos tienden a negar (incluso si es por mera cortesía) una necesidad primaria como lo es comer. Le da tanta ternura lo diferente que es.

— Mucho— Rukia le ve esperanzada, no es como que aquí en la piscina pudiera encontrar algo comestible.

Ichigo se puso de pie y salió del santuario, haciendo a Rukia refunfuñar, pero empezó a salivar en cuanto percibió el aroma de lo que Ichigo traía consigo.

— Papá dijo que debías preferirlo crudo, pero quise darle una mejor presentación— Ichigo estaba realmente orgulloso de lo que había preparado, el sashimi* no era precisamente su comida favorita, pero había aprendido bastante bien en el corto tiempo que estuvo en club de cocina de la secundaria. Bueno, ella no notaría la diferencia con el sashimi de un chef profesional.

Colocó el plato a un lado y se volvió a sentar. Rukia se asomó en el borde, curiosa por el platillo frente a ella.

— ¿Hiciste esto para mi?— no estaba segura de que era, nunca había visto algo así, pero olía bastante bien, a atún, salmón y otros pescados blancos, que le hacían agua la boca.

— Sí— tomó los palillos y tomó una rebanada—, es pescado— le aclaró mientras dirigía la comida a la boca de Rukia, era obvio por la manera en que las cejas de Rukia estaban casi juntas que se encontraba desconcertada—. Abre la boca, te daré.

— ¿Como las aves a sus polluelos?— preguntó antes de aceptar el primer bocado. Cerró los ojos, disfrutando de la carne que parecía tener una especie de agregado que le hacía sentir que era más sabrosa.

— Sí—Rukia de inmediato trató de arrebatarle los palillos, y como él no la dejaba, salió del agua y se sentó en el borde, tratando de imitar la pose de Ichigo, mojándolo a propósito—. Oye.

Le reclamó, pero ella hizo oídos sordos.

— No soy un bebé, y no eres mi madre— Rukia ahora estaba más que convencida de que no requería de los palillos así que tomó la comida con las manos.

No comía como una salvaje, para nada. Más allá de no usar cubiertos, Rukia podría pasar por un ser humano conocedor de las reglas básicas de etiqueta. Se llevaba a la boca solo pequeños trozos, masticaba sin hacer ruido y con la boca cerrada y tragaba despacio.

— Me gustaría que conocieras a mis hermanas—Rukia se detuvo, e Ichigo pudo ver como sus grandes ojos se iluminaban—, ¿te gustaría conocerlas?

— ¿Tienes hermanas?— preguntó después de tragar lo último que quedaba en el plato.

Ichigo no pudo evitar sonreír al ver la ilusión que parecía que desbordaba Rukia por un hecho tan simple.

— Sí, dos, Karin y Yuzu— ilustró con sus dedos, aunque no tenía idea de si Rukia conocía los números como él.

— ¿Dos?— ladeó la cabeza, como tratando de entender el concepto—. Mi hermana y yo solíamos ser dos.

Murmuró pensativa, como si se tratara de algo tan lejano que le parecía casi imposible de recordar.

— ¿Rukia, también tiene una hermana?— preguntó curioso, especialmente por la expresión que tenía.

— Hisana— se empezó a peinar el cabello con sus dedos—, ella tenía la voz más bonita de todas, dulce y suave. Cantaba para mi y el océano.

— ¿Ella ya no puede cantar más?

— Abandonó las ruinas de nuestro nido hace muchas lunas, a diferencia de mí, que no tuve el valor de dejar lo poco que quedaba del lugar que amaba. Incluso si sabía que me iba a quedar sola— Ichigo no sabía nada de ella, esto era lo más personal que Rukia le había contado.

— ¿Te dejó?— preguntó suavemente, pensando que quizá fuera algo que le doliera mucho a Rukia.

— Ella me pidió que la acompañará, pero no era mi momento— Rukia hizo a un lado el plato para poder sentarse junto a él, sin nada que se les interpusiera, apoyando su cabeza en su hombro y moviendo el agua en suaves olas con su cola—. Todas recibimos el llamado, tarde o temprano.

— ¿El llamado?— preguntó Ichigo, sin saber que se supone que eso sería, ¿una metáfora o simple instinto?—. ¿Llamado a que?

— No lo sabemos—tomó la mano de Ichigo y empezó a jugar con ella, trazando los huesos, músculos y tendones que había debajo de la piel—. Cada llamado es distinto. Ella se fue buscando algo que no podía explicar y quizá jamás encontraría— bajó la mirada, triste, porque probablemente jamás volvería a ver a su hermana—. Pero ese llamado es el que me trajo aquí, a ti, Ichigo.

Entrelazo sus garras con los dedos de Ichigo, amando el calor que emanaba todo el cuerpo de él, que era como una fogata en medio de la oscuridad del infinito firmamento.

— ¿Y valgo la pena?

Rukia le vio indignada.

— Abandoné algo que ya estaba perdido. Recorrí largas distancias, he llegado tan lejos que ninguna de mis antepasadas habría podido reconocer estas aguas. Salí del agua para encontrarte.

Ella se quedó esperando, quería que él lo dijera en voz alta, que admitiera su propio valor.

— Pero tu hermana...— Rukia suspiró, al parecer Ichigo no le haría las cosas fáciles.

— Mi hermana tomó su camino, yo el mío. Y mi camino eres tú.

Le tomó de los hombros y lo jaló dentro del agua con una maniobra ágil. Dentro del agua, Ichigo abrió los ojos sorprendido, pero Rukia se acercó para besarlo.

Ichigo volvió a perderse en el hechizo de su sirena.


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Sirena [FINALIZADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora