Epílogo

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Ya no me quedaban más historias que contar. Además, ¿qué era lo pretendía con ellas? Volver al pasado es no querer reconocer el presente, ya era demasiado tarde para enmendar mí error. Por mucho que tuviesen su propio trasfondo sobre la amistad, no podían compararse con lo que yo había hecho. Incluso me daba la sensación de que debía más explicaciones o que había cabos sueltos sin resolver. Pero no quería hacerlo. Sentía que debían de ser así sin excederme.
Acostumbrado a los increíbles o mágicos acontecimientos que había presenciado, creía que de esa manera habría una posibilidad de que se cumpliesen si los plasmaba en la libreta. De que todo esto no fuese más que una ensoñación, o un mal viaje del cual debía buscar el camino de vuelta a casa. Pero aún me era imposible salir de La Nada. Por alguna razón, querían que siguiese descubriendo...

Mis pasos fueron detenidos por una puerta blanca de madera que se interpuso en mi camino, saliendo del sólido suelo. No tenía ningún aspecto extraño, se encontraba en buen estado, sin partes descascaradas o roídas. La luz del lugar le ayudaba a brillar mucho más. Al igual que en antaño, más dudas se me presentaron ante esta situación.
¿Qué es lo que puedo conocer, tras esta puerta? Una vez abierta, ¿qué debo hacer? Y lo más importante, ¿qué puedo esperar de todo esto?
Pues para ello, debía simplemente abrirla. Aunque más tarde, aquellas tres dudas me harían desembocar en una cuarta y última. ¿Qué soy yo? ... Estaba claro.
Una fuerza misteriosa me pedía que la abriese sin pensármelo. Agarré el pestillo y lo giré para poder ver qué me aguardaba. Dentro se encontraba como una habitación virtual, un acceso a otra dimensión del mismo lugar. Pero era oscuro, como aquella vez que había hecho el intercambio de los ojos con Bully. Aunque el haz de luz de La Nada, dejaba ver una especie de proyector antiguo sobre una mesa dentro la misteriosa habitación.

Dispuesto a indagar por mi gran curiosidad, observé el viejo artefacto con sus dos ruedas guiadas por rollos negativos y lleno de telarañas. Más una pequeña palanca a un costado de la maquina, que no hacía más que pedirme a gritos que la activara. La lente del proyector estaría apuntando hacia la pared de la habitación, así que estaba claro que quien había creado esto, o puesto ahí, quería que lo utilizara. Algo me decía que estaría a punto de presenciar la verdad absoluta, todo lo que había estado buscando me sería revelado en una película. Le di a la palanca... Y los vi a todos.

La película empezó a mostrarme el contenido de sus escenas con una mala calidad, antigua y temblorosa. Pero aún así pude distinguir a todas las personas que habían invadido mi vida. A mi familia, mis amigos, mascotas... Seres a quienes había amado y aún seguía extrañando. Fotos estáticas en las yo aparecía con ellos, y me refrescaban la memoria de dicho acontecimiento sentimental. Las verdaderas personas las cuales yo había encriptado en mis historias. Sonrisas y abrazos no paraban de manifestarse delante de mis ojos húmedos. Y no sólo recuerdos, detalles que me había perdido después de haber abandonado aquél mundo. El futuro de mi familia y mis amigos, casándose y teniendo hijos. Viajando a varias partes del mundo, lugares exóticos, monumentales y merecedores de un recuerdo para la eternidad. Y lo más importante, compartiendo la felicidad que ese momento les daba. Todos volvieron a mí como una larga fila de experiencias compartidas y aprovechadas. Y como no, Sact no paraba de figurar. Parecía el actor fetiche del director de dicho material audiovisual. Conocía a la perfección toda mi historia, pero no me importaba. Para qué enfadarme, si estaba mostrándome la absoluta felicidad de mi mejor amigo. Aunque hacía sentirme arropado y seguro, sabía que tenía que acabar.

La película mostró su haz de luz blanco en la pared, y el extremo del último fotograma del celuloide quedaba dando vueltas en el aire. Había acabado el mejor regalo que me habían hecho en esta vida. Aunque una parte de mí sentía algo de rabia. Me daban ganas de destruir la cinta por no haber estado ahí. Pero ese pensamiento era egoísta. Hacer trizas una fotografía es como dejar un pozo vacío en la mente. Sabes que ha pasado algo, pero no quieres recordarlo. No es bueno estancarse en el pasado. Todos ellos eran mi epílogo y eso es lo que importaba, que me recordasen alegremente y sin prejuicios.

Giré mi cabeza hacía la puerta y pude distinguir una figura humana a lo lejos. Como si estuviese esperando a que decidiese algo. Y me era fácil adivinar de qué se trataba. Aceptar mi error y quedarme en la oscuridad, encerrado en mis recuerdos por mirar más de mil veces una película la cual en el fondo nunca me aburriría, o, descubrir quién me esperaba en La Nada. Desde donde estaba no podía distinguirla. Para ello debía de salir de la habitación. Quienquiera que fuese quería que volviéramos a hablar, pero la decisión dependía de mí...

Creo que los finales son complicados porque tengo la tendencia de idealizarlos a la altura de mis expectativas, lo cual hacen que me deje decepcionado. La realidad nunca es como crees que será, desde luego que no. Pero he de suponer que todos queremos creer que lo que hacemos es importante, y que los demás están pendientes de cada palabra que diremos. Porque al final, todo se reduce a las personas que involucras en tu vida. Hiciera lo que hiciera, la puerta siempre se cerraría detrás de mí. Al menos era consciente de que, quien había puesto esa película, me daba por sentado de que a pesar de mis malos actos, me habían perdonado. Se trataba de una señal en tiempo real. Ya que como dije antes, no podía quedarme atascado en el pasado. Sino, no hubiese aprendido absolutamente nada.



Me acerqué a la puerta, la cerré, y luego se hundió en el suelo sin dejar rastro. La habitación había desaparecido y ya no tenía oportunidad para volver a ver la película. Pero eso ya no era necesario, ya que en realidad había vuelto delante de mí.

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