1. Paris, un tobillo dislocado y un lío de cojones.

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PARIS (Le Jules Verne, Enero 2027)

Paris es siempre una buena idea. 

Aitana ha estado en París otras veces claro. Con su familia y con amigos y por trabajo un par de veces. 

Pero siempre había soñado con que alguien la sorprendiera con un par de billetes en la bandeja del desayuno para una escapada romántica a Paris. 

Por supuesto tratándose de Jon que es el hombre más práctico del mundo, la cosa fue más bien una tarjeta de embarque electrónica, al whatsapp, en un descanso entre operación y operación. 

Aunque la intención es lo que cuenta. 

Han volado en clase turista, pero con espacio extra para las piernas. Cómodo pero no extravagante. 

Se alojan en un precioso hotel junto a los jardines de Luxemburgo. Céntrico,  pero no demasiado turístico. 

A decir verdad, la única concesión a la excentricidad en los planes de Jon es esta reserva para cenar en Le Jules Verne, el restaurante de la segunda planta de la Torre Eiffel. 

Conociéndole, se habría esperado un pequeño bistró en Montmartre o quizás algo un poco más opulento cerca del Louvre. 

Así que tiene que reconocer que esta parte de la sorpresa la ha dejado verdaderamente sin aliento. 

Tiene Paris a sus pies, un plato que no sabe pronunciar, pero que tiene pinta de ser delicioso humeando en la mesa y un hombre extraordinario sentado delante de ella. 

Todo es absolutamente maravilloso.

Casi. 

A Aitana no se le ha escapado que desde que salieron del hotel de camino a la cena, Jon está nervioso. Despistado. 

Contesta con monosílabos y desde que se han sentado a la mesa no ha dejado de tamborilear una y otra vez en con los dedos en el mantel. 

Sin ritmo alguno. Porque Jon es el hombre más arrítmico del mundo. 

También es una de las personas más tranquilas que conoce, así que no puede apartar la vista de sus manos moviendose nerviosas sobre el tejido. 

Jon tiene unas manos realmente extraordinarias. Elegantes. Dedos largos y uñas siempre cuidadas, pero no por vanidad, sino porque así lo exige su trabajo. 

Después de años moviéndose entre músicos, actores y demás titiriteros, a sus ventiocho años Aitana ha descubierto que Jon, el doctor Jon Albizúa es, exactamente, lo que necesita. 

Tranquilo. Sensato y solo un poco, una pizca, ligeramente, aburrido. 

Pero incluso está dispuesta a pasar ese detalle por alto por la estabilidad que aporta a su vida. 

Son diferentes. Le gusta pensar que si Jon le aporta raíces, ella es el punto de caos nesesario para no caer en la monotonía. 

Aún así, en los más de  tres años que llevan juntos le ha visto nervioso en contadas ocasiones. 

Es una notable cualidad para un hombre que se gana la vida abriendo en canal a la gente para operarla a vida o muerte. 

Es por eso que no puede evitar preguntarse qué puede ser tan grave para ocasionar lo de los dedos y, sobre todo, la sonrisa torcida que parece congelada en su rostro y que se hace tan extraña. 

Supone que no debe tratarse de nada malo. 

Están en Paris y Paris es siempre una buena idea. 

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