6. El demonio dormido, tregua y Gatos, gatos, gatos por todas partes

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EL DEMONIO DORMIDO (Cong, Febrero 2027)

Hay un demonio en el cerebro de Luis Cepeda. 

Hay varios en realidad. Pero a este demonio en particular, Luis consiguió encerrarlo en un cuarto oscuro de su cerebro una mañana de febrero hace ya unos cuantos años. 

Lo encerró allí de forma consciente, sabiendo que si no podía exorcizarlo, la única solución posible era esconderlo en aquel rincón  lleno de polvo y telarañas y tirar la llave. 

En la puerta puso una gigantesca señal de prohibido entrar. En rojo. Con letras grandes. Adornado con calaveras. 

- Voy a casarme, Luis. 

La mano de él,  que estaba a punto de abrir el pomo de la puerta, se detiene y la deja caer. 

En algún rincón de su cerebro el demonio encerrado, pestañea, abandonando su letargo. 

Luis vuelve a la mesa y se sienta de nuevo en la silla. En el breve trayecto de tres segundos en un un lugar y otro, intenta decidir cúal debe ser su reacción. 

Supone que lo correcto en esa situación es una sonrisa. 

Obliga a sus músculos a contraerse y fuerza una mueca que se le hace extraña por la falta de práctica. 

Es probable que visto desde fuera parezca un lunático, pero Aitana continúa con la mirada perdida en su regazo y no se da cuenta. 

- Felicidades,  supongo. 

Es posible que se pase y su tono resulte demasiado entusiasta, probablemente demasiado agudo, porque ella levanta la cabeza y sus ojos demuestran  sorpresa. 

Nunca ha sido muy buen disimulando sus emociones. 

Luis se obliga a si mismo a rebajar el tono y carraspea, incómodo. Cruza las manos sobre el escritorio con fuerza. Quizás con demasiada fuerza. 

Necesita una broma. El humor siempre ha sido su estrategia de defensa favorita. 

- Supongo que es un detalle que vengas a decírmelo como tu primer marido que soy- ensaya una risa que acaba sonando más como un aullido desafinado- pero no hacía falta mujer!

Aitana parece horrorizada por sus palabras y, una vez más, por su tono. 

Muriel solía decirle que uno de sus mayores problemas era que tenía un sentido de la oportunidad espantoso para las bromas. 

A veces, Luis, insistía una y otra vez. un silencio puede ser una respuesta aceptable. 

Pero Muriel ya no está ahí para guiarle por el mundo de las relaciones sociales. 

- ¿Café?- se levanta con demasiada fuerza y arrastra la silla  por el suelo de madera interrumpiéndo lo que fuera que Aitana iba a decir- claro que quizás cava sea lo más apropiado para brindar por tus noticias, aunque me temo que a esta hora del día no es del todo correcto beber. 

No va a decirle, por supuesto, que en uno de los cajones de sus escritorio, guardado bajo llave hay una botella de Macallan de treinta y cinco años con la que se ha  consolado en los momentos realmente jodidos sin que importe demasiado la hora del día. 

Ese whisky tiene más años que Aitana. 

Luis menea la cabeza, intentando concentrarse. 

Ella lo vuelve a intentar.

- Luis, necesito...

- ¿Y quien es el afortunado?- no puede evitar una mueca de disgusto- ¡joder! dime que no es Durero. 

En las pequeñas cosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora