19.Relojes de arena, Salas de espera y los Adioses.

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RELOJES DE ARENA (Hotel Westbury, Dublín, Febrero 2027)

Sentada en el baño de una habitacion de hotel de Dublin, Aitana siente el paso de los minutos como si estuviera atrapada en un gigantesco reloj de arena que la atraerá hacia el fondo de las arenas movedizas en cualquier instante. 

Se ha encerrado con la excusa de darse una ducha antes de salir, pero ni siquiera se ha acordado de abrir el grifo para disimular. 

En el suelo frío de cerámica, a su derecha los papeles del divorcio aún sin firma, a su izquierda el teléfono con el mensaje avisándola de la llamada que Jon le hizo hace un rato, mientras veía dibujos animados sentada en la cama al tiempo que le hacía trenzas a Olivia y que dejó sonar.

Cierra los ojos y apoya la cabeza en la pared. Recuerda el momento en que volvió a su apartamento de Madrid, después del viaje a Paris con Jon y rescató del fondo del armario los documentos que acreditaban que su matrimonio con Luis Cepeda había sido registrado legalmente. 

Estaban en una carpeta, dentro de otra carpeta más grande y cubiertos con una fina capa de polvo que le hizo llorar los ojos cuando la apartó. 

Aunque ahora piensa que quizá fue otra cosa lo que la hizo llorar. 

Quiere a Jon. Claro que quiere a Jon. Él ha devuelto la estabilidad a su vida. 

Y por supuesto que sabía que ver a Luis la alteraría. 

Simplemente no había calculado hasta qué punto. 

Es curioso la falsa sensación de seguridad que produce creerse curado de un particular mal. 

Solo ahora que el final está tan, pero tan cerca es consciente de lo duro que resulta decir adios de forma definitiva a ese capítulo de su vida. 

No abre los ojos cuando escucha unos golpes suaves en la puerta del baño. Se queda con la cabeza apoyada dándose contra la pared sin demasiada fuerza, intentando encontrar en ese ritmo algo de equilibrio. 

- Adelante. 

Al principio Luis no dice nada cuando se sienta a su lado con los documentos que tiene que firmar ocupando el espacio entre ellos a modo de grotesca metáfora. 

Es lo que aún les une. Es lo que les separa. 

- Tenemos que salir ya hacia el aeropuerto. 

Eso es lo que dice. Calla que también tienen que firmar esos papeles que hace tan solo unos días le parecía que encarnaban todo lo que siempre odió de Aitana. Su inmadurez, su impulsividad. 

Pero después de todo había olvidado como ella es la persona capaz de despertar en él esa misma impulsividad, incluso esa inmadurez que a veces podía destruirlo todo a su paso, pero también le hacía sentir vivo de una forma que nada más ha conseguido. 

Aitana abre los ojos por fin y le mira. Se miran. 

Cinco segundos. Diez. Demasiados. El tiempo la arrastra hacia el fondo del reloj y amenaza con sepultarla. 

- Esto es ridículo- lo dice más para si misma que para él. 

Luis sonrie y se pone en pie. Estira la mano hacia ella. 

- Vamos, Campanilla.

Aitana duda unos instantes antes de posar su mano en la de él. Hace cinco años que no le toca pero incluso con los ojos cerrados sabría que esa mano es la de Luis. Firme, cálida, fuerte, callosa. 

Deja que la impulse hacia arriba y en el último instante recuerda recoger los papeles del suelo con la otra mano. 

El teléfono con la llamada perdida de Jon se queda en el suelo. 

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