13. Respirar, Verdades incómodas y Botas para la lluvia

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RESPIRAR (Cong, Febrero, 2027)

Llueve. Como casi todas las mañanas en Cong de septiembre a mayo. 

Luis escucha el ruido sordo de la lluvia en el tejado y en las hojas de los árboles a través de la ventana que deja abierta todas las noches, en un vano intento por respirar un poco mejor. 

Todas las madrugadas desde que Oscar empezó a dormir toda la noche, se repite la misma rutina. 

Se despierta mucho antes de lo que debería, desde luego mucho antes de lo que su cuerpo necesita para descansar.

Se resiste a abrir los ojos porque sabe que en cuanto lo haga, su corazón empezará a aullar de dolor.  Tendrá que levantarse igual claro, tendrá que fingir ser un adulto funcional capaz de criar a dos niños y ganarse la vida. 

Pero antes de hacerlo, en ese instante  a medio camino entre el sueño y la consciencia puede fingir que cuando abra los ojos Muriel estará en el otro lado de la cama y discutirán por ver quién se tiene que levantar a preparar el café y quién a ayudar a vestirse a los niños. 

En el momento que se despierta del todo, su corazón se tiñe de negro y le cuesta respirar. 

Así que cada mañana, retrasa todo lo posible el momento de abrir los ojos y escucha la lluvia, en el tejado, en las hojas, contra los cristales. 

Solo sobre eso tiene control. Sobre la decisión de abrir los ojos y afrontar el mundo. 

El resto se le escapa.

Las madres de tus hijos mueren  y ex novias chifladas aparecen para decirte que teneis pendiente celebrar el quinto aniversario de boda. 

¿Qué aniversario es el quinto? 

Un año, bodas de papel, dos años, bodas de algodón, cinco años...tendrá que mirarlo en algún sitio. 

Hace tres días cuando Aitana le contó lo que había hecho sintió que perdía de nuevo ese remedo de estabilidad y equilibrio que tanto le cuesta fingir. 

Una vez más, como Muriel durante su embarazo, alguien había tomado una decisión que afectaba de forma fundamental a su vida. 

Excepto que, si lo piensa, más allá de lo absurdo de la decisión de Aitana, no es que el hecho de estar casado con ella haya supuesto ninguna diferencia. 

Supone que podría haber marcado una casilla diferente en la declaración de la renta. 

Aprieta más los párpados cuando se le escapa una risilla absurda. 

No. No es eso. La estupidez de Aitana podría haber tenido consecuencias graves si Muriel y él hubieran decidido casarse, por ejemplo. La bigamia, hasta donde él conoce, es un delito bastante grave.

Así que no se trata de sacarle importancia a lo que hizo Aitana.  

Joder, está cabreado, claro que lo está. 

Pero supone que la rabia descarnada que sintió cuando ella se lo dijo está, al menos en parte, dirigida hacia Muriel. 

Durante tantos meses ha estado triste por su pérdida, preocupado por los niños, asustado por el futuro, que ni siquiera se ha dado permiso para pensar que está también terriblemente cabreado con ella. 

Solo que a Muriel no puede gritarle y es horrible y mezquino odiar a la difunta madre de tus hijos, de modo que Aitana ha recibido todo el enfado que tenía acumulado. 

Está enfadado con Muriel. 

Prueba las palabras en su cabeza sin abrir los ojos todavía y se sorprende al descubrir que tienen sentido.

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