El camino a mi coche fue agradable y calmado. Ambos dirigimos nuestra conversación a temas banales, como el tiempo o el deseo de disfrutar de unas vacaciones. Estuve muy a gusto, pero no volvimos a entrar en temas personales. En ese momento pensé que acabábamos de vivir unos momentos tan intensos que rebajar el tono de la charla fue un mecanismo de supervivencia.
Al llegar a mi Peugeot, Eduardo se despidió de mí con dos besos y me recordó que nos veríamos al día siguiente en su casa. Asentí, le deseé un buen regreso y me monté en mi coche. Estaba pletórica, radiante, feliz.
Conduje cantando, como es habitual en mí, y al llega a casa le di a Sora las medicinas y utensilios sanitarios que había tomado "prestados" del hospital e insté a mi amiga a que diéramos un paseo con Hércules a lo largo de la Avenida de la Libertad. Ella aceptó sin dudarlo. Quería que le contara cómo había ido mi encuentro con Eduardo, y me propuso invitarme a cenar por el favor que le estaba haciendo a su santuario al proporcionarles provisiones a los animales.
Caminamos hasta el restaurante Carpe diem, y decidimos quedarnos en su terraza. Nos gusta mucho ese sitio por su amplia oferta vegana en la carta, además son muy amables con los perros y siempre les ofrecían agua y alguna que otra chuche que tienen preparada para los canes.
- Bueno Lei, ¡cuenta! ̶ exclamó Sora con entusiasmo ̶ ¿Cómo ha ido?
- ¡Ay, Sora! Se me cae la baba con él, con su aroma... y es muy inteligente, me ha contado que es psicólogo clínico... y sabes que eso me gana, un buen coco. Es fundamental una buena conversación, inteligencia, saber estar...Si el hueco que hay en la cabeza no está relleno con abundante masa gris, un hombre no tiene nada que hacer conmigo. Realmente, ni un hombre ni nadie.
- Si amiga, un buen coco... y si lo que tiene entre las piernas también es grande y rellena el hueco del pantalón, ¡pues mucho mejor! ̶ Ambas echamos a reír automáticamente, y Hércules levanto la cabeza para intentar averiguar el origen de nuestro ajetreo ̶ ¿De qué habéis hablado?
- Pues de arte, filosofía, música... ̶ omití los detalles de nuestro acercamiento físico. No había sido nada exagerado, pero prefería reservarme ese detalle ̶ Creo que ambos hemos estado cómodos y, hemos quedado en volvernos a ver para seguir la conversación.
- ¿Y de las clases del hijo qué? ¿O eso se os ha olvidado? ̶ preguntó mientras me guiñaba un ojo ̶ .
- Empiezo mañana, y espero que Sergio, su hijo, aunque sea vago tenga algo de la inteligencia de sus padres. Eduardo me ha contado que su mujer, Diana, es ingeniera... vamos, otra mente pensante.
- La mujer puede ser lo que sea, Lei, y no quiero hacerte ilusiones con esto, pero te aseguro, y ya lo sabes, que en cuanto a inteligencia poca gente puede hacerte sombra. Si quieres mi opinión, creo que has despertado algo en ese hombre, si no, no te habría dado ni la oportunidad de hablar a solas. Quiere conocerte.
- Ya... en fin, Sora, festina lente, poco a poco y que el destino nos sorprenda.
- Sí, totalmente. Lo bueno va despacio... Por cierto, ¿cuándo puedes pasarte por el santuario? Nos encantaría una visita de la doctora Leira Furió ̶ y alzó su vaso para brindar por mi profesión. Yo hice lo mismo brindando por ella y su bello trabajo ̶ .
- Esta semana tengo el viernes por la tarde libre. Si te va bien... puedo ir ese día y llevaros más cositas que "tomaré prestadas" del cuarto de enfermería ̶ a ambas se nos escapó una risilla cómplice ̶ Es un placer ayudar, ya sabes.
- ¡Perfecto! Pues allí te esperamos el viernes. Ve cómoda y con ropa que no te importe que acabe destrozada, o llena de babas amorosas de perros y lametones de vacas.
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COMO LA VIDA MISMA
RomanceLeira está en su quinto año de residencia en medicina. Eduardo es el padre de su nuevo alumno de clases particulares de Filosofía. Loewe 7 es el perfume que le hizo fijarse en él, y la inteligencia e independencia que la joven médica despre...