Capítulo 1

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—¡Teresa no corras!

El grito de mi tía me hace reír y apresurarme.

—¡Teresa!

Piso el sillón y salto, miro las escaleras, subo rápidamente. Una, dos, tres y la cuarta puerta es mi pieza, cierro con llave y me encierro aun riendo.

—No voy a ir tía, ya lo sabes—Hablo recostándome en la puerta.

—Es una hora, te prometo que el próximo domingo no te obligaré.

Suspiro, ¿Hacer ejercicio un domingo? Está loca.

—No.

—Está bien, no quería tener público igual—Me la imagino cruzando los pálidos brazos y apretando los labios.

—No olvides el agua.

Suelto una risa pequeña y me levanto al escuchar que cerró la puerta principal. El calor me comienza a agobiar. No entiendo cómo Sonia puede hacer ejercicio un día como hoy, tiene casi cuarenta años, un físico increíble y... Olvídenlo, ya entiendo. Mi tía es un sol, siempre está sonriendo y de buen humor, sólo a veces la encuentro pensativa, pero se distrae fácilmente.

Alejo los pensamientos realizando la tarea para mañana, una hora después recibo un mensaje de Catalina, mi amiga.

En quince minutos pasamos, Agus quiere ropa nueva.

¿Es que la gente hace algo todos los domingos?

Le contesto que vengan en treinta. No puedo salir así porque sí, necesito pedir permiso o avisar siquiera.

En la espera me dedico a cambiarme la ropa. Un short y una remera básica es suficiente, peino mi cabello y nuevamente noto como al menos dos docenas de cabellos rubios caen. Hace días viene pasando, al igual que mis uñas se fueron partiendo, es algo que me comienza a preocupar, pero evito decirle a mi tía. Ella sí que no lo tomaría con calma y me llevaría a un hospital más allá de que nunca lo hizo. Le tiene fobia y yo, bueno, nunca tuve nada grave.

Unos minutos después escucho la puerta abrirse, reconozco sus pisadas, así que le envío un mensaje a las chicas y bajo.

—Estás hecha un asco—Arrugo la nariz y saco la lengua.

Tiene todo el cabello marrón pegado a la frente y el corpiño deportivo mojado en transpiración. Claro que no me causa asco, pero es para molestarla.

—Generalmente la gente lo está cuando vuelve de hacer ejercicio mi niña.

Sonrío—¿Puedo ir a comprar con Agus y Cata? Me pidieron que las acompañe.

Asiente y comienza a caminar en dirección al baño dejando las cosas en una de las sillas del comedor.

—No vuelvas tarde, fíjate la hora. Si oscurece y no volviste, voy a llevarte al médico cuando regreses. No creas que no noté tus cambios Teresa.

Freno en seco y se da vuelta.

—¿Cómo te diste cuenta? —Evito mirarla.

Suspira—Te conozco, no te comes las uñas y están mal cortadas, tampoco dejarías que tu cabello esté así de opaco. ¿Te mareas de a ratos no es así?

Muevo la cabeza en un claro sí. Ella niega.

—Tal vez estés anémica, ¿Usas tu crema?

La bendita crema. Es horrible, de feo olor y con una textura extraña. Soy alérgica al sol desde niña, no es tan común pero sí hay demasiada gente que lo padece, ¿La solución? Pocas horas expuesta y con esa crema asquerosa de uso diario.

TeresiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora