17. Brotherhood

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"Si una mujer lleva su ropa interior del mismo color, es ella la que ha querido llevarte a la cama"

Y mierda que se tenía que ser idiota para pensar en esa frase justo en este momento.  Justo ahora que mi vida perdía un poco de sentido. Corrí hasta el parque más cercano y agradecí que a esta hora no haya nadie. Me senté en una de las hamacas y comencé a moverme lentamente solamente para que el movimiento me tranquilizara. Claro que… ¿un bebe? ¡Dios! Debería haber pensado en eso. La idea hizo que me imaginara a un pequeño Liam entre los brazo. Sería el niño más hermoso que hubiera nacido, pensé al momento que me daba un vuelco al corazón. Él bebe no había nacido, ni siquiera lo tenía dentro de mí y ya lo amaba ¿Qué mierda pasa conmigo?  

Tome mi teléfono  de la mochila y le mande un mensaje a Celestine. “No hijo/a. Solo anemia. Falsa alarma, bajen los cuchillos xoxo”, guarde el teléfono en la chaqueta del uniforme y cerré los ojos esperando una nueva tanda de lágrimas. Y estas no tardaron en llegar. Podía oler el olor de la lluvia antes de caer y me imagine la tierra mojada y yo sentada detrás de la ventana con una taza de té. Mire la hora en el celular y le mande un mensaje a Matt “Falsa alarma, soy anémica. No te preocupes, después no vemos. Xoxo”.

Mensaje de C: " *baja los cuchillos* *busca descontroladamente una caja de pañuelos* listos. ¿Dónde está mi esposa? "

"en un parque cerca del hospital ¿cuándo no escapándome?

"¿Quieres que vayamos? ¿Debo llamar a Matt y Bart? "

"No, estaré bien... solo necesito pensar."

"No dudes en llamarme  ily"

"No lo hare. Ily"

Seguía llorando entonces escondí mi cabeza entre mis piernas ahogando el sonido del llanto para no llamar demasiado la atención. Ni siquiera se en que momento mi madre se metió entre mis pensamientos pero lo hizo; ella era el cliché de las metáforas y frases inspiradoras de la familia y yo como su hija había ido anotando las mejores en un cuaderno simplemente porque como cualquier hija, jamás escucharía bien lo que diría mamá sino hasta necesitarlo y Alexia James no te repetía las cosas dos veces. Ahora mismo podía recordar una de las frases en mi cabeza: “Aguanta, solo aguanta… aparenta lo más que puedas, espera a que llegues a casa pero no llores aquí. Nadie puede verte así”. Mamá me la había dicho, aquella vez donde una niña había insultado mi vestido, debía tener 5 años pero eso no importo para que mamá me iluminara con alguna de sus frases; si es que a esa edad se ilumina a alguien. Quería llorar pero mamá no me había dejado por el simple hecho de que una D’Angelo no llora y menos si era hija suya; así que solo me pidió que aguantara con esa maldita frase que no dejaba mi cabeza en paz y hacia que yo fuera fría en los momentos donde alguien partirían en sentimientos melancólicos. 

Recibí una llamada, era Kate. Maldición.

-Hola- dije en un susurro.

-¿Dónde estás? En el colegio sé que no, no te vi entrar.

-Kate, nunca te preocupas por mí ni cuando me resfrió. ¿Qué ocurre?

-Matt parecía nervioso toda la semana, y tu faltaste y parecías distante- bufe al escucharla- más de lo usual. ¿Está todo bien?- pensé que primero debería decírselo a Bart pero eso ahora no importaba.

-Kate, solo porque llevas mi maldita sangre en tus venas te diré la verdad: soy anémica. Vine a hacerme estudios sin que nadie de la familia supiera pero no puedes decírselo a nadie. Ya veré yo como contarlo.

-¿Cómo te cayo la noticia? ¿Te sientes bien ahora?- pregunto ella, podía escuchar murmullos atrás como si fueran porras.

-Esa noticia no me cayó tan mal como darme cuenta de que estas con las porristas ¡KATE!- exclame por el teléfono- ¿Cuándo pensabas contármelo?

Smartphone  l.pDonde viven las historias. Descúbrelo ahora