Capítulo 18

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Harry se sintió inútil cuando entró en la enfermería. Se estremeció bajo la túnica que se había puesto para cubrir su desnudez en el momento en que Dumbledore había salido a través de la chimenea y le había dirigido una mirada que llevaba implícito que más tarde tendrían una charla.

Pero no ahora. No cuando el cuerpo de Severus estaba convulsionando y luchando bajo las ataduras que lo retenían contra la cama de la enfermería para que no se hiciera daño.

Se estremeció de nuevo, descalzo, sintiéndose indefenso sin su varita; los temblores que recorrían su cuerpo debido a los nervios parecían empeorar con el paso del tiempo. Dumbledore y Pomfrey trabajaban rápido y de manera precisa, ambos lanzando hechizos mientras Severus gemía por el dolor que le estaba provocando su Transformación. Necesitaba hacer algo, lo ansiaba. No estaba en su naturaleza quedarse de brazos cruzados mientras alguien estaba sufriendo, especialmente si era alguien a quien amaba.

Dumbledore se colocó a los pies de la cama, con su atención fija en el colchón y en las ataduras que suavizaban los impactos de las sacudidas de Snape. Pomfrey se acercó al pecho del ojinegro, deslizando su varita de arriba abajo por su torso, desacelerando su respiración, relajando sus contraídos músculos y anestesiando levemente sus nervios para que no se desmayara por el inexorable dolor. Harry se desplazó hacia la cabecera de la cama, deslizándose hasta colocarse en la esquina de la habitación. Apartó cuidadosamente el cabello de Snape de su frente y comenzó a acariciarlo. El movimiento repetitivo pareció calmar a ambos.

Por fin, los ojos negros se abrieron. Pomfrey deslizó un hisopo suavemente por los labios del profesor, para limpiar la sangre que había brotado cuando sus colmillos habían desgarrado sus labios durante los espasmos. Snape echó una ojeada a la sala, encontrándose con el rostro preocupado de la enfermera y la expresión estoica de Dumbledore. Vio a Harry a su lado y le regaló una pequeña sonrisa, antes de cerrar los ojos debido al cansancio.

—Poppy —dijo Dumbledore—. ¿Está lo suficientemente bien para hablar?

La medibruja se mostró inquieta mientras estiraba las mantas y enderezaba las sábanas.

—Solo unos minutos. Tiene que dormir un poco.

—Director... —graznó Snape.

—Ahora no, Severus. Poppy, ¿nos podrías dejar a solas unos minutos?

La enfermera se marchó, y Harry dio un paso atrás para hacer lo mismo.

—También deseo hablar contigo, Harry.

El ojiverde tragó saliva y asintió, colocándose de nuevo al lado de Severus. Snape abrió los ojos y lentamente sacó su brazo de debajo de las mantas, ofreciéndole la mano a Harry. El chico la agarró, con cuidado de no apretar demasiado.

—Severus, hay que discutir algunos asuntos —comenzó Dumbledore—. Y quizás el joven Harry aquí presente también sea de ayuda.

Snape rio entre dientes débilmente.

—Albus, ahora no es el momento.

El director elevó una ceja.

—¿Si no es ahora, cuándo?

Los dedos de Snape se clavaron con fuerza en la mano de Harry.

—Pronto. ¿Puedes dejarme unos minutos con Harry? ¿A solas? No puedes estar preocupado por ninguna de nuestras virtudes en este instante.

—Severus, estás cansado y tu cuerpo está siendo sometido a una gran cantidad de estrés...

—Soy consciente de eso, y por eso pido tu indulgencia. Antes de que se me acabe el tiempo.

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