"...hazat 'ardia..."
...Nadine.
Mi sorpresa no pudo ser mayor cuando vi su rostro.
-¡Eres... tú!.- jadeé
- ¡Claro!. ¿Quién más iba a ser?.- respondió.
- No sé... ¿un violador, un asesino en serie, un secuestrador?.- fruncí el ceño.
Jerôme estaba totalmente desnudo. Se puso las manos en la cintura, agachó la cabeza y negó con ella. Luego rió, casi de manera imperceptible. Levantó la vista para clavar su mirada en mí y se acercó lentamente a la cruz.
- Siempre pediste probar el BDSM. Yo me negué, todas y cada una de las veces. Pero si eso te hace feliz... acepto.- dijo, mientras acariciaba mi mejilla con sus dedos.
No podía creerlo. Después de tanta insistencia, al fin, lo había conseguido. Yo estaba dispuesta a experimentar, pero solo con él, y ahora podía. A partir de este momento, sus fuertes brazos me atarían de pies y manos. Descansaría mi cuerpo sobre sus piernas torneadas mientras recibía feroces azotes en las nalgas. Podría perderme admirando su torso delicioso a la vez que me sometía a su voluntad. Sería la sumisa de sus cabellos castaños, de sus ojos verde oliva, de esa barba que tanto me gustaba. Ese metro ochenta de hombre me follaría rudamente. Esa polla descomunal me haría correrme en un escándalo. Me convertiría en su esclava.
El estímulo del dildo vibrador contra mi clítoris me sacó de mis pensamientos. Casi no tuve tiempo de reaccionar, pues metió su lengua en mi boca. Al principio, no seguí mucho su compás. Todavía alucinaba con sus palabras. Pero la vibración retumbando en mi entrepierna se transformó en los hilos de marioneta que me controlaban. Gradualmente, tomé intensidad. Capturé su labio inferior con los míos. Lo presioné tan fuerte como me fue posible. Tiré de él hacia mí, de modo que su boca quedó entreabierta. La llené con unos gemidos que comenzaban a nacer en mi garganta, producto del placer que me estaba provocando.
De pronto, paró. Se alejó de mí. Yo permanecí inmóvil. Quedé con una mueca inconforme en los labios. Abrí los ojos como platos y sentí mi pupila dilatándose. Tuve ambos iris quietos algunos segundos. Luego, mi mirada se alocó en todas las direcciones. La respiración mientras él me estaba masturbando era agitada. Cuando se detuvo, fue calmada. Pero ahora volvía a desordenarse.
- ¿¡Por qué... te detienes!?.- le grité.
- Primera Regla: aquí mando yo.- contestó, sosegado.
- ¡Hijo de puta!. ¡Sigue!. ¡Por favor, te lo suplico!.- casi que lloré.
Dejó el dildo vibrador en la mesita de centro. Giró ciento ochenta grados sobre sus talones. Echó a andar. Yo seguía insultándole. Agitaba mis manos, queriendo liberarme y haciendo sonar las anillas de la cruz. Si pudiese soltarme me lo follaría, y luego le daría algunas bofetadas por la insolencia de dejarme cachonda y atada. Sus pasos le llevaron a la mochila. Abrió uno de los bolsillos más pequeños. Sacó un paquete de tabaco. Extrajo un cigarrillo con los dientes y lo retuvo en sus labios.
Tomó el mechero y lo encendió. Acercó el delgado cilindro de papel y picadura a la llama. Dió una larga calada. Luego, expulsó de su boca una humareda abundante. Regresó en mi dirección, aspirando a ratos. Se veía enloquecedor cuando fumaba. Su cuerpo de pecado y la manera en que brotaba el humo de sus labios me sacaban de mis casillas. Él conseguía que los aromas elevaran mi temperatura. Se mezclaba su olor a hombre con el perfume que usaba y el cigarrillo que sostenía.