Capítulo VI

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"...tudhkar alqawaeid..."

...Nadine.

Se incorporó rapidamente. El tacto de sus dedos y palma contra mis labios apagó los jadeos sonoros que brotaban de entre ellos. Estaba aturdida, desorientada por tanta excitación. Acercó su boca a mi oreja y susurró una orden. Debía permanecer en un absoluto silencio. No entendía por qué, pero, en mi estado actual, acataría sin más. Supuse por un momento que formaba parte del morboso ritual que había estado llevando acabo. Esa conjura de lascivia herética, de sensaciones tan paganas. Jerôme ofrecía mi cuerpo al dios de la lujuria; sus dedos eran el puñal sacrificial, aquel baño, un altar, y mis fluidos derramándose piernas abajo, la sangre. Pero unas voces intrusas detuvieron mis pensamientos divagantes.

- Was denkst du über die Show?.-

Escuché pasos, justo frente al cubículo en que nos encontrabamos.

- Spektakulär. Das Mädchen hat eine schöne Stimme.-

El ruido de dos grifos abiertos inundó el baño.

- Es ist eine Schande, dass es unsere letzte Nacht in Beirut ist.-

El secador de manos arrancó. Luego paró.

- Es ist. Werden wir im Sommer kommen?.-

Una vez más, el bullicio de aire caliente hizo presencia.

- Sicher ja.-

Las pisadas se reanudaron. Parecía que se alejaban paulatinamente.

- Amanda, ich liebe dich.-

La puerta se abrió.

- Bär schon genug!.-

Las visagras rechinaron y se hizo el silencio.

Jerôme retiró la mano que tapaba mi boca. Se puso en cuclillas. Tomó mis bragas, que descansaban a la altura de los tobillos, y las subió por mis piernas hasta que el elástico estuvo por encima de mi ombligo. ¿Por qué tan alto?. Hizo lo mismo con mis jeans. Me rodeó con sus brazos y apretó el delgado cinturón de cuero, enhebrado en cada trabilla, hasta casi dejarme sin aire. Volvió a estar de pie tras de mí. Me pegó una fuerte nalgada, y escuche una risa traviesa escapársele. Llevó sus manos a las esposas que me ataban. Abrió sus cerraduras y quedé libre.

- Saldré yo primero. Al rato, lo harás tú. ¿Vale?.- dijo, girándome hasta quedar de frente a él.

- Vale.- contesté, con la voz aún mellada por el morbo.

Se inclinó para besarme, dulce y breve. Luego, abandonó el cubículo y caminó. Cuando la puerta de salida del baño se cerró, exhalé. A pasos temblorosos logré llegar a los lavabos. Apoyé las manos en la cerámica y, automaticamente, mi cabeza se descolgó. ¿Qué cojones había acabado de ocurrir?. Me miré al espejo y mi reflejo, luciendo muy borroso, tenía las mejillas de un rojo fuego. Abrí el grifo, me lleve las manos llenas de agua a mi rostro e intenté aliviar el incendio que me estaba quemando. Permanecí inmóvil por unos instantes, hasta que mi cuerpo me empujó a la máquina secadora. La piel de mis manos perdió todo rastro húmedo; me decidí a salir entonces.

El restaurant se había llenado. Al parecer, todos los hospedados en el hotel esperaron a que terminase el show para cenar. Los camareros iban y venían en una danza frenética. Tuve que esquivarlos, surcando el laberinto de mesas para llegar hasta Jerôme. En el trayecto, sentía un cosquilleo inusual entre mis piernas. ¿Qué mierda me había metido Jota?. Seguro sería uno de esos juguetes sexuales a control remoto, y lo manejaba desde el móvil. Finalmente encontré a mi novio entre la multitud vociferante. Tomé rumbo hacia él. Me senté, y le dedicó una sonrisa sensual a mis pupilas.

Un Oasis En... BeirutDonde viven las historias. Descúbrelo ahora