Medellín era el nombre de la chica que caminaba por esas vacías calles, mirando con prisa el reloj. Mirando con prisa al tiempo, esperando que le diera la oportunidad de llegar a tiempo a esa entrevista de trabajo.
El tiempo aceptó su petición, y corrió apenas unos milisegundos más despacio, lo suficiente para darle un poco de si mismo sin causar desastres.
Y Medellín llegó a tiempo.
Henry era el nombre de ese chico que caminaba por esa misma calle sin mayor preocupación. Ni siquiera había mirado al tiempo, no tenía prisa alguna, así que no le puso atención.
Al tiempo le molestaba que las únicas veces que pensaban en él, no era para considerarlo o comprender lo que hacía con todos, no, solo pensaban en él cuando tenían prisas y querían que corriera más despacio.
Esos días de febrero, se acercaba una fecha especial, una que conocía bien, ya había visto a cupido hacer su trabajo un par de veces.
Le tenía cierta envidia. Que dichoso era, solo trabajando un día al año. Que dichoso era, todos lo amaban, aunque fuera solo por un día.
El tiempo quería eso, quería ser querido, aunque fuera un día.
Muy apurada, Medellín corría, muy despreocupado, Henry símplemente caminaba. Ambos chocaron, él cayó al suelo.
El tiempo lo vió, serían los conejillos de indias perfectos, su primer intento de su nuevo trabajo.
La vida dudó de se dejarlo hacer, el tiempo no podía alterar así las cosas.
La muerte miraba expectante, esperando a que algo pasara.— ¡Ay Dios! ¿Estás bien?— le preguntó Medellín al despreocupado Henry— Ven deja te ayudo— dijo ella, tomando la mano del chico sin preguntar para así levantarle del frío y sólido suelo.
Él la miró con confusión, al igual que el tiempo, aunque este además de confundido estaba fascinado al ver como ella podía invertir un poco de él en ayudar a ese despreocupado joven.
Sin duda, los sujetos perfectos para su pequeño experimento.
— Estoy bien— le dijo Henry a Medellín, mientras aceptaba la mano de la chica, para levantarse del suelo— ¿Tú estás bien?— le preguntó a ella.
— ¿Qué si estoy bien? Fuiste tú quien cayó al suelo, ¿No es así?— al parecer Medellín había olvidado la entrevista de trabajo. Su tiempo para llegar se había agotado.
El tiempo omnipresente miraba a esos dos con fascinación y por un momento quiso detenerse para contemplarlos mejor, pero no podía, no podía detenerse o los congelaría y así ya no era interesante.
El tiempo les dió a esos dos chicos, un poco más de si mismo para que pudieran disfrutar de un momento para hablar en paz. Al tiempo no le funcionó ese truco, congelar a todos menos a ellos dos, ¿Qué esperaba? ¿Que se enamoraran estando solos?
Lo único que logró fue asustarlos, ¿Y cómo no iba a hacerlo? ¿Cómo hubieras reaccionado tú si ves a todos congelarse en su lugar y fueras tú el único en poder moverse?
— ¿Qué rayos?— preguntó Medellín, al ver a todos quietos como una estatua. Se acercó a uno de estos cuerpos inmóviles, una mujer.
Pasó su mano por delante de su rostro. «Hola, ¿Hola?» le decía, y la estatua de esa mujer seguía sin responder.
— ¿Qué estás haciendo?— le preguntó la muerte al tiempo, al ver todas esas estatuas. El reloj sobre sus cabezas también paró, por suerte entonces no les iba a afectar la falta de comida, de sueño, nada, tal y como a una estatua no le afecta nada de eso.
La vida no podía creer lo que pasaba, el tiempo acababa de interrumpir su trabajo, a excepción de esos dos chicos a quienes pretendía juntar cual cupido. Era imposible, el tiempo no era cupido y lo sabía, el tiempo era el tiempo y nada más, tal y como la vida es la vida y la muerte es la muerte, nada más que eso.
— No responden— le dijo Henry a Medellín, aún con confusión en su voz, mente y cuerpo.
— ¿Qué está pasando?— preguntaba Medellín— Tiene que ser un sueño. Sí, es la única explicación— se dijo a si misma.
— ¿Un sueño?— le dijo Henry— Eso no tiene sentido, sino ¿Por qué puedo hablarte? ¿Por qué puedo pensar por mi cuenta?— le preguntó, tratando de hacerle ver que lo que pasaba era real, tanto como él…
«¿Soy real?» se preguntó Henry «¿Es esto real?»
Lo único que consiguió el tiempo con sus acciones fue hacerle pensar a una que estaba soñando, y hacerle preguntarse a otro si lo que veía era real, si él era real.
Al fin pareció entender, el tiempo no era cupido. Volvió con aquellos a quienes había abandonado por ese corto intervalo de él mismo y todo pareció volver a la normalidad.
Las estatuas callejeras volvieron a moverse. Medellín sonrió, estaba convencida de que en efecto, eso era un sueño, al parecer un sueño lúcido.
Henry estaba confundido, no creía que fuera un sueño, nada de eso.
Entonces el tiempo hizo algo más, corrió hacia atrás, les había dado un nuevo iniciar a todas las personas del mundo sin que ellos lo supieran.
Medellín era el nombre de la chica que caminaba por esas vacías calles, mirando sin prisa el reloj. Iba justo a tiempo a su entrevista de trabajo.
Henry era el nombre de ese chico que caminaba por esa misma calle sin mayor preocupación. Ni siquiera había mirado al tiempo, no tenía prisa alguna, así que no le puso atención.
Ambos se cruzaron, sin mirarse, sin hablarse, sólo siguieron su curso, y el día transcurrió con normalidad para ellos.
— No eres cupido— le dijo la muerte al tiempo— Eres el tiempo, tú no juntas a las personas, tú no creas a las parejas.
— Eres el tiempo— le dijo la vida— Tú corres y corres, le das un rumbo a este mundo, le das un sentido a esta tierra.
En ese plano el tiempo reflexionaba. Un deseo tachado de la lista, un deseo añadido a su memoria, a esa que le recordaba justo lo que no era.
El tiempo no es cupido.
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Los deseos del tiempo
FantastikQuerido lector, pienso que la experiencia de descubrir poco a poco la historia conforme las palabras pasan ante sus ojos se disfruta mejor si no se sabe nada del libro. Por esta razón no habrá una sinopsis que le diga de que tratará el libro, eso us...