Sumisión de una Dominante

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El gran día.

Demasiado arrogante y demasiado inmadura, intentando tener el control en cada detalle en mi vida: mí trabajo, mí tiempo, mis relaciones amistosas y de romance, cada minuto siendo controlado por mí, teniendo un equilibrio que transmite paz y alegría a mi cuerpo. Mi terquedad, crueldad, arrogancia, es decir.
¿Realmente puedo seguir siendo yo, cuando no me siento yo misma?
No pretendo cambiar mi escencia pues exactamente eso es lo que me ha mantenido a flote todo este tiempo, pero realmente creo que es hora de cambiar, de darle un giro de 180° grados a mi mundo. De demostrarme a mi misma de lo que soy capaz, de no rendirme ante un reto como este.

Esa mañana al despertar, tomé la decisión que venía arrastrando desde hace un par de meses. Era hora de dejarlo todo en manos del destino, de dejar de pensar y darle las riendas de mi vida a un hombre. Necesitaba cambiar, dejar todo a su merced y ver como espectador que rumbo tomaba mi vida.

Me desnudo dirigiéndome a la ducha. Eran apenas las seis treinta de la mañana y yo tenía la necesidad de sentir el alivio del agua tibia al recorrer mi cuerpo. Fue una semana bastante larga que me había dejado agotada, así que no había nada mejor que olvidarlo todo en este momento. No más de 20 minutos para sentir como todo cambiaba.

Salgo de la ducha con una toalla cubriendo mi cuerpo, era hora de ponerme en marcha al trabajo, así que sin demora abro la puerta de mi closet.
Tomo mi nuevo vestido de color vino, unos zapatos de tacón alto, abrigo pues hacía frío afuera y una bolsa que iban perfecto con el conjunto. Aún tenía duda si lo mismo llevaría esa tarde a una reunión que tenía agendada con el señor Jonathan King, pero no me parecía mala idea.
Y aunque no me he permitido darle muchas vueltas a ese asunto, he estado muy ansiosa y desesperada desde el día que me dieron la fecha, hora y lugar dónde vería al guapo, educado, responsable y difícil, Señor King.
Hace meses que intentaba sin éxito ponerme en contacto con él hasta que un día todo salió como esperaba. Una llamada de su asistente fue suficiente para ponerme en el tablero del juego.
Un juego que yo sabía jugar muy bien aunque en diferente posición, por supuesto.

Me miró al espejo antes de comenzar con mi rutina de maquillaje.
Me quedo unos minutos viendo a la chica que está sentada frente a mi.
Sus ojos son preciosos, pero hay una chispa de temor en ellos, aunque también de curiosidad. Su cabello castaño cae en mechones aún húmedos sobre sus pechos y parece que hoy está más pálida que de costumbre. Sus mejillas no tienen color y sus labios aún están hinchados.
¿Como es que he cambiado tanto?, pienso al fruncir el ceño.
Aún no se que sucede conmigo, no tengo bien cimentadas mi ideas sobre lo que estoy apunto de hacer, pero mi decisión es clara y eso no cambiará.

Me apresuró poniendo un poco de rimel y labial, lista para comenzar mi día y esperar con impaciencia que el reloj marque las seis de la tarde de este jueves. Ordenó todo en su lugar y salgo de mi habitación directo a la puerta principal. Camino deprisa golpeando mi tacón con la madera que hay en el recibidor. Es el único sonido que llena toda la casa y eso no me hace sentir mejor. Antes de que mis pensamientos se vayan por el camino equivocado tomo mi bolso y le hecho un vistazo al reloj de la pared, que marcaba las siete veinte de la mañana. Suspiro aliviada al darme cuenta que tengo tiempo suficiente para detenerme en la cafetería que está de camino a la oficina, tomar un ligero desayuno y llegar puntual al trabajo.

Al salir de casa me envuelve una fresca mañana de octubre donde el viento mueve mi cabello , hace revolotear las hojas y muestra un paisaje maravilloso de otoño, que me hace sentir en casa, aunque no lo esté.
Recuerdo que aquellos días de viento en donde cancelaban clases a causa de cierre en carreteras, papá preparaba un exquisito arroz con leche y lo servía en tazones grandes antes de comenzar un maratón de películas animadas que terminaban a altas horas de la noche.
Extraño tanto a mí padre y hermanos que aveces siento la necesidad de dejar todo en esta cuidad e irme junto a ellos, volver a tener esos momentos y charlar durante horas de temas absurdos.
Me quedo muy quieta.

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